Prologo

Hace quinientos años, cuando el mundo aún temblaba bajo las pisadas de los poderosos, el Rey Oscuro, Damian, reinaba sobre el reino maldito de Nedhur. Su magia era tan poderosa que bastaba con su mirada para arrebatar la vida de sus enemigos. Las sombras eran sus aliadas, y el temor se extendía más rápido que las llamas de cualquier incendio.

Sin embargo, su ambición lo llevó demasiado lejos. El consejo de los Siete Magos —Vuldryl, Vermilion, Argom, Caervei, Iloar, Aeldroassaer y Zaepyth—, los más poderosos de su era, unieron sus fuerzas para sellarlo en las profundidades de las tierras malditas. En un acto de suprema magia, encerraron su cuerpo y su alma, condenándolo a la oscuridad eterna.

O al menos, eso creían.

Los años pasaron, y con el tiempo, la historia de Damian se desdibujó en el mito. El mundo cambió. La Academia Arcana, símbolo de poder y aprendizaje mágico, se erigió en el corazón del primer reino, Ilisha. Los descendientes de los Siete Magos, conocidos como los Ethernals, gobernaban desde las sombras, vigilando con cautela que ningún vestigio del Rey Oscuro regresara.

Pero el destino es caprichoso. El sello que mantenía atrapado a Damian comenzó a debilitarse. En una noche de eclipse, cuando el cielo se cubrió de sombras y el mundo pareció contener la respiración, el Rey Oscuro rompió sus cadenas.

Cuando abrió los ojos por primera vez en cinco siglos, Damian ya no era el hombre que había sido. Su cuerpo, debilitado y rejuvenecido, ahora parecía el de un joven de apenas diecisiete años. La locura que una vez lo consumió se había desvanecido en parte, pero el odio seguía ardiendo en su corazón. Quería recuperar lo que una vez fue suyo, destruir a aquellos que lo traicionaron y reclamar su lugar como el soberano absoluto del mundo.

Sin embargo, la magia que lo había sostenido durante siglos ahora estaba menguada. Necesitaba tiempo, poder, y algo más, algo que nunca hubiera imaginado: la presencia de un joven que cambiaría su vida para siempre.

En las profundidades de la academia, Marcus, un chico tímido, sin magia y sin ambiciones grandiosas, seguía su rutina habitual. Relegado al ala de los sirvientes, sobrevivía en un lugar que nunca lo había acogido. Pero en esa misma noche de eclipse, los caminos de Marcus y Damian se entrelazaron.

El encuentro fue silencioso. Los ojos amarillos de Damian se encontraron con los azules y tímidos de Marcus. Y en ese instante, algo cambió. El Rey Oscuro, acostumbrado a destruir, sintió algo diferente: una extraña fascinación, un deseo de poseer y proteger a ese chico de ojos tristes.

Desde las sombras, Damian juró que Marcus sería suyo, sin importar el precio que tuviera que pagar o a quién tuviera que destruir.

Y así, mientras el mundo continuaba girando, sin saber del regreso del Rey Oscuro, un nuevo capítulo de oscuridad y redención comenzaba a escribirse.

El destino de Marcus y Damian estaba sellado. Pero el camino que recorrerían juntos sería mucho más peligroso de lo que ninguno de los

dos podría imaginar.