EPILOGO

Una tarde como cualquier otra, en la plaza del barrio estaba ella. Verónica, de 15 años se encontraba contemplando a su alrededor, el pasto verde; los niños jugando en los columpios, gente en los bancos tomando gaseosa y charlando. La pequeña, analizaba y prestaba atención con su pequeña libreta y un lápiz en la mano, buscando inspiración para plasmar un mundo de fantasía, y huir de la realidad que la aquejaba.

Ella era hija única de unos padres ausentes, pero no por decisión propia. Su mama atendía una librería en el pequeño pueblo cercano y su papa era chofer de colectivos de larga distancia por esto vivía viajando; por lo que la solitaria e incomprendida chica solía estar siempre sola de un lado para el otro. Le encantaba escribir historias felices de familias unidas, con mucho amor y cariño para compartir, o a veces solía escribir canciones, aunque nadie sabía de dicho talento.

Cada día caminaba al colegio, imaginando como seria su vida si hubiese sido de otra manera, si hubiese nacido en otro lugar, o hubiese tenido otra familia. Habría tenido una hermana mayor que la acompañara o con la cual pudiera contarle sus dudas, tristezas y secretos. O un hermanito más pequeño, a quien querer mucho.

Nadie le dijo que su vida iba a cambiar, de un momento a otro sin que ella se lo esperara. Que se iba encontrar con algo que estuvo esperando por mucho tiempo, pero con muchos problemas en el camino.