LAIA SALERNO
Caen lágrimas de mis ojos, las cuales me las seco con mi mano. No quería que todos me vieran llorando, mientras cruzaba el pasillo, hasta mi oficina.
Odiaba la idea de que mi oficina fuera vidriada, estaba expuesta y tenía que tragarme mis sentimientos.
Me siento furiosa, dejo mis cosas en el escritorio. Respiro profundo, luego me concentro en la diagramación de las noticias, tal cual me indico el señor tirano.
Mis manos tiemblan, y no solo por cómo se comportó recién conmigo, sino también, porque el solo verlo me producía una sensación rara en mi ser.
Muerdo mi labio inferior, cierro y abro mis ojos, luego me concentro en mi trabajo. Evito pensar en ese imbécil, porque el odio que sentía en este momento era tanto, que si intentara dejarme guiar por mis sentimientos, terminaría siendo despedida de mi puesto.
Unos minutos después, terminó mi trabajo. Lo envío, mientras bebo un poco de té de mi taza.
Recibo la visita de Manuel y Ana, la verdad que los necesitaba mucho. Así que, los dejo pasar.
-¿Estás bien? –Me pregunta Manuel-.
-No… -Suspiro hondo-.
-¿Qué pasó? –Me pregunta sería Ana-.
-Te juro que si sabía que aceptar este puesto iba a significar un infierno para mí, te juro que no lo aceptaba. –Mis ojos se humedecen-.
-¿Por qué? ¿Qué pasó? –Pregunta serio, Manuel-.
-Primero, recibí un desplante de Adem Sadik; no quiso discutir las tareas del puesto. Luego, me toco la peor tarea del mundo, ir a controlar las noticias con él.
Termino dándome un breve resumen de la historia de la revista, de lo profesional que son, y que mi trabajo básicamente era una mierda, que terminaría opacando su prestigiosa revista. –Me levanto y camino furiosa-.
-¿En serio te dijo todo eso? –Me pregunta Manuel, asiento con la cabeza-.
-¿Por qué se comportaría así con vos? Digo, con Alfredo era diferente, sin contar que se mandó miles de cagadas. –Dice Ana, molesta-.
-No lo sé…quizás no le caiga bien. A lo mejor, quería a otra persona en este lugar. Lo único que tengo claro, es que no me soporta. –Suspiro profundo-.
-Adem no es esa clase de persona, no es un machista, y tampoco tuvo malos tratos con nadie en este lugar. De hecho nunca apareció por estos pasillos, aún con las cagadas que nos mandamos a diario. –Dice Manuel-.
-Parece que tenías un concepto equivocado con respecto a ese hombre –Respondo furiosa-.
Cuando intento maldecirlo, noto su presencia en la oficina. Su semblante es serio; Ana y Manuel nos observan a ambos.
-¿Podrían dejarnos solos, por favor? –Le indica Adem, a ambos-.
Ellos asienten con la cabeza y salen de la oficina, cerrando la puerta. Yo evito mirarlo a los ojos. Tengo tanto odio y bronca encima, que temo cometer alguna locura.
-Acabo de revisar tu mail. –Apoya sus manos en mi escritorio y me mira fijo-. Le voy a hacer algunos arreglos, pero está mucho mejor que la primera que enviaste.-Lo miro seria-.
Antes de que finalice el día, necesito que me pases el calendario de las noticias, y que te encargues de supervisar bien a los columnistas, para que tengan las notas en tiempo y forma.
No quiero atrasos con eso, el día de hoy lo perdono, pero mañana ya no tendré la misma paciencia que hoy.
-Perfecto, me encargare de supervisar todo, y luego enviárselo. –Le respondo distante-.
-Una cosa más… -Lo miro atenta-. Durante la jornada laboral, no se admite reuniones con empleados, a no ser que sea por una causa personal o laboral.
Te recuerdo que ya no sos columnista, en este puesto exijo compromiso, respeto y profesionalismo. No quiero volver a repetirlo. –Es lo último que dice y luego sale de la oficina-
-¡Maldito imbécil! –Digo en voz baja-.
Me siento furiosa e intento concentrarme en mi trabajo. Tenía que encargarme de la planificación del calendario de los editores, columnistas, como el sector de diseño.
Supervisar que todo esté bien, no quería tenerlo de nuevo, parado en mi oficina, diciéndome lo mala empleada que soy.
Por fin había finalizado mi jornada laboral. Ana y Manuel salieron conmigo, caminamos unas cuadras. Necesitaba despejar mi mente, después del duro día de hoy.
-En resumen, tu ex exigió la modificación del régimen de visita de Elián. –Me dice Ana; asiento con la cabeza-.
-Entonces… ¿Qué va a pasar ahora con eso? –Pregunta Manuel-.
-Quiero evitar que mi hijo pase por la intervención de psicólogos, que nos hagan preguntas a toda la familia.
Creo que ya es suficiente por todo el trance que vivimos estos 10 años. No me va a quedar de otra que hablar con Elián, decirle que en principio pruebe la convivencia por esa semana que solicita.-Peino mi pelo nerviosa con la mano-.Estoy segura que después de esto no volverá a verlo nunca más. Conozco a Gastón, y sé que no le va a durar mucho este interés por Elián.
-¿Qué pasa si esta vez es diferente?, digo, que intente retomar su relación con su hijo.
Editado: 19.11.2021