El beso de la libélula

Capitulo 38

LAIA SALERNO

- ¿Estás mejor? - Le susurró al oído, mientras acaricio su pelo y espalda-.

-Sí, gracias por quedarte conmigo… -Me dice, mientras seca sus lágrimas-

Nos separamos, entonces acaricio su rostro, luego aparto los mechones de pelo de su cara.

- ¿Me prometes que vas a dejar de tomar con el estómago vacío por esta noche? -Asiente con la cabeza y sonríe-.

-Laia…lo que pasó recién…digo, lo del beso…-Tapo su boca con mi mano-.

-Lo que pasó recién, va a ser nuestro secreto ¿está bien? -Él asiente con la cabeza, de mala gana-.

Cuando saco mi mano de su boca, veo la presencia de Manuel. Nos mira serio, su rostro se transformó por completo.

-Te estaba buscando… ¿Qué estás haciendo acá? -Me pregunta, mientras ignora por completo a Adem-.

-Estaba un poco mareada, entonces decidí salir al jardín, allí nos encontramos y estuvimos hablando de la fiesta, pero fuimos sorprendidos por la lluvia, y nos refugiamos en este lugar.

Pero ya estábamos a punto de irnos ¿no es así Sr. Adem? -Adem, baja la cabeza, sonríe y luego de mala gana asiente-.

-Su esposa e hija lo estaban buscando Sr. Adem -Responde Sarcástico Manuel-.

- ¿Querrás decir mi exesposa e hija? -Le retruca, con un juego de miradas que me estaba asustando-.

-Manuel, mejor entremos, tengo un poco de frio. -Lo agarro de la mano y lo llevo a la rastra-.

Mientras caminamos, siento que Manuel se pone tenso. Entonces se detiene antes de ingresar por la puerta que da al jardín. Me doy vuelta y lo miro seria.

- ¿Qué estabas haciendo con Adem en ese lugar escondida? -Frunzo el ceño molesta-.

-Ya te expliqué los motivos por los cuales nos encontrarse en ese lugar, pero parece que no queres creerme. -Le respondo, encogiéndome de hombros-.

Entonces Adem pasa cerca de nosotros, cruza un par de miradas con Manuel, y se mete dentro del salón.

-Entonces, si solo estuvieron conversando ¿Cómo es que tenes su perfume impregnado en tu cuerpo? -Mis ojos se abren como platos, trago saliva y me acaloro- No puedo creer como te atreviste a estar con ese imbécil -Sus ojos se humedecen-.

Sos una traidora, te importo poco lo descortés que se comportó conmigo, decidiste consolarlo ¿no es así? -Me grita molesto-.

- ¿Podes bajar la voz? -Le respondo seria-No soy ninguna traidora, tampoco me olvido de cómo te trato. Simplemente necesitaba hablar con alguien, y lo escuche, es todo lo que paso. -Me doy media vuelta y camino hacia la puerta-.

- ¿Lo besaste? -Me detengo, al escuchar su pregunta-. Sos una traidora Laia. -Se adelanta y abre la puerta antes que yo-.

Se mete dentro del salón, entonces tomo bocanadas de aire, y un par de lágrimas caen de mis ojos. Me las seco, respiro profundo y entro al salón.

Una vez dentro del salón, quedo casi ciega por las luces de colores, las cuales apenas dejan que vea mi camino. Busco con la mirada a Ana, pero no la encuentro.

Entonces lo veo a Manuel, en la barra tomando un trago, pero sin respirar. Hay mucha gente dentro, siento frio con el aire acondicionado. Además, estoy mojada, me abrazo sola.

Cerca de la barra encuentro a Adem, está discutiendo con India. Me mareo un poco, al desviar mi mirada, encuentro a Ana, bailando, muy pegada con un hombre fornido.

Manuel no dejaba de beber, entonces me acerco hacia donde estaba él. Me mira, pero desvía la mirada, está nervioso.

-Manuel…no quiero que estemos enojados. -Él sigue bebiendo-. Manu, no sabes beber, te va a hacer mal. -Me mira mal, y sigue tomando-. No…no lo bese. -Le respondo, y suspiro profundo-.

Entonces se da vuelta, me observa tiritando de frio, se saca su saco y me lo pone.

- ¡Gracias! -Le respondo, entonces siento un poco de alivio-.

- ¿Me juras que no lo besaste? -Me pregunta, entonces asiento con la cabeza-.

Odiaba mentirle, pero tenía que hacerlo. Porque era evidente que odiaba a Adem, y más después de cómo lo trato. Esto lo heriría por completo, y no quiero que este mal por mi culpa.

Me acaricia el pelo, peinando sobre lo mojado, sonrío y se lo agradezco.

-Odio su aroma, y al sentirlo impregnando en tu cuerpo me hace encrespar la sangre. -Me dice, suspiro hondo y desvío la mirada-. ¿Por qué tenes su perfume en tu cuerpo, Laia? -Lo miro seria-.

-Porque se ofreció darme su saco, me lo puse un rato, después se lo devolví, porque no quería que su exesposa me viera con el saco. Entonces se lo devolví, seguramente dejo su perfume en mí, a través del saco. -Él suspira y me mira-.

-La próxima vez, me pedís que te acompañe afuera, y con gusto lo hago, además te presto mi saco. -Golpeo su hombro con mi puño y el ríe-.

Adem pasa por enfrente de nosotros, ni se percata de nuestra presencia. Está muy molesto. India va detrás de él. ¿Acaso no piensa dejarlo en paz? Pobre Adem, realmente estaba sufriendo.




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