Es cierto que el chico estaba ansioso por continuar, por saber más y por las casualidades del mundo, encendió la televisión y lo primero que vio fue una noticia “La despenalización de las drogas…” no leyó más, con eso bastó para imaginar hasta dónde habíamos llegado. Brasil estaba uniéndose a la fila de esos países, pero de manera pública, de manera legal. Algunos opinaban que era beneficioso, otros más tachaban de mal esa decisión. Sin embargo, un miembro importante dijo “Es una manera de lidiar con un problema que es el hiperencarcelamiento de jóvenes novatos con buenos antecedentes por portar pequeñas cantidades de droga”. ¿Es enserio?
Para el chico no era más que una mierda disfrazada de puras mentiras. Es cierto, no estaba en Brazil el ni siquiera tenía nacionalidad latina, pero algo no le gustaba, le fastidiaba. Con rabia empezó a sacar su cuaderno, escribió y la mano no alcanzaba para la cantidad de información.
Las cosas estaban empeorando, pero no solo en Brasil sino en toda latinoamérica, cada acción “legal” de un gobierno, afectaba a otro, cada gramo de droga consumido afectaba a familias enteras, cada situación importante solo nos distraía de lo que realmente es importante, cada maldito segundo que pasaba solo era una oportunidad para dejar entrar a un narcotraficante.
Jair Bolsonaro dijo “es un flechazo en el pecho de las familias brasileñas que lidian con las consecuencias de las drogas” y claro que lo era, y Yuri no quería quedarse de brazos cruzados solo viendo como su país se hacía pedazos. Había ciertas cosas que influyen en una personas para meter sus manos en los asuntos de caridad: su economía, pero sobre todo su seguridad. No cualquiera donaba y hacía caridad a las personas que lidiaban con el narcotráfico y las drogas.
Las pequeñas cosas crean actos extraordinarios, pero Yuri no era paciente. Yuri era un revolucionario que pese a todas las atrocidades que había escuchado (y aún no había escuchado) tenía la esperanza de cambiar el punto de vista de las personas sin involucrarse demasiado, sin poner en riesgo a sus padre y su carrera. Sí, solo era un niño de 20 años, pero ya podía actuar.
— Haré de esto la mejor arma contra la realidad.
Mencionó una vez que el lapicero al fin descanso y dió por terminada su “queja” con la escritura. Revisó hoja por hoja. Descubrió que los datos eran verdaderos. Descubrió que su país ocupaba el puesto 4 con mayor incautación de drogas en Latinoamérica, descubrió que la tasa de homicidios entre pandillas había aumentado en un 15% durante los últimos 3 años, la corrupción en el gobierno no disminuye, la consecuencia de las drogas en Cracolandia solamente empeoraba y, ahora, la gente estaba celebrando esta nueva imposición del Supremo.
¿Qué más podía pasar? Solo había una forma de mejorar. Según su profesor de filosofía, afirmaba que todas aquellas cosas grandiosas habían empezado plasmando una idea en papel y tinta, decía que una palabra era suficiente para destruir al mundo así como para cambiarlo. ¿Por qué no? Si las palabras eran tan poderosas y generaban tanta conciencia ¿Podía él hacer lo mismo con su revolución? Tal vez.
— Si no es ahora, nunca. Una palabra, un sinónimo, una consecuencia, una acción. – sonrió el chico fascinado con su idea.
— ¿Qué haces, Yuri? – preguntó su padre desde la puerta.
— Estoy haciendo algunos cambios.
— ¿En qué?
— Ya verás.
— ¿Nada de pintarte el pelo o piercings, verdad? – se acercó unos pasos el hombre, preocupado por esta nueva etapa en la vida de su hijo.
— ¡Jajaja! No, para nada. Algo no tan drástico – su padre se fue cerrando la puerta tras de sí, y Yuri corrigió sus palabras – o tal vez demasiado drástico. Una de las dos.
Siguió en lo suyo y no paraba de buscar noticias, datos, asuntos relativos a la nueva investigación. Tardó cerca de dos horas en acabar rendido. Su cabeza reposaba sobre su escritorio, tenía el lapicero en la mano y la computadora aún estaba encendida con su última vista.
— ¿Será que le podemos seguir contando?
— Si el capitán saca los datos y desmiente el asunto de manera pública, puede hacer lo que quiera, esas personas ya no existen. – ambos observaron la pantalla. “Rescatan de trata a niños en Brasil” – Aquí no es Brasil.
— Pero sabes cómo funciona, esas personas tienen aliados en todos lados. – la mujer, más que por ella, temía que las palabras de Yuri fueran demasiado lejos.
— Estamos bien. Te lo prometí y te lo sigo prometiendo, estás a salvo. – la tomó contra su pecho y besó su frente.
Todo tenía parte de cierto, los brasileños (latinos específicamente) no eran juguete si envolvían la droga, pero también era cierto que cuando alguien conseguía y se ganaba su libertad, ya no había quien se la quitase. Algunos dicen que los latinos son lucha y cáncer que se esparce para ayudarse o destruirse. Son armas de dos filos que tienen mucho, pero también consumen todo. No son mala hierba, pero son hierba peligrosa, tan buena como para salir adelante pero tan venenosos como una serpiente. Perdonan y a veces no olvidan, se siguen levantando y caminan incluso sin un pie. Así es latinoamérica, no pueden comprar su vida, pero si destruirla.
Cada uno ve por sí mismo pero saben cómo echarse aguas cuando alguien se quema. El mejor trabajo es levantarse y darle la cara a la vida, se convencen que cada día es mejor. No estoy diciendo que son unos sobrevivientes, pero saben vivir día con día porque los latinos son guerreros que pasan y saben lo que significa el peligro. Nacen entre perros que solo quieren morder y crecen con la necesidad como mejor amiga. Así son ellos, así somos nosotros. Escuchamos balas a ratos, sabemos cuándo alguien nos sigue en la oscuridad, nuestra madre da más miedo que la muerte. Los latinos tienen un corazón lleno de agujeros pero arreglado con cemento, a veces agachan la cabeza porque el mundo exige demasiado, a veces hacen cosas incorrectas por razones que ven correctas, pero aún con todo eso, aún con consecuencias, no se dejan vencer y siguen siendo lo que los diferencia de todos, siguen siendo latinos.
Editado: 20.02.2025