Capítulo 22: La Marea de los Deseos

La luna seguía reinando en el cielo, pero la calidez de Daniel a mi lado se había vuelto un consuelo lejano. Sus palabras me habían dejado una sensación de vacío, un eco que amenazaba con tragarse toda esperanza. Pero algo dentro de mí se rehusaba a rendirse.

"No puedo aceptar eso, Daniel." Mi voz sonaba segura, aunque por dentro temblaba. "No puedo aceptar que te niegues a luchar por nosotros."

Sus ojos me encontraron, en ellos vi un remolino de emociones. "No es que no quiera luchar, Sofía, es que no quiero que te conviertas en el precio de mi felicidad."

"Soy yo la que te encontró, Daniel," recordé, "Soy yo quien lanzó la moneda, quien hizo el deseo, quien decidió amarte." Sus ojos parecían oscurecerse, la angustia en ellos era un reflejo de la que sentía en mi pecho. "Tú no puedes decidir por mí."

Mis palabras se quedaron flotando en la sala, silenciosas y audaces. Daniel se quedó en silencio, su rostro esculpido por la luz lunar se tornó más suave, más reflexivo. Después de unos momentos que parecieron una eternidad, asintió.

"Estás en lo correcto, Sofía." Su voz sonaba cansada, pero resuelta. "No puedo decidir por ti. Pero quiero que entiendas que no es un camino fácil. No sé qué podría suceder."

Y aunque sus palabras llevaban una advertencia, también llevaban un rastro de aceptación. Algo dentro de mí se relajó, como si finalmente pudiera respirar. Le sonreí, mi corazón latiendo con esperanza.

"Lo entiendo, Daniel." Dije, mi voz tranquila y firme. "Estoy dispuesta a enfrentar lo que venga. Juntos."

Y en ese momento, supe que, sin importar lo que nos esperara, no estaría sola. No, tendría a Daniel a mi lado, nuestro amor como brújula en medio de la tormenta. Porque, aunque los dioses pudieran ser impredecibles, nuestro deseo de estar juntos era indomable.