LAIA SALERNO
Acabo de entrar a la escuela de artes marciales de mi hijo, me siento en una de las gradas de arriba, ya que, los que vinieron temprano, ocuparon los mejores lugares.
Thomas llega detrás de mí, le hago señas con mi mano, para que se siente junto a mí. Él se acerca y se sienta, aun lleva puesto el uniforme de colectivero.
El lugar esta explotado de personas. A lo lejos diviso a los jóvenes que se preparan con su uniforme blanco para luchar. Sus profesores están con ellos, les hablan transmitiéndoles las últimas indicaciones.
-¿Nerviosa, hermana? –Me pregunta mi hermano, Thomas-.
-Un poco, sabes que me pongo nerviosa cuando lo veo pelear.-Me aferro a mi cartera con ambas manos-.
-Tranquila, no es la primera vez que pelea. Además, en todas gano, solo una, pero esa mejor olvidar. –Lo miro y sonrío-.
Entonces mi hermano levanta la mano y saluda a alguien, cuando miro a su dirección, encuentro a mi pequeño. Levantando ambas manos, con una sonrisa de oreja a oreja.
Levanto la mano y lo saludo, luego le tiro besos con mi mano. Él sonríe y luego es llamado por su profesor.
-¿Qué tal el trabajo hoy? –Me pregunta Thomas; mientras saca de su mochila dos botellitas de agua mineral frías-.
-Bien, aunque tuve una discusión con una ex compañera. –Le respondo; mientras agarro la botellita, la abro y bebo un sobro de agua-. Al parecer está un poco descontenta con mi puesto de gerente. –Le respondo y él bebe casi la mitad de su botellita de agua, y luego sonríe-.
-Eso es pura envidia hermana, no le hagas caso. Vos sos una excelente periodista, y además escribís como los dioses. El resto es solo decorado… -Me codea amistosamente y sonreímos juntos-.
Entonces nos concentramos, ya que, indican por un megáfono que el torneo acaba de comenzar. A través de una pantalla, se observa los nombres de los luchadores, y las escuelas.
Muchos compañeros del colegio de mi hijo están alentando a su equipo. Intento buscar con mi mirada a la noviecita de mi hijo, pero no la encuentro.
Mi hijo comienza a pelear, es uno de los primeros. Siento mucha adrenalina y nerviosismo a la vez. Intento calmarme. Mi hermano comienza a hinchar por mi hijo, lo alienta.
Suspiro hondo, y entre tantos golpes que reciben ambos, intento desviar mi mirada, y al hacerlo, me encuentro con Gastón y Laura sentados en las primeras butacas, hinchado por Elián. Junto a ellos se encuentra su hija, Pilar de 10 años de edad.
Si ya estaba nerviosa por ver luchar a mi hijo, esto se elevó a la potencia. Mi hermano me pregunta que me pasa, le hago señas hacía donde se encuentra Gastón. Lo observa, y su rostro se transforma, le indico que se tranquilice y asiente con la cabeza.
Una hora después, solo quedaba el último ganador del torneo del año pasado, y mi hijo. Mi corazón no paraba de latir a mil por horas, sentía ganas de vomitar.
No entendía porque estas cosas me ponían así, pero era algo que sin dudas debía tratarlo.
Entre patadas y golpes de puños, mi hijo llega a noquear a su adversario. El referí levanta la mano derecha de Elián, y lo da por ganador. En ese momento todos nos levantamos, aplaudimos.
Yo me abrazo con Thomas y saltamos de alegría. Los compañeros de mi hijo lo abrazan y luego lo alzan, elevándolo alto, al grito de “somos los campeones”. Bajo rápido por las tarimas, mi hermano me acompaña detrás de mí.
Cuando llego al dojo, observo que mi hijo rechaza el abrazo de su padre y hermana. Viene corriendo hacia mí, me abraza fuerte. Lo lleno de besos, luego mi hermano lo alza y se abrazan.
Gastón me fulmina con la mirada, Laura evita mirarme, mientras que su media hermana se queda triste.
-Amor, felicitaciones. –Lo lleno de besos en la cara, aunque a decir verdad, ya me estaba pasando de altura-.
-¡Gracias mamá por estar presente como siempre! –Me abraza de nuevo y beso su cabeza-.
-Campeón, felicitaciones –Le dice Thomas, mientras revuelve el pelo de Elián-.
-¿No pensás saludarnos, hijo? –Le dice Gastón-.
Mi hijo no quiere darse vuelta, pero le indico que lo haga. Entonces de mala gana, se acerca hacía ellos y deja que lo saluden.
-Dentro de unos días podrás venir a casa, entonces vamos a festejar por tu campeonato de Karate. –Le dice Gastón, Elián asiente con la cabeza-.
Segundos después mi hijo sale corriendo a recibir el trofeo y festejar con sus compañeros y profesor.
Gastón se acerca hacía mí, y cruza unas miradas con Thomas. Me aferro al brazo de mi hermano, y evito que se trencen.
-Agradezco el buen gesto que tuviste conmigo, permitiendo que Elián aceptara venir a pasar una semana con nosotros, y evitando así que sea llevado en materia legal.-Asiento con la cabeza de mala gana-.
-Espero que esta vez no la cagues, porque te juro que voy a hacer que lo pagues –Le dice mi hermano, con sus ojos cargado de ira-.
-Eso no va a ocurrir, esta vez cambie. Y estoy decidido a recuperar el tiempo perdido con mi hijo. –Su hija, se aferra a su brazo-.
Editado: 19.11.2021