ADEM SADIK
Ingreso a mi oficina, Mariano y Alfredo vienen detrás de mí. Me siento en mi silla, un poco mareado, ido. Llevo mi mano a mi rostro, y rasco mi barbilla, nervioso.
-¿Te sentís bien, Adem? –Me pregunta, con un chasquido de dedos, Mariano-.
-Sí… -Le respondo; intentando volver en si-.
-Todos quedaron revolucionados abajo. Es la primera vez que deciden buscar de forma interna en 10 años. –Dice Alfredo, con una cálida sonrisa-
-Así es, yo creo que tenemos mucho potencial dentro, y no lo estamos aprovechando al 100%. –Responde Mariano-.
-Olvidamos decirles el tiempo que tenían para presentar sus notas… -Les digo, cortando la conversación-.
-Tenes razón, pero quédense tranquilos, en cuanto baje les doy las pautas de los temas, y el tiempo del mismo. –Responde Alfredo-.
-Alfredo, ¿Cuál es tu preferido? –Pregunta Mariano y este sonríe-.
-No tengo preferidos, pero si se reconocer las personas responsables y diferentes ¿ustedes me entienden, no? –Ambos asentimos con la cabeza-.
-¿Quiénes son esas personas? –Pregunto, curioso-.
-En realidad es solo una persona… -Me responde; luego apoya sus manos en mi escritorio y me mira fijo-.
-¿Quién es? –Pregunto, con una mezcla de nerviosismo e intriga-.
-La persona que tengo en mente, y que estoy seguro que ganara, y se quedara con mi puesto; lleva 5 años en esta empresa, y es muy prolija, obediente y trabajadora.-Mariano le hace seña que lo diga-. Su nombre es Laia Salerno. –Ambos lo observamos atentos-.
-No puedo reconocerla a ojo, es decir, no puedo asociar el nombre con el rostro de los empleados. –Respondo serio-.
-Eso es fácil, entra a su columna en la revista y encontraras su foto –Me responde con una sonrisa-.
La busco en mi laptop, hasta que la encuentro. Cuando reacciono quien es, me pongo nervioso. Esa mujer me había impactado en cuanto la vi. Sus ojos cafés, su piel trigueña, y ese pelo con ondas, de color negro, la hacían ver tan parecida a las mujeres de mi tierra.
Pero había algo que me intrigaba, era la sensación que me producía
su mirada ¿Por qué me sentí raro al verla? –Mariano me despierta con otro chasquido de dedos-.
-¿Y?… -Me mira atento, Mariano- ¿la encontraste?
-Sí… -Giro mi laptop y se las muestro-.
-Sí, es ella. Una morena con un carisma y excelencia en su labor, que si no estuviera casado, y a excepción de mi edad, les juro que iría por ella sin dudarlo. –Responde Alfredo, y Mariano sonríe-.
-Estoy seguro que habrá otras igual o mejor que ella, no desprestigiemos la labor de los demás empleados. De ser como decís vos, entonces nos daremos cuenta. Pero no quiero que esto condicione la elección. –Respondo serio, e incómodo a la vez-.
-No seas tan tirano amigo. La descripción y el favoritismo de Alfredo, no va a condicionar para nada nuestra elección. Sabes que somos profesionales con eso, y no nos guiamos por recomendaciones –Me dice Mariano, asiento con la cabeza-.
-Bueno, me voy a retirar. Tengo que dejar todo bien encaminado, y bajar línea de lo que acabamos de hablar recién a los empleados. Más tarde subo y les comento todo acerca de lo que hablamos. –Asiento con la cabeza-.
-Yo también me voy a mi oficina, tengo mucho trabajo atrasado. –Dice Mariano-.
Ambos salen de la oficina, entonces aprovecho y leo la columna que escribió ayer Laia. Ya lo había hecho ayer, pero esta vez era distinto. No le puse rostro a lo que leía, esta vez lo voy a hacer desde otra perspectiva.
Llegue a mi casa, pero me temo que por unas horas estaré solo. India fue a lo de una amiga, mientras que mi pequeña princesa se fue a pasar el día en la casa de su mejor amiga. Aprovechare para descansar, y después las iré a buscar. Subo las escaleras y me dirijo hacia mi habitación, necesitaba darme una ducha. Estaba haciendo mucho calor, y este traje me estaba acalorando mucho.
Dejo mi maletín en la cama, luego me desprendo de mi ropa. Me meto en la ducha, y dejo que las gotas de agua fría, impacten en mi cuerpo. Cierro los ojos e intento relajarme un poco.
Termino de ducharme y me pongo el pijama. Luego bajo a la cocina, y abro la heladera. Busco que comer, y encuentro el kebab ekmek que hice ayer. Lo pongo en un plato, luego hago hervir un poco de té, me lo sirvo en la taza, y me dirijo hacia el living. Lo dejo en la mesita ratona, enciendo la televisión y miro un poco de noticias, mientras ceno.
Venus, baja corriendo por las escaleras y se dirige hacia donde me encuentro; la acaricio y luego la subo en el sillón.
Una hora después, mis ojos comienzan a pesarme, intento no dormirme, estoy esperando la llamada de India.
Aunque intento no hacerlo, me quedo dormido, con Venus en mis brazos. Entonces comienzo a tener un sueño del pasado. Recuerdo a mi abuela Elif, en mi época de adolescente. Solía leerme la borra de café, aunque en el fondo sabía que odiaba que lo hiciera.
Editado: 19.11.2021