El beso de la libélula

Capitulo 34

LAIA SALERNO

Cierro la puerta con fuerza, sin importarme lo que sucediera después de mi osadía. Adem levanta la vista, mientras que un mechón de su pelo, tapa parte de su visión. Corre con su mano el mechón de pelo, y se centra en mí.

-¿Por qué sigue molestando a Manuel? ¿Acaso no se da cuenta que es muy sensible y exigente consigo mismo? ¿Por qué lo hace? –Le pregunto molesta; él se levanta y se acerca a mí-.

-¿Qué formas son esas de entrar a mi oficina, Laia? Además, exigiéndome explicaciones –Me mira serio, y yo no me achico-.

-Estoy cansada de su bipolaridad Sr. Adem. Primero me trata bien, después me trata mal, y no conforme se agarra con mis amistades dentro de este lugar. –Lo enfrento con la mirada- Manuel, es un excelente columnista, y usted se cansa de buscarle defectos, solo para molestarme.

Pero ¿sabe algo? –Me mira fijo-. Pienso renunciar ahora mismo, no voy a ser parte de su juego perverso. –Me doy media vuelta, pero me detiene tomándome del brazo-.

-En primer lugar, no voy a aceptar tu renuncia. En segundo lugar, si pensás que renunciando voy  a dejar de corregir a tu amigo, estas equivocada.

Y en tercer lugar, no pensé que eras tan débil, creí que podías separar lo personal de lo laboral. Justamente es por eso, que te dije que no era conveniente crear lazos dentro de la editorial, más teniendo un cargo de Gerente. –Sus palabras me fastidian, llegando al punto de enfurecer-.

-No me importa si toma o no mi renuncia, de todas formas terminare renunciando.

Yo no tengo la empatía que usted tiene. La frialdad de resolver ciertos asuntos. Yo defiendo y valoro lo que quiero, y mis amigos son como mis hermanos.

No voy a permitir que en su acto de dañarme, termine lastimando a la gente que quiero. –Me suelto de su agarra, y camino hacia la puerta-.

Entonces cuando estoy a punto de abrir la puerta, siento su presencia detrás de mí. Su cálido aliento despeina mi pelo.

Apoya sus manos en la puerta, evitando que la abra. No me doy vuelta, pero mi corazón no deja de latir. En mi vientre hay una especie de danzas de mariposas, las cuales no puedo controlar.

-No…quiero que te vayas. –Me susurra cerca del oído-.

-Entonces cambié su postura con respecto a sus tratos para conmigo y los empleados de la editorial. –Sigo sin darme vuelta, pero siento su cuerpo muy cerca de mí-.

Hace una pausa, mientras noto como se pega a mi cuerpo, y esa cercanía acelera el pulso de mi corazón. Siento su respiración en mi nuca, y sus brazos me acorralan.

Entonces, lentamente se aparta de mí, y bajas sus brazos. Apoya su espalda en la puerta y me mira de costado.

-No puedo modificar las órdenes que doy, pero prometo corregir las formas en la que lo hago ¿está bien? – Apoyo mi hombro en la puerta, cruzo mis brazos y lo miro disconforme-. Laia, no me mires así… -Baja la cabeza y suspira profundo-.

-¿Por qué no debo mirarlo de esa forma? ¿Qué tiene mi mirada? –Me mira con sus ojos avellana-.

-Me pone nervioso… -Me responde; entonces lentamente acerca su cara, casi pegándola a la mía-.

-No me creo que una simple empleada, a la cual odia, le cause nerviosismo al verla. –Le respondo, mientras que observo sus labios-.

-No te odio, Laia… -Me responde, como si estuviéramos hipnotizados-.

Cuando estamos a punto de rozar nuestras bocas, nos sobresaltamos con el golpe de la puerta.

Enseguida nos separamos, y apartamos de la puerta. Esta se abre y la persona que ingresa, sin dudas, no sería la mejor visita para Adem.

-¿Otra vez vos acá? –Me dice, molesta, India-.

-India, ella es la Gerente de este lugar, y puede venir las veces que así lo considere. ¿No entiendo qué estás haciendo en mi oficina? –Camina hacia su escritorio nervioso-. Tu lugar es en la sala de fotos, no mi oficina. –Le responde, y se sienta molesto en su silla-.

-Yo…mejor me voy. Los dejo , solos –Digo, y salgo de la oficina de Adem-.

Mis piernas temblaban, apenas podía caminar. Subo al ascensor y llevo mis manos al pecho. Respiró hondo, cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos.

Recordar lo que acaba de suceder dentro de la oficina de Adem, me descolocaba por completo. Si su mujer no llegaba a tiempo ¿me hubiera besado? –Muerdo mi labio inferior, nerviosa-.

Lo hubiera disfrutado por completo. –Suspiro ahogando mis sentimientos reprimidos, y salgo del ascensor acalorada-.

Me meto dentro de la oficina, bebo un poco de agua y luego me concentro en mi trabajo. Aunque, en el fondo, siento que India hizo bien en llegar, de lo contrario hubiera cometido una locura, de la cual sería imposible zafar. ¿Me pregunto si Adem se dio cuenta que me gusta? –Niego con la cabeza y escribo en mi columna-

Segundos después, dejo de escribir. Apenas podía concentrarme. ¿Cómo podría hacerlo después de lo que paso en esa oficina? –Me recuesto en el respaldo de la silla y la giro inquieta-¿Cómo voy a mirar a Adem, después de lo que paso en su oficina? –Los nervios me vuelven loca-.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.