El beso de la libélula

Capitulo 48

LAIA SALERNO

Llego al trabajo, un poco cansada. Ayer discutí todo el día con Elián y Thomas. Sé que debí haberles dicho dónde estaba, para que no se preocuparan.

Pero sentía que tendía que rendir cuentas de mis actos y eso me molestaba, soy adulta y tengo derecho de hacer lo que se me plazca de mi vida.

Solo aceptaba el hecho de no haber avisado, ese era un error grave que cometí. Tengo en mi mano derecha un café, mi clásico mocca. Mientras que en la otra mi cartera.

No llego a hacer dos pasos que Ana me ataca, me agarra del brazo y me lleva hasta mi oficina. Luego cierra la puerta y se asegura que nadie la esté mirando desde los boxes, que dan al frente de mi oficina.

-¿Qué pasó, Ana? -Le pregunto, mientras dejo mi café en el escritorio,  y mi cartera en el perchero-.

-Ayer, tuviste la suerte de llegar un poco más tarde a trabajar, después de haberte dormido en casa del jefe. Pero resulta que nosotros no tuvimos la misma suerte, en realidad, Manuel no la tuvo. -La miro atenta-.

- ¿Qué pasó con Manuel? -Le pregunto, seria-.

-Ayer, a última hora lo llamaron, entonces le pidieron que por esta semana se encargara de hacer exteriores ¿sabés lo que significa eso? -Abro los ojos como plato-Tener que estar esperando en una puerta que te atiendan para traer una puta noticia a la editorial de Ask.

Bancándote el calor y los humores de las estrellitas del futbol local. -Me mira molesta, como recriminándome lo que le paso a Manuel-.

Todo esto pasó por tu culpa Laia, porque al reprimirte frente a Adem, terminas lastimándolo aún más, y salpicando todo eso a las personas que te rodeamos. ¿La siguiente en la lista de los enemigos de Adem, seré yo? -Sus palabras me lastiman por completo-.

-Ana, yo no tengo la culpa de las acciones de Manuel. Sé que cometí el error de emborracharme, y me arrepiento de eso. Pero lo que paso después, no lo busqué yo. Más bien fue por culpa de esas mujeres que acompañaban a Adem. -Ella revolotea sus ojos-.

- ¿Qué las golpearas y te hicieras cargos de las estupideces que decían por celos, es culpa de otro, Laia? ¿Cuándo vas a asumir tus sentimientos de una vez por todas? -Mis ojos se humedecen-.

-No merezco tus palabras crueles y ofensivas Ana. Me estas lastimando por la forma en la que me estás hablando, parezco tu enemigo en vez de tu amiga. -Ella cruza los brazos molesta-.

-Yo te quiero mucho, pero soy sincera. Y si no te gusta que lo sea, entonces deberías replantearte nuestra amistad. -Me mira desafiante-.

- ¿Entonces la culpable de todo soy yo? -Le pregunto, ofendida, y ella zigzaguea su cabeza, molesta-.

-No se trata de culpables Laia, solo de asumir con responsabilidad nuestros actos. ¿No te das cuenta de que, alejándolo de tu vida, lo único que haces es acercarlo y lastimarnos a todos? -Caen lágrimas de mis ojos-.

Entonces, no le respondo. Me trago mi orgullo, y salgo de la oficina furiosa. No quería seguir discutiendo y, menos en mi puesto de trabajo. Ana se había excedido en la forma que me hablo, pero más tarde hablaría con ella. Ahora tenía que hacerlo con Adem.

Subo al ascensor, marco el piso siguiente. Cuando se abren las puertas camino, furiosa hacia la oficina de Adem, su asistente me detiene, pero la evado y logro entrar a la oficina.

Lo siguiente que ven mis ojos me deja perpleja. Adem de espalda, con su torso desnudo, mirándose en el espejo su hombro y espalda. Mientras que se pasaba el dedo, como si estuviera viendo algo.

Siento un cosquilleo en mi vientre al ver su torso desnudo. Desvío la mirada, nerviosa, no quería embobarme con su cuerpo.

- ¿No te enseñaron a golpear? -Me pregunta, se da vuelta y agarra su camisa-.

Entonces noto un tatuaje que cubre hombro y espalda. Una jaula y un pájaro saliendo. Y una frase en otro idioma. Se pone la camisa y mientras se prende se da vuelta y me mira.

- ¿Estás sorda? -Vuelvo en si en cuestión de segundos-.

-Sí, me enseñaron a tocar la puerta. Pero hoy pase por alto esa enseñanza como lo hace usted con los empleados de la editorial. -Me cruzo de brazo, mientras me pierdo en su abdomen tableado-.

-Ya sé por qué estás en mi oficina… -Termina de prender el último botón de su camisa rosa pálido, mientras sonríe-. ¿Se trata de Manuel, verdad? – Asiento furiosa-

- ¿Por qué seguís con la venganza, Adem? -Le reprocho colérica-.

-Ya te dije, el me golpeo, pero yo decidí no devolverle el golpe, al menos no de esa forma. Lo mande como un novato a la calle, para que recuerde sus comienzos, y la cosa no termina ahí. Mario se encargará de su columna por esta semana, ya que, pobre, no llegará a tiempo para hacer todo a la vez. -Me responde irónico, y sonriendo por lo bajo-.

Se sienta en su silla, mientras lo miro con ira. Parece que disfruta al verme molesta. Me acerco y pongo mis manos en el escritorio, furiosa y lo miro fijo.

-Se perfectamente que esto no se trata de ese puto golpe, si no de otra cosa -Él abre sus ojos como plato al verme molesta-.

- ¿Según usted de que otra cosa más se trataría, Señorita Salerno? -Me responde, mientras gira su silla, con un semblante sobrante-.




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