El beso de la libélula

Capitulo 44

LAIA SALERNO

Salgo de esa oficina de Adem, maldiciendo por lo bajo. Tengo ganas de matarlo; no entendía su cobardía de no responder mis preguntas. ¡Es un maldito imbécil!

Entró a mi oficina furiosa, entonces cruzo miradas con Manuel, quien baja la cabeza y continúa atento a su máquina. Ana me pregunta si estoy bien, entonces niego con la cabeza. Ella se queda preocupada.

Las horas pasan, termino mi trabajo y me marcho. No tenía ganas de seguir un minuto más en la editorial. Estaba molesta con Adem, odiaba amarlo como lo amaba.

Salgo sin saludar a nadie, me meto en el ascensor y luego bajo hacia el garaje. Cuando estoy a punto de subir a mi auto, siento que me hablan.

-Laia, ¿podemos hablar? –Me doy vuelta y me encuentro con Manuel-.

-Manuel…no sería el mejor de los días, para que comencemos una discusión. –Le respondo, intento abrir la puerta de mi auto, pero la cierra-.

-No quiero pelear, todo lo contrario. –Lo miró y me desahogo, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas-.

Manuel no lo duda y me abraza; necesitaba tanto su abrazo, que me recuesto en su hombro, y me aferro a él. Entonces observo a Adem salir del ascensor, apenas me mira su rostro se transforma. Pero en cuestión de segundo, desvía su mirada y se dirige hacia su auto. Lo pone en marcha, y se va a toda velocidad, me sobresalto con el ruido de la rueda en el piso.

-¿Qué te pasa? ¿Qué te hizo ahora ese imbécil? –Me susurra al oído-.

-Nada, solo fui yo la que se ilusiono, y creyó que estaba enamorado de mí, pero en realidad no era así. –Despegamos nuestro cuerpo, y él me mira fijo-.

-Laia, lamento que estés sufriendo por ese hombre, pero no lo merece. Ojalá pudiera cambiar el destino, y permitir que me miraras a mí de la misma forma, pero no puedo mandar en el corazón, y respeto tus sentimientos. Lo que no puedo soportar es verte llorar por ese imbécil. –Me dice, mientras seca mis lágrimas con sus dedos-.

-Tranquilo, no lo voy a hacer más, lo prometo. –Lo miro fijo-. Perdón por cómo te trate el otro día, yo… -Él silencia mis labios con sus dedos-.

-Ya lo olvidé, espero vos también lo hayas hecho –Asiento con la cabeza- Ahora como buenos amigos, estuve pensando en ir mañana a un resto bar de un amigo, para pasarla bien y que te distraigas ¿Qué te parece la idea? –Me quedo seria, pero Ana nos sorprende-.

-Me imagino que tu respuesta será un sí ¿verdad? –Me choca con su hombro y sonreímos los tres-.

-Está bien…pero, recuerden que ya soy una persona mayor. Ustedes tienen 30 años, mientras que yo, siete más que ustedes. –Ana me abraza y sonríe con una carcajada-.

-Pero que bien llevados esos 7 años… -Dice Manuel, y rompemos en risa los tres-

Nos subimos al auto los tres, luego pongo en marcha y nos vamos de la editorial.

Elijo que ponerme, revisó en el guardarropas, pero soy sorprendida por mi hijo Elián. Se recuesta en la cama, mientras que se acomoda, por la dificultad de la férula.

-¿A dónde vas a ir? –Me pregunta, curioso-.

-Voy a salir a un resto bar con Manuel y Ana –Le respondo, mientras que encuentro lo que estaba buscando-. Le muestro el vestido  corto, de color negro con brillos, y espalda descubierta.

-¿Cómo me vería con esto? ¿Qué te parece hijo? –El me mira y siento que no le cuadra la idea de que me ponga algo corto-.

-Me parece muy corto, pero tal vez puesto se vería distinto, ponételo y te doy mi punto de vista. –Me dice, entonces asiento con la cabeza-

Segundos después me lo pongo, me miro al espejo y desfilo para Elián. El me mira serio, y luego levanta su pulgar.

-¿Te gusta? –Le pregunto indecisa-.

-Te queda hermoso mamá – Me tiro a la cama, y lo abrazo y lleno de besos-. ¡Gracias mi amor!

-Mamá, no hacía falta tantos besos –Me dice, y lo vuelvo a besar, provocando su risa-.

-Voy a besarte las veces que considere necesarias ¿está claro? –El asiente con la cabeza y pone sus ojos en blanco-.

Me levanto, doy una segunda mirada en el espejo de espalda y me convenzo que es el indicado.

Una hora después, ya estoy vestida, peina, maquillada y lista para irme. Thomas y Elián me miran y murmuran entre ellos.

-¿Qué están secreteando si se puede saber? –Les pregunto, enarcando una ceja-.

-¡Qué carácter, che! –Dice, Thomas y sonríe-. Estábamos diciendo que te veías hermosa. Y en un punto, tu hijo esta celoso. –Elián codea a Thomas y se pone serio-.

-Elián, tu madre tiene derecho a divertirse como vos lo haces con esa chiquita, Bianca. –Thomas sonríe por lo bajo, y Elián fulmina con la mirada a su tío-.

-Yo no dije nada, es el tío quien está hablando pavadas. –Dice, mientras mi teléfono vibra-.

Revisó el mensaje y me indican que ya están listo, esperando por mí afuera. Hoy no voy a conducir, tengo pensado beber. Lo que indica que iremos y vendremos en taxi.

Me despido de mi hermano e hijo y salgo del edificio; segundos después ya estoy arriba del taxi con mis amigos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.