La tormenta siempre será una constante en la vida,
la calma no será una opción cuando los polos opuestos se atraen.
AMALIA
—¿Cuántos lados tiene un pentágono?
Preguntó Aly de la nada y fue la alerta de que algo pasaba. Claro, como si el hecho de que estuviera sentada frente a mi escritorio jugando con un adorno por más de veinte minutos, no me haya servido de indicio suficiente para darme cuenta.
Deje de teclear y mire a mi amiga por encima de la pantalla de mi laptop.
—¿Por qué necesitas saber cuántos lados tiene un pentágono? ¿Tienes clase de geometría al rato? —cuestione arqueando una ceja.
Se tensó en su lugar y comenzó a jugar distraídamente con el lapicero en sus manos, justo como hace cuando está nerviosa.
—¿Por qué no podría saber cuántos lados tiene un pentágono?
No respondí, solo fijé mi vista en ella, porque sé que es algo que odia que haga ya que le genera presión y termina por decir lo que esconde. Siempre funcionaba porque era malísima guardándome secretos.
Y porque sé que si le pregunto directamente tendrá la posibilidad de darle un giro de ciento ochenta grados a la conversación y se escabulliría dejándome con la palabra en la boca.
—Yo... —tartamudeo y se puso de pie— ¿Quieres café? —añadió a punto de salir corriendo.
—Alyssa —advertí, justo antes de que saliera.
Se giró hacia mí con los ojos cerrados y maldijo en voz baja, caminó hacia mí y volvió a tomar asiento. Cerré la laptop y junté mis manos sobre ella, esperando una explicación. El trabajo podrá esperar, hay prioridades.
Sé que me arrepentiré de haber dicho eso.
—Te ves radiante hoy ¿Ya te lo había dicho? —divagó de nuevo, pero no me molesté en responder. Suspiro—. Necesito un favor y no puedes decir que no —puso ojos de borrego y como lo creí, me arrepentí de haberle insistido.
No es que no quiera hacerle favores a mi mejor amiga, el problema es que sus favores siempre terminaban metiéndome en problemas. Digamos que Alyssa es demasiado impulsiva y no suele ver más allá de lo que está por hacer.
Esta vez fui yo quien suspiró, me recosté en la silla y la miré de mala gana.
—Por favor, por favor —juntó sus manos en señal de ruego.
—No.
—Ni siquiera sabes que es —refunfuñando se levantó y rodeó el escritorio—, además me lo debes. —me señaló con el dedo índice al mismo tiempo que se recostaba sobre el escritorio.
—¿Te lo debo? —elevé mis cejas con ingenuidad—¿Desde cuándo? —fruncí el ceño.
—Si no me hubieras dejado sola estos días, no te lo estaría pidiendo— se cruzó de brazos e hizo un mohín con su labio inferior.
Y por momentos como estos es que me pregunto; ¿Cómo es que nuestra amistad ha sobrevivido?
Porque ésta constantemente se ha basado en meternos en problemas la una a la otra, y en ocasiones nos metemos juntas. Eso, sin resaltar los polos opuestos que somos.
—Aly—
—Primero escucha lo que te voy a pedir y luego puedes apelar —interrumpió.
—¿Siquiera sabes lo que significa? —me burlé.
—Si —se puso de pie y volvió a rodear el escritorio— ¿Te olvidas que hice dos semestres de derecho? —alardeo y tomó asiento de nuevo.
Las comisuras de mis labios se curvaron y me obligue a morder mi lengua para reprimir la risa. Tomé un poco de aire para calmarme y le hice una seña para que continuara.
—Hace unos días, mientras estabas en una reunión con Aiden, tuve que ir al área de contabilidad por unos balances que necesitabas —pauso un momento, buscando las palabras que iba a usar. Evadiendo mi mirada.
—¿Te perdiste y ahora quieres que demande al departamento? —Intenté molestarla un poco más, pero mi amiga suspiró y me miró mal.
—Esto es serio —su tono de voz me hizo entender que así era, así que me enderece y la mire con atención—. Conocí a alguien y hemos estado hablando —proceso un poco las palabras, pero se frustró y terminó por cubrirse el rostro con las manos.
—¿Desde cuándo te da vergüenza contarme que conociste a alguien?
—No es eso, es que de verdad es diferente a cualquier otro hombre que he conocido.
Mis labios formaron una línea, no sabía cuándo lo había conocido o que era lo que sentía, pero ya conocía esas palabras y me aterraba pensar que podría salir herida de nuevo.
—¿Qué lo hace diferente? Dijiste lo mismo de tus ex's.
Sus ojos se iluminaron y entendí que ya no había marcha atrás. Mierda.
—Es inexplicable, no es solo su físico, la forma en que me trata, como me habla. No puedo explicarlo... ¡Tienes que conocerlo! —dio un brinco en su asiento.
¿Por qué cuando te enamoras te vuelves tan estúpido? Es como si el amor nublara tu lógica. "Es diferente", "No me hará daño" es de lo que nos convencemos para, en el mayor de los casos, darnos cuenta de que estábamos equivocados.
Pero si no lo intentas ¿Como encontraras a la persona correcta?
Dudas existenciales que jamás resolveremos. Solo pido que ésta, en serio, si sea la excepción para ella.
—¿El favor que quieres que te haga es que lo conozca?
—No exactamente —mordió su labio inferior y concentró su mirada en el gran ventanal de mi oficina—, se tiene que ir unos días por trabajo, así que quedamos en salir a cenar.
—¿Pero...? —no me gustaba el rumbo que llevaba esta conversación.
—Uno de sus mejores amigos ha estado un poco mal, así que esperaba poder arreglar algo para él. Entonces...
Se que me arrepentiría de preguntar, pero aun así lo hice.
—¿Entonces...?
—¿Puedes salir con él? —apenas y pude entender lo que salió de su boca por lo rápido que habló.
—¿Con tu novio? —bromeé, evadiendo lo que se me avecinaba.
Rodó los ojos y suspiró.
—Con su amigo —negué y volvió su mirada de borrego—. Por favor, solo una noche.