El beso de la libélula

Capitulo 37

ADEM SADIK

Bebo un sorbo de champagne de mi copa, y me aparto de todo el bullicio de los flashes y habladuría mundana, dentro del salón.

Pero soy interrumpido por India, quién al parecer no deja de custodiarme y hostigarme.

- ¿Dónde estabas? -Me dice, mientras que terminó mi copa de champagne-.

-No tengo porque rendirte cuentas de mis actos, India. -Le respondo, y agarro otra copa de champagne-.

-Te equivocas, aun es tu deber hacerlo, y te voy a explicar por qué. Primero, porque no firmamos los papeles aun, y segundo, porque vinimos con vos, y no sería bueno que tu hija te vea coqueteando con otras mujeres. -Sonrío y bebo todo de la copa de champagne-.

-Tranquila, acá la única desleal y creativa sos vos. Yo jamás le expondría a mi hija, y tampoco la haría sentir mal. -Cuando voy a agarrar otra copa, me la saca y se la bebe-.

-Me porte mal, pero también sería bueno que admitas tu culpa. Durante dos años, me ignoraste por completo. Tenía que buscarte para que me hicieras el amor, ya no tenías apetito sexual conmigo. Así que, no me culpes solo a mí, esto es de ambas partes -Bebe todo el champagne y la miro fijo-.

-No intentes hacerme culpable de tus decisiones, India. Jamás deje de ocuparme de vos y de Aylin. Siempre te trate como una princesa, te amé y te respete.

Pero me canse, y no voy a permitir que sigas torturándome, y sobre todo amenazándome. Yo decido que hacer con mi vida, sin pedirte permiso ¿está claro? -Es lo último que le digo, y agarro una copa de champagne-.

Me pierdo entre la multitud, hasta que encuentro a mi hija. Está conversando con Maia.

- ¡Papá, tenemos que sacarnos una foto! -Me dice, entonces dejo la copa y me acerco a ella-.

Nos sacamos fotos, hasta que logramos sentarnos en los sillones con vistas al jardín. Afuera esta gris, y en cualquier momento se iba a largar a llover. Pero hacía mucho calor, la brisa que entraba refrescaba mi rostro.

- ¿Te estás divirtiendo? -Le pregunto, ella apoya su cabeza en mi hombro-.

-Sí, me estoy divirtiendo mucho. ¿Dónde está mamá? -Me pregunta, mientras sube algunas fotos a sus redes sociales-.

-La vi conversando con Gaia. -Le digo, intentando sonar convincente-.

Entonces, Maia aparece, agarra de la mano a mi hija, y la arrastra hacia el escenario. Iba a cantar un cantante conocido, del momento. Pero antes, Mariano me hace señas que va a subir al escenario y hablar. Asiento con la cabeza, y me acerco a la tarima.

Mariano dice unas palabras con respeto a los 10 años de Ask. Me nombra un par de veces, y después termina saludando a todos los empleados e invitados que asistieron y formaron parte de la revista.

Un par de horas después, ya estaba un poco mareado. No había probado bocado alguno, tenía el estómago vacío y el alcohol me había hecho mal.

Las luces se habían apagado, la música comenzaba a sonar. Todos bailaban y gritan al ritmo del cantante del momento.

Yo decidí tomar aire afuera, estaba muy mareado. Me saco el moño, desprendo dos botones de mi camisa, y peino mi pelo, estaba transpirando.

Siento la presencia de alguien, cerca de mí. Cuando me doy vuelta observo a Laia. Me miraba de una forma lastimosa. Me había arrepentido de haberme descargado con ella, ahora sin dudas, sentiría pena de mí. Y es el sentimiento que no quería que sintiera por mí.

Me pongo serio, y tenso a la vez. Continúo mirando hacia el cielo, unas gotas caen y mojan mi rostro.

- ¿Te sentís bien? -Me pregunta, mientras limpia las gotas de la lluvia de su rostro, con las manos-.

-Si…deberías entrar, vas a mojarte y te podes resfriar. -Le digo, entonces ella se para en el centro del jardín-.

Levanta sus manos, cierra sus ojos y deja que las gotas de lluvia impacten en su cuerpo. La miro y sonrío, entonces hago lo mismo.

-Deja que la lluvia quite todas tus penas... -Me dice, con sus ojos cerrados-.

Entonces comenzamos a mojarnos, ella sonríe, mientras se saca los zapatos y comienza a danzar bajo la lluvia.

Me agarra la mano y giramos como si fuéramos dos niños, sonreímos al mirarnos.

Parece que el alcohol no solo me había pegado a mí, sino también a ella.

Cuando comienza a llover más fuerte, salimos corriendo hacia una zona techada, y alejada del bullicio del salón.

Ella se recuesta en la pared, mientras su pecho sube y baja de forma incesante. Las gotas de lluvia habían mojado todo su rostro, pelo y pecho.

Me mira fijo, entonces la miro. Las gotas de lluvia corren por mi sien, mientras que los mechones rebeldes de mi pelo molestaban mi visión.

- ¿Estas más calmado? -Me pregunta, mientras que se pone los zapatos-.

-Un poco… -Le respondo, me acerco hacia ella-.

Levanta la mirada, apenas puedo verla a través de la poca luz que hay en este lugar.

Me acerco, pegando mi cuerpo al suyo, ella no pone resistencia. Entonces con mis dedos, bordeo sus labios. Acaricio sus mejillas con el revés de mi mano, ella cierra sus ojos. En ese momento pego mis labios con los suyos.




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