LAIA SALERNO.
Aún estaba mareada por la presencia de Adem. Su mirada penetrante, y sus rasgos duros, me intimidaban. Me sentía inquieta y nerviosa a la vez, mientras me miraba con sus ojos avellana.
No entendía porque él producía eso en mí. Además, sentía curiosidad de su cercanía, ¿Por qué fue tan gentil conmigo? ¿Será porque Alfredo le hablo bien de mí?
Miles de ideas giraban en mi cabeza, pero preferí desechar todas, no podía tener esperanzas con un hombre casado, y mucho menos mi jefe.
Mientras acaricia su pelo ondulado, de color negro con su mano izquierda, pude observar su alianza. Sentí una congoja en mi pecho, pero en el fondo sabía que no podía cambiar la idea de que podamos conocernos con más profundidad, porque era imposible.
Sin embargo me derretía con su hermosa sonrisa, y esa linda dentadura que enseña cuando ríe. Lo delicado y varonil que parece a la vez, mientras conversa con Alfredo. Intento desviar mi mirada, y me concentro en mis amigos.
Una hora después, todos regresamos a nuestros puestos laborales, para después terminar despidiéndonos de Alfredo. Las lágrimas salían de mis ojos a borbotones. Me había encariñado con él, y además, era muy sensible. Todo me hacía romper en llanto.
Quizás lo que paso en el día me sensibilizo. Desde el mensaje de mi ex, pidiéndome que convenza a Elián para que pasara una semana con él y su esposa. La cual era mi mejor amiga, y se portó desleal. Pero eso es un tema aparte. No podía decirle a mi hijo que su padre, después de tanto tiempo sin verlo, de buenas a primera, quiere pasar una semana con él.
Mientras conducía rumbo a mi casa, las lágrimas rodaban por mis mejillas. Me sentía entre la espada y la pared.
No quería que mi hijo se ilusionara, y que su padre desapareciera como de costumbre; pero por otro lado, sé que es su papá, y no puedo negarme. Todo dependía de Elián, y en el fondo era lo que me lastimaba. Ponerlo en compromisos de elegir a él.
Llego a mi casa, dejo la campera en el perchero y mi cartera. Saco mi celular y me dirijo hacia el living comedor, me detengo al escuchar voces, seguido de eso observo la figura de un hombre, apoyado en el desayunador. De otro lado esta Elián, con su semblante serio.
Cuando reconozco su voz, además de su contextura grande, pelo con ondas de color negro, y la parada canchera, caigo en cuenta que mi ex se atrevió a visitar a mi hijo, sin mi presencia.
Me pongo roja de la furia, aprieto mis puños con fuerza, intentando controlar mi ira. Respiro hondo y hago notar mi presencia. Gastón, mi ex, me mira fijo, como si me estuviera sobrando. Lo fulmino con la mirada, levantado mi ceja izquierda, cruzándome de brazos.
-Mamá, recién vino papá…quería hablar con vos. –Me responde con tristeza en su mirada. Lo que me enfurece aún más-.
-Ya lo vi amor…Elián, ¿Podrías dejarnos solos unos minutos? –Mi hijo asiente con la cabeza-.
Cuando camina rumbo a su habitación, Gastón intenta acariciarlo, pero él rechaza su caricia. Cuando desaparece por el pasillo, clavo mi mirada fija en Gastón y lo enfrento.
-¿Me queres decir que mierda estás haciendo en mi casa? –Apoyo las manos con furia en el desayunador-. ¿Acaso no te dije que esperaras a mi respuesta?
-Esa son las razones por las cuales te deje… -Me responde irónico; intento abofetearlo, pero es más rápido que yo, y me agarra fuerte de la mano-.
-¡Soltame! –Le digo furiosa; entonces me suelta-. ¿Por qué viniste sin avisar?
-Porque te conozco bien Laia. Sé cómo sos, y estaba seguro que evitarías responderme. Sé que me porte mal, pero Elián es mi hijo, y no vas a poder impedir que lo vea. –Me reta con la mirada-.
-Por desgracia lo es, pero hubiera preferido que no lo fueras. Sos una mierda de padre. Él no tenía la culpa de que no me quisieras, pero sin embargo, decidiste arrasarlo en tus malditas decisiones cobardes. –Me agito de los nervios, mi pecho sube y baja de forma incesante-. Elián tiene 15 años de edad, de los cuales solo te disfruto 5 años. Desapareciste por 10 años, y ahora como si nada haces acto de presencia, pretendiendo limar asperezas, olvidando el daño que ocasionaste con tu partida.-No me doy cuenta que estoy gritando, y no quiero que Elián escuche la conversación-.
-Sé muy bien que me aleje, pero siempre estuve en contacto con Elián. Le escribía, le preguntaba cómo estaba. No quería venir a verlo, porque las cosas entre vos y Laura no habían terminado bien, y preferí dejar que el tiempo pase, para luego comenzar de nuevo como antes. –Me responde, poniendo sus manos en la cintura-.
-¿me estás hablando en serio? –Mis ojos se humedecen y evito llorar-. Jamás te preocupaste de Elián, no estuviste cuando te necesitaba, en sus momentos más importantes de su crecimiento. Tampoco cuando estuvo enfermo, cuando se egresó, sin contar que jamás aportaste su cuota alimentaria, y lo hiciste, solo después que te denunciara, embargándote tu suelo, por la cuota alimentaria. –Golpeo con mis puños la mesa furiosa-. No vengas ahora a decirme que esperaste 10 años para aparecer, con la puta idea de que todo se olvidara; porque no somos cosas, que se usan y se dejan cuando se le plazca la maldita ganas.-Me agito, y contengo a la vez-. Quiero que te vayas ahora mismo de mi casa, y no vuelvas a aparecer sin que yo así lo autorice. –Le indico con mi mano la salida-.
Editado: 19.11.2021