El beso de la libélula

Capitulo 1

LAIA SALERNO

M. Scott Peck, en su libro “El camino que menos recorrido”, publicado en el año 1978, citaba lo siguiente: La forma más rápida de cambiar su actitud hacia el dolor, es aceptar el hecho de que todo lo que nos sucede ha sido diseñado para nuestro crecimiento espiritual.

Eso en definitiva es lo que marca nuestro destino, la actitud que uno opta tomar, después de haber sido víctima de algún acoso, abuso y/o violencia.

Cito esta célebre frase del autor, para dejar en claro que uno puedo cambiar después de haber vivido un infierno, tan solo con decidir cambiar de actitud y apostar al futuro.

Termino de escribir la última parte de mi investigación sobre abuso de poder, de una ex empleada de un lujoso hotel; donde fue acosada por el gran magnate hotelero, Monte Santos Lautaro.

Pero soy interrumpida por la presencia de mi adorable compañera de trabajo, y amiga personal, Ana Cosí.

Ya su presencia es llamativa, con su pelo enrulado, color café, sus ojos pardos y su gran sonrisa. La hacían ver muy simpática y atractiva. –No lo digo porque sea mi amiga-; pero, sin dudas, ella es una gran persona, con todas las letras.

-Perdón que te interrumpa –Se apoya en mi escritorio y cruza sus piernas-. Pero, te tengo un notición –Mira para todos lados, y luego se centra en mi-.

-Solo espero que sea interesante, porque estas interrumpiendo mis últimos momentos de redacción de mi gran trabajo del día. –Le respondo; ella sonríe-.

-Lo es- Me responde y toca su pelo, como si se estuviera peinándose con la mano-.

-¿Qué noticia me traes? –Le respondo, ansiosa-.

-Acabo de escuchar mientras me hacía un té en la cocina, que al parecer, nuestro octogenario gerente de redacción, se está por jubilar –Abre sus ojos, emocionada-.

-¿Eso era el notición? –Le contesto, y me centro en mi laptop-.

-Laia, ¿no te das cuenta la finalidad de mis palabras? –Me responde ofendida-.

Niego con mi cabeza y continuo escribiendo, ignorándola por completo, lo que sé que le molesta.

En el fondo lo disfruto un poquito, porque a pesar de quererla mucho, a veces era muy chismosa; sus chismes suelen distraerme por completo, y luego recibo los retos del gran gerente octogenario.

-Laia Salerno, sabes muy bien lo que me ofende que me ignores. Pero lo que más furiosa me pone, es que no te des cuenta que estoy tratando de ayudarte, trayéndote una información recién salida del horno. La cual por cierto puede servirte de mucha ayuda –La observo fijo y me encojo de hombros-.

-¿En qué puede ayudarme tu gran información salida del horno? –Le respondo, irónica-.

Pone sus ojos en blanco y suspira profundo, luego me mira fijo y me dice:

-Intento ayudarte para que salgas de este simple puesto, en el que estas hace 5 años, y logres postularte como gerente de esta prestigiosa revista digital, la cual es consumida por muchas edades –Espero siga así por siempre-. ¿Ahora entendés la finalidad de mi gran noticia? –Me responde, cruzando sus brazos molesta-.

-Agradezco que hayas confiado en mí, y sobre todo que creas que puedo postularme como gerente. Pero necesito hacerte volver a la realidad.

Esta editorial está llena de olfas, que harán lo que sea necesario para poder escalar. –Yo no encajo dentro de eso-. Lo mío más bien es puro trabajo y dedicación a lo que tanto amo, que es informar. –Suspiro hondo. Luego peino mi largo pelo con ondas, de color negro, y la miro fijo-.

-Discrepo con vos. Esa actitud conformista no te va a dejar crecer nunca. ¿No pensé que eras tan quedada, amiga? –Me defraudaste por completo-.

-Perdón si te defraude con mi respuesta, Ana, Pero la realidad es que no tengo ganas de ponerme a competir con un montón de idiotas, que lo único que quieren es humillarte y dejarte mal parada por un puesto. –Respondo molesta-

Entonces aparece mi otro amigo dentro de esta editorial. Manuel Ferraro. Al igual que yo y Ana, somos columnistas de diferentes temáticas dentro de la revista Ask.

Pero sin dudas, él era mi preferido. Un gran ser humano; humilde, bondadoso y solidario. Siempre está predispuesto a lo que necesitamos, Ana y yo.

Sin desmerecer lo guapo y alto que es. Aunque, lo esconde bien debajo de esa fachada nerduna. Esos anteojos que lleva, no destacan su gran mirada, y tampoco sus ojos grises. Y su pelo corto, peinado con raya al costado, no luce su pelo castaño claro, como debería ser. Pero aún así, amaba mucho a mi amigo.

-No pude evitar escuchar la conversación, y no es que sea un chusmo. Pero necesito apoyar en este momento a mi amiga Ana. –Ana se levanta y lo abraza-.

Ella tiene razón, tenes todas la cualidades para competir por el puesto que deja vacante el gerente – ¡Vamos amiga, no te tires para abajo!-.  Yo sé que vos podes conseguir quedarte con ese puesto; nada me gustaría más, que tenerte como jefa. –Ana asiente con la cabeza y yo sonrío por lo bajo-.

-Está bien… -Ellos gritan y luego se callan cuando los demás los observan con mala cara-. Voy a averiguar bien como viene la mano, pero no les prometo quedarme con el puesto. –Me levanto y ellos me abrazan-.




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