El beso de la libélula

Capitulo 64

LAIA SALERNO.

Estaba furiosa, más después de ver a Adem con esa mujer. Le coqueteaba en mi cara con tal descaro. Sentía ganas de matarlo, pero me estaba controlando. La impotencia y el dolor que me generaba verlo con esa mujer, era indescriptible.

Odiaba la idea de no poder olvidarlo. Aunque estaba luchando contra eso, y sabía que tarde o temprano lo lograría.

Había decidido aceptar la invitación de uno de los tantos chicos que probé en esta aplicación de citas. Esperaba que esta fuera la vencida.

Elegí ponerme un vestido corto, de color verde, al cuerpo. Me recogí el pelo en una cola. Estaba muy nerviosa; tenía un presentimiento raro, pero no iba a dejar que me prive de intentar sacarme de la cabeza a ese imbécil.

Ivo, el joven que me invito a cenar, me llevo a un lugar lujoso. Cenamos una comida estilo funcional, lo que trajo el recuerdo de India a mi memoria.

Apenas probé bocado alguno; luego nos fuimos a bailar, y en un momento comenzamos a besarnos. Sentía como me apretada contra su cuerpo, y me manoseaba de forma descarada. Entonces me separo de su agarre.

-¿Qué pasa linda? –Me pregunta, mientras me mira con deseo-.

-No me gusta que me toquen sin que yo lo permita, y menos delante de todo el mundo –Le respondo, entonces él sonríe-.

-Sos la clásica mujer que histeriquea toda la noche, pero cuando queremos pasar a los papeles arrugan, con alguna excusa tonta como esta por ejemplo. –Lo miro mal, y luego lo empujo-.

-Me parece que te confundiste, yo no soy esa clase de mujeres con las que soles tener citas; soy distinta, y por lo tanto exijo respeto de tu parte. –Sonríe a carcajadas, mientras todos observan-.

-Mi amor, estas en una aplicación donde solo sirve para coger. Te di el respeto que te merecías, una cena, baile, pero el tiempo se termina y hay una sola cosa que quiero de vos.

Pero si no te apetece, entonces te dejo, y voy en busca de una chica con más onda que vos. –Le doy una cachetada y el me agarra fuerte del brazo-.

-¡Soltame! –Le grito, pero como no lo hace, con mi rodilla le pego en el estómago-

Me suelta, pero lo hace de forma brusca, y terminó cayendo en el piso. Los que estaban bailando me pasan por un costado.

Mientras el hombre se queja de dolor en un rincón. Intento levantarme, pero recibo una patada sin querer de uno de los chicos que estaba bailando cerca de mí.

Me quejo, y cuando se da cuenta. Me levanta, pidiéndome disculpas. Llevo mi mano a mi vientre y siento un leve dolor en esa zona.

Como puedo salgo del lugar, rechazando la ayuda de los que me miraban e intentaban ayudar. Necesitaba respirar aire puro. Cuando salgo del lugar, me mojo con la intensa lluvia.

Me abrazo sola, y camino hacia la avenida. Tenía que tomarme un taxi. Me abrazo sola, mientras corro hacia una parada de autobús.

De mis ojos caen lágrimas, intento llamar, con mis manos temblorosas a Manuel. Pero tiene el celular apagado; intento hacerlo con Ana, pero no me atiende. No pienso llamar a mi hijo, y preocuparlo. Llamo a mi hermano, pero tiene el celular apagado.

Estaba refrescando; las ráfagas de vientos movían todo a su alcance. Es increíble que no me haya dado cuenta del cambio climático en cuestión de horas.

La lluvia era incesante, apenas podía ver los autos. Intento hacer parar a un taxi, pero pasa de largo. Entonces, hago lo que sé que no debería, y quizás me arrepienta. Llamo a Adem, era mi única opción en este momento.

Del otro lado me responde Adem:

-¡Hola, Laia! –Me responde; mientras escucho un bullicio de fondo-

-¡Hola, Adem! –Le digo, con lágrimas en mis ojos-.

Me detengo al escuchar risas de mujeres, que corean su nombre.

-¿Estás bien, Laia? –Me pregunta; entonces finjo estar bien-.

-Sí, no te preocupes. Marque mal, sin querer- Corto la llamada-.

Las lágrimas no dejan de salir de mis ojos; mientras observo a muchos jóvenes borrachos, salir del boliche y decirme cosas.

El teléfono vibra; veo a través del visor el nombre de Adem. Me trago mi orgullo y lo atiendo; tenía miedo de estar sola en este lugar y con este tiempo.

-Laia, ¿Por qué me cortaste? –Me responde, un poco preocupado-.

-Es que no quería molestarte… -Le respondo, acongojada-.

-Laia, no me molestas. ¿Te pasa algo? –Entonces me largo a llorar y entre el llanto respondo-.

-Adem, necesito que me vengas a buscar. Estoy sola en este lugar, y tengo miedo. –Con un hilo de voz le respondo-.

-Tranquila…decime ¿Dónde estás? –Me pregunta; ahora no se siente tanto bullicio-.

-¿Conoces el boliche Edén? –Le pregunto; mientras miro para todos lados-.

-No lo conozco, pero busco la dirección en el GPS. No te mueva de ahí, en un rato estoy ahí. –Corta la llamada-.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.