El pasado y su necesidad de irrumpir en el presente.
AMALIA
—Te juro que estoy a punto de ir a partirle su madre a ese hijo de-
—Victoria —reproché llamándola por su segundo nombre y dándole una mirada de advertencia antes de volver a mi trabajo.
—¡Es que no es justo Amalí! —se quejó tomando asiento frente a mí— No hemos podido conocer nada, te la pasas trabajando todo el día y cuando llegas al apartamento ni hablamos, solo duermes. Y a veces ni eso —se cruzó de brazos.
—No tengo otra opción, vine a trabajar antes que a pasear por la ciudad —el sonido de la grapadora resonó en la habitación y mi amiga frunció el ceño.
—Es que ya ni siquiera me miras, ni hablas conmigo si no es de trabajo —hizo un puchero cuando le pase una carpeta—. Yo necesito atención, no es posible que tu trabajo sea más importante que yo. Esta relación no va a funcionar así —se cruzó de brazos y frunció el ceño como niña pequeña.
—¿Quieres pedirme el divorcio? —bromeé antes de devolver mi mirada al computador frente a mi.
—Si esto sigue así me tendrás que dar la mitad de tus bienes —se puso de pie recogiendo mi taza de café terminada.
—Pero yo me quedo con la casa en Londres —le di una mirada rápida y me miró ofendida.
—Que perra —deje salir una pequeña risa, pero no respondí. Se devolvió y dejó las cosas nuevamente en mi escritorio antes de dejarse caer, dramáticamente, en la silla frente a mi— ¿Ya casi terminas?
—Aly, debo terminar esto antes de mi junta de las cuatro —me rasque la cabeza algo estresada cuando noté que no me quedaba mucho tiempo.
Tenía dos horas para terminar un informe de treinta páginas y hasta ahora había terminado de leer las propuestas del nuevo lanzamiento, a este paso me volvería loca.
—No entiendo porque no hablas con el señor Wealthy, lo que está haciendo ese imbécil no es justo.
—¿Qué pretendes que le diga? —eleve mi mano simulando un teléfono— Buenas tardes Señor Enzo, ¿Cómo está? Lo llamo, interrumpiendo sus vacaciones con su esposa —remarqué la última oración—, para comentarle que su hijo me está dejando demasiado trabajo y no puedo salir a pasear por la ciudad con mi mejor amiga —el sarcasmo era palpable en mi voz.
Ella hizo una mueca en señal de desacuerdo, pero no reprochó.
—Por el momento solo puedo terminar esto —señalé el aparato y el montón de carpetas sobre el escritorio—, ya encontraré la manera de pensar en una solución, o de resistirlo— comenté entre dientes. Y la escuché quejarse—. Mira, si termino esto hoy, mañana podremos salir temprano y recorrer el Times Squere. Te lo prometo —la mire por unos segundos y ella dio un chillido de alegría.
—Amalí —la secretaría de Aiden, Samantha, apareció en mi oficina con mil carpetas—, Aiden quiere que revises las bases legales de la empresa, los contratos de los trabajadores y que re-diseñes algunos otros —se detuvo frente a mí y yo sentí que el alma salió de mi cuerpo— ¿Dónde los dejo? —pregunto al ver que la mesa donde me encontraba se encontraba llena de otras carpetas.
Suspiré pesadamente.
Esto tiene que ser una broma.
—Déjalos sobre mi escritorio, por favor —frustrada pase mis manos por mi rostro, dejando un pequeño espacio entre mis dedos para mirarla.
Sammy obedeció y después de dejar las carpetas donde le había dicho, volvió a acercarse y me dio un vistazo apenada, aún con mis manos a los lados de mi rostro le di una mirada para que continuara.
—Aiden quiere verte en la sala de juntas, las muestras llegaron antes de lo previsto y quiere que le ayudes a escoger —hice un pequeño berrinche interrumpiéndola, mientras apoyaba mi frente en la mesa.
Llevaba solo tres días trabajando con Aiden al mando y ya me quería tirar de la terraza. Siempre encontraba la forma de darme más y más trabajo.
Pero si creía que me ganaría estaba muy equivocado.
—Tenía entendido que las veríamos en la junta con todos los jefes de área —mis palabras chocaron con la mesa haciendo que apenas y se me entendieran, pero sabía perfectamente que me habían escuchado.
—Jamás se ha permitido que ellos elijan los insumos para las colecciones, solo los diseñadores, el señor Enzo y Aiden se han encargado de eso. Y bueno, personas de confianza.
—Entonces no comprendo por qué quieren a Amalia ahí —gruñó mi mejor amiga. Me incorporé antes de que siguiera—, él no confía en ella —me señaló—, y el señor Enzo ya no se encuentra aquí —rodó los ojos.
Sabía perfectamente que se estaba conteniendo para no ir y "partirle la madre" como había dicho.
Desde que la conozco es quien más ha tomado retos y hace cosas sin pensar, claramente arrastrándome con ella.
En cambio yo, soy más meticulosa, siempre he pensado demasiado las cosas antes de actuar, veo los pros y los contras de cada decisión de mi vida una y otra vez, y por eso ella se ha encargado de sacarme de mi zona de confort varias veces. -aunque a veces no sale tan bien-.
Ella actuaba por instinto y yo era su polo a tierra que la forzaba a temer en las consecuencias.
Esa debe ser la razón por la que éramos tan cercanas. Somos tan diferentes, pero a la vez tan iguales que terminamos por entendernos de una forma increible.
A pesar de eso, he de admitir que en incontables ocasiones nuestros papeles han cambiado, y he sido yo quien no se detiene a pensar antes de actuar, o, mejor dicho, antes de abrir mi bocota.
—De seguro solo quiere joderte —continuo—, encontrar la manera de desquiciarte y que salgas huyendo de aquí.
Asentí dándole la razón a mi secretaria.
—¿Podrías inventar algo para que no tenga que ir? —junté mis manos rogándole a la castaña de pie frente a mí, ella sonrió con pesar y negó.
—Lo siento, pero si está empeñado en hacerte sufrir, ni Dios podrá hacerlo cambiar de opinión.