El Arte de la Seducción

Capítulo 1

Evité a toda costa postrar la mirada en aquel sobre manila que el cartero acababa de depositar dentro del buzón con total serenidad. Ocupé mi mente e hice la colada mientras el valor en mi interior se animaba a echarle un vistazo a su contenido y comencé a bailar, escuchando la radio como fondo para tener la cabeza ocupada por más tiempo y no ennegrecer la felicidad de mi hermano, que por fin había recibido una beca para asistir a un curso de arte de manera gratuita por los próximos seis meses, gracias a su fascinante talento para la pintura y todo tipo de arte que implicase creatividad.

—Planeo dibujarte mientras bailas, Tessa—le oí decir desde el comedor, donde estaba alegremente haciendo trazos, es decir, probando sus colores nuevos profesionales que decidí obsequiarle por haber sido aceptado en la academia de arte más sofisticada de Boston.

Era lo menos que podía hacer por él, ya que no podía pagarle la matricula todavía para enviarlo a la universidad porque tenía que abonar al banco por la herencia majestuosa que nuestros padres nos dejaron: Una deuda de más de un millón de dólares.

Levi llevaba un año sin asistir a una universidad, aunque yo le había prohibido trabajar, lo hacía, excusándose que era para ayudarme y no verme trabajar sin descanso día y noche; pero me negaba a que él se quedara estancado como yo. Deseaba que consiguiera alcanzar sus sueños, sus metas y ser muy feliz, puesto que él era mi hermano, mi responsabilidad y todo lo que me quedaba en el mundo. Además, no podía darme el lujo en esperar que los del banco vinieran a quitarnos nuestra casa, lo único bueno que nuestros progenitores nos heredaron, claro, después de la deuda. Mis padres fueron empresarios y siempre estaban viajando de país en país, cerrando negocios importantes en el extranjero, así que yo me quedaba a cuidar a Levi desde que nació y no se me dificultó hacerme cargo de él cuando ellos murieron. Lo curioso de todo, es que, tenía poco que habían cumplido un año desde que su avión estalló y nos dieron las noticias, pero ninguno de los dos lo recordó, o fingimos no acordarnos.

No lloré en absoluto ni Levi. Simplemente, cuando sucedió, nos acercamos a sus ataúdes y los observamos detrás del cristal. Ni una pizca de tristeza, ¿por qué? No lo sabíamos, pero yo sospechaba que se trataba de algo normal, puesto que jamás estuvieron con nosotros en ningún momento importante de nuestras vidas; y el haberlos perdido no fue más que algo sin importancia. Y poco después, cuando me notificaron de la deuda, sí lloré, pero de frustración y odio hacia ellos.

—Preferiría que usaras tus colores para algo que valga la pena—le grité desde el área de lavado.

—Tú vales la vida, Tessa—susurró Levi en el umbral de la puerta. ¿En qué momento se había acercado? Lo miré de reojo y vi que sonreía.

—¿A qué se debe este momento cursi de hermanos? —lo molesté, con una sonrisa mientras doblaba la ropa limpia en el cesto.

—Te dibujé, o bueno, lo hice desde el fin de semana pasado, pero como nunca nos vemos mucho de lunes a viernes, decidí dártelo ahora antes de que mañana vuelvas a trabajar sin descanso—dijo. Dejé de doblar la ropa y lo miré de frente. Levi dejó de esconder sus manos y me enseñó la hoja tamaño oficio en donde un dibujo genuino y precioso de mí estaba plasmado con colores fuertes y trazos perfectos. Me había dibujado con la ropa del fin de semana pasado, mostrando demasiados detalles.

—¡Es bellísimo! —lo tomé entre mis manos y se me llenaron los ojos de lágrimas. Sabía que no era para querer llorar, pero estaba orgullosa de Levi, él merecía sin dudarlo, una mejor vida, ser reconocido y tener absolutamente todo tipo de comodidad—muchas gracias, me ha encantado.

—Te hice el obsequio para que sonrieras, no para causar el efecto contrario—dio un paso a mí y colocó una de sus manos en mi hombro, dándome un apretón—Tessa, te esfuerzas demasiado por mí, por favor, detente, tú también tienes una vida que debes cuidar, no solo la de tu hermano menor, que, por cierto, ya tiene un año que es mayor de edad y puede valerse por sí solo—me recordó con una leve sonrisa.

—Siempre serás mi pequeño Levi, el bebé que se hacía del baño en el pañal y que lloraba si yo no estaba a su lado—dije, y él se ruborizó. Apartó su mano sutilmente y me envió una mirada ofendida, pero a la vez divertida.

—Eso me gano por consolarte, ¡Ser víctima de mi propia hermana al poner mis trapos oscuros al sol! —bromeó y me eché a reír.

—Eras un niño precioso con tus mofletes de bebé—le acaricié las mejillas y suspiré—todavía los tienes, y eso te hace ser mi hermanito menor, aunque tengas cincuenta años.

Levi rodó los ojos y señaló el dibujo que estaba en mis manos.

—Plasmé mi corazón aquí, así que más te vale guardarlo en un lugar seguro—sentenció, dirigiéndose a la puerta. Y hasta ese momento me percaté que se había puesto la chaqueta.

—Lo guardaré entre mis cosas más preciadas—prometí y él asintió—Levi, ¿vas a salir a alguna parte? Hoy es domingo, el último día de la semana que podemos estar los dos juntos en casa.

—Son las cuatro, Tessa, volveré a las siete en punto, antes de la cena, no te preocupes—se dio la vuelta para mirarme brevemente y luego continuó su camino. Lo seguí.

—¿Planeas ir a ver a Dominic? —quise saber. Él era su mejor amigo, pero comenzó a irritarme el día en que le consiguió trabajo a Levi a mis espaldas en un restaurante muy costoso, que le pertenecía a su familia.




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