IAN.
Isabella era la mujer más hermosa que había conocido alguna vez, no solo por su característico cabello rojo o por su hermoso y pecoso rostro, sino más bien por su chispeante y embelesante personalidad. Ella en general era atractiva, aun así, su ser en particular era magnífico e inolvidable.
Tenerla ahí conmigo después de varias semanas estaba buscando acabar con mí pobre corazón, mis dedos picaban por acariciarla por todas partes, así como mis labios ardían una vez más por saborearla enteramente.
Fui irónico y algo pesado apenas la vi llegar, no busqué ser amable porque en ese momento estuve muy ocupado tratando de no perder los estribos al recordar que ella había estado con Davy. Y no me enojaba con ella, me enojaba con él porque no merecía ni siquiera verla, no después de toda la mierda que le había hecho, yo sabía que también le había fallado, sin embargo, ella siempre había sido la primera y única para mí, lo era.
En ese momento ambos seguíamos sentados en el sofá de la sala, las manos de ella acariciaron la mariposa que estaba tatuada en mí pecho y mí piel ardió ante ello. Isabella se encontraba embelesada con mis tatuajes, sin embargo, yo me encontré fuertemente atraído por su belleza, era tanta mí adicción, que incluso en ese momento comencé a contar cada una de las pecas y lunares que existía en su pálido rostro. Cualquier otra persona diría que Isabella Gibson era atractiva, pero no necesariamente hermosa, sin embargo, para mí, ella era todo. Hermosa, atractiva, inteligente, odiosa, sarcástica y absolutamente mía. Lo era…
—Te amo, Is —le dije de repente besando su frente— de verdad lo hago.
Una hermosa sonrisa se posó en sus rosados labios y la deseé aún más.
—Probablemente no es el momento adecuado y mucho menos después de todo lo que ha sucedido, aun así… ¿Crees que tu hermano me va a perdonar? —pregunté seriamente, la pelirroja me miró sorprendida y tras una breve pausa, se rio divertida.
—¿De verdad estás preocupado por Blake?
—No, pero ya sabes cómo es de orgulloso y pesado, ese bastardo me hará la vida imposible, no permitirá que tú y yo…
—¿Tú y yo qué?
—No permitirá que volvamos, no de manera fácil, es un bastardo sobreprotector.
Una sonrisa orgullosa llegó a ella.
—¿Quién dijo que tú y yo íbamos a volver? —cuestionó con diversión, mientras acariciaba la mariposa en mí pecho.
Me alejé un poco para verla con fijeza.
—¿No vamos a volver? —indagué frunciendo el ceño— dijiste que me amas.
—Lo hago.
—¿Entonces por qué no vamos a volver?
—Por qué tienes que conquistarme de nuevo.
La miré enarcando una ceja.
—Pero me amas…
—Pero quiero que me conquistes de nuevo —besó mí barbilla— soy una nueva Isabella más decente y madura, deberás esforzarte y…
Una ronca risa salió de mí, levanté una mano y acaricié su mejilla.
—Con qué una nueva Isabella —me reí y mí pulgar rozó suavemente su labio inferior—, debido a que ahora eres otra mujer, quizás entonces no debería intentar seducirte, no cuando no es correcto.
Sus mejillas se sonrojaron y sus oscuros ojos se llenaron de deseo.
—¿Cómo debo conquistarte, Isabella Gibson? —indagué con burla— ¿Darte flores? ¿Chocolates? ¿Más cartas?
—No, no quiero eso.
—¿Entonces que quieres, Cielo?
—Sexo, desenfrenado y caliente beso.
Intenté esconder otra sonrisa.
—Pensé que eras una nueva y más madura Isabella. Deberías saber que el sexo no soluciona nada y…
—Oh, cállate, Ian —se quejó y me atrajo hacia ella con firmeza— bésame y tómame.
Rocé mis labios con los suyos.
—¿No crees que vamos muy rápido? —pregunté— te deseo como a nada, sin embargo, no quiero presionarte y…
Isabella me besó con ímpetu y no tardé ni un segundo en corresponderle el beso con la misma hambre y necesidad. Ella despertaba algo en mí que ningún otro ser fue capaz de hacer antes, lo hacía con tanta intensidad que era por ello por lo que me sentía incapaz de no seguir su roja y hermosa luz fulminante.
Mis manos fueron a sus hombros y con suavidad la acosté de nuevo contra el sofá, sus manos acariciaron mi pecho, mientras yo comenzaba a besar su rostro completo y me desviaba directamente a su cuello dejando ahí un rastro de besos y mordiscos que la hicieron gemir con fuerza.
El suave aroma que emanaba Isabella me puso más duro que nunca, sus uñas se enterraron sobre mis hombros cuando la mordí con un poco más de fuerza, mis manos se metieron por debajo de su blusa y acaricié su suave y pálida piel, ella jadeó más fuerte cuando llegué a la altura de sus pechos y la toqué por encima de la tela de su sostén. —Is era muy sensible en aquella parte, — y fui muy insistente en aquel lugar para lograr elevar su placer, su pecho bajaba y subía con desesperación y sonreí un poco cuando gimió al sentir mis dientes raspando su piel.
—Oh, extrañe tanto esto —susurró roncamente. —Extrañé tu cuerpo Ian.
Mis manos se colaron por debajo de su sostén y acaricié sus firmes y erectos pechos, la vi volver loca debajo de mí y aquello me maravilló.
—¿Extrañaste mi cuerpo? ¿Solo eso? —le sonreí.
—Extrañé tus labios, tus manos, tu… —Ella se interrumpió y yo sonreí aún más.
—¿Mi…?
—Tu cuerpo entero, pero sobre todo lo que está por debajo de tu deliciosa pelvis.
—¿Mi deliciosa pelvis?
—Uhm…
La volví a besar y no perdí más tiempo haciéndole preguntas, no cuando las manos de ella cedieron a mi pantalón y comenzaron a desabrocharlos, Isabella abrió la boca para decir algo, pero no la dejé ir muy lejos porque me sentí hambreado e impaciente.