El beso de la libélula

Capitulo 51

ADEM SADIK

Habían pasado unas semanas, Mariano vendría el próximo lunes. Parece que las vacaciones se extendieron. Yo aún no sabía a donde iría, sobre todo, porque India persuadía a mi hija, para que fuéramos los tres juntos. Ya hace unas semanas que hable con ella, y aun no tengo noticias sobre el supuesto embarazo.

Para mí fue una especia de artimaña para intentar regresar conmigo. Trato de no darle muchas vueltas a ese tema, porque terminaría siendo una presa fácil de mi exmujer.

Después de tanto insistir, por fin, Laia acepto venir a cenar a casa. Pusimos una excusa de trabajo pendiente.

Me estoy esmerando en la cocina, quería deleitarla con algún plato típico de mi país. Le estaba preparando un kebab de berenjena, el plato que solía hacer mi madre cada viernes en mi casa.

Revisó en la heladera si cuento con todos los ingredientes: berenjenas, tomates cherry, pimiento verde, carne picada…en fin, tengo todo lo que necesito.

Dos horas después tengo todo preparado; elegí cambiar el mantel de la mesa, por uno color borravino. Puse los platos blancos, con detalles dorados., los cubiertos, copas, y servilletas de forma delicada.

Saque un vino dulce para acompañar la cena. Luego, reviso mi vestuario. Me había puesto una chomba blanca, con un pantalón de vestir beige.

La verdad estaba un poco nervioso, había pasado un tiempo desde la última vez que cortejaba a una mujer de la cual estaba enamorado. Quería que se sintiera cómoda, y que la pasara bien. Tampoco quería quedar como un obsesivo y detallista.

El timbre del departamento suena, me sobresalto. Camino hacia la puerta de entrada, nervioso, apretando mis puños. Abro la puerta, y todo se esfuma; ya no tenía nervios, mi corazón comenzó a latir fuerte, y mis ojos se cegaron ante tanta belleza, parada enfrente de mí.

Ese top negro, y la pollera larga, de color negro, con ese tajo en el lado izquierdo, le quedaba de maravillas. Se hizo en el pelo un rosquete. Sus labios pintados de color carmesí, me hacían tentar de probarlos. Relamo mis labios, loco de deseo y amor. Entonces ella me mira enarcando una ceja.

-¿No vas a invitarme a pasar? –Me pregunta; asiento y ella sonríe-

-Estás hermosa… -Le respondo, casi embobado por su belleza-.

Laia sonríe, se acerca y me da un beso corto en los labios.

-Vos también estás hermoso… -Me dice, y guiña un ojo-.

Luego deja su cartera y saco negro en el perchero. Al girar, noto parte de su tatuaje a través de la espalda. Suspiro profundo, y la llevo de la cintura hasta el comedor.

-Mmm… estó parece rico… ¿Qué es amor? –Me pregunta; entonces corro la silla para que se siente, y ella se sienta-.

-Es un kebab de berenjenas, espero te guste –Le respondo, luego me siento a la mesa-.

-Estoy segura que sí… -Me responde; sirvo en los platos la comida-. Muero por probarlo, estoy hambrienta. –Me contesta, al momento que prueba un poco del kebab-.

-¿Te gustó? –Le pregunto, mientras comienzo a comer-.

-Me encantó, ¿Qué tiene? –Me vuelve a preguntar, mientras sirvo en las copas el vino-.

-Bueno, tiene una mezcla de ingredientes, pero las principales son las berenjenas, carne picada, el pimiento; tomates cherry, algunas especies, entre otras cosas. –Ella disfruta con la comida-.

-Después me pasas la receta, estoy segura que a mi hijo y hermano les va a gustar –Asiento con la cabeza; ambos bebemos vino-.

Nos quedamos unos segundos mirándonos, con un brillo especial en nuestros ojos. Dicen que los ojos son la fuente del alma, y sin dudas estaba viendo todo su interior a través de ellos. Y lo que encontraba me gustaba, y mucho.

-Muero por saber, como hiciste para salir de esa forma vestida, y que Elián y Thomas no te hayan interrogado. –Le pregunto; ella sonríe y luego me mira fijo-.

-En realidad deje que Elián fuera a lo de su novia, y Thomas fue a la casa de su novia también. Así que, nadie notara que no estoy en casa. –Sonreímos los dos al unísono-.

Una hora después, y de terminar de comer el postre, elegí hacer un kunefe. Minutos después, terminamos los dos, sentados en el sillón, bebiendo vino.

-Quiero que sepas, que ese postre, crujiente y relleno de queso y pistacho, sabia como los dioses. – Me susurra Laia. Mientras que yo me jacto de mis dotes culinarias y ella sonríe-.

-Laia, ¿puedo preguntarte algo? –Ella asiente con la cabeza, y deja la copa en la mesita ratona-. El otro día, sin querer pude ver tu tatuaje. Quede maravillado con el… ¿es una libélula? –Ella me mira extrañada, y se acerca más a mí-.

-Sí, es una libélula… pero, ¿Cuándo te lo mostré? –Me pregunta, curiosa-.

-A decir verdad, no lo hiciste. –Me aferro a mi copa nervioso- Te vi cuando te estabas bañando, el día que llegaste a casa borracha. –Ella baja la cabeza y sonríe-.

-¿En serio viste mi cuerpo desnudo? –Yo desvío la mirada y suspiro profundo-. Tranquilo, no me molesta. –Me saca la copa de vino, y yo la miro atento-. Yo también vi tu tatuaje, en esa inmensidad de espalda musculosa que tenes, y me interesaría saber ¿Qué es? –Yo sonrío y ella me mira atenta-.




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