El beso de la libélula

Capitulo 70

LAIA SALERNO

Apenas podía concentrarme, la decisión de tomar un tiempo de Adem, me había destruido por dentro. Pero entendía que su hija, quería estar mayor tiempo con él. Además, estoy segura que su madre se encargó de dejarme mal parada con ella.

Mientras revisaba las noticias en mi laptop, siento la presencia de una persona. Levanto la vista, y me encuentro con Joaquín, el nuevo ingreso de esta semana.

Me mira con sus ojos negros, que resaltaban en su blanca piel. Sus rasgos eran muy orientales. Sus cejas anchas, sus labios gruesos, y sus ojos un poco rasgados. Acaricia su pelo, negro azabache con sus manos. Luego me mira tímido, mientras suspiro hondo.

-Laia, ¿podría hablar un segundo con vos? –Asiento con la cabeza y se sienta-. Tenía una duda con respecto a la noticia que seleccione como la principal, para el día de mañana. –Me responde, y me muestra una copia impresa-.

-Perfecto, voy a revisarlo y te digo si encuentro errores. –El asiente, mientras que me pongo los anteojos de descanso-.

Leo la nota que realizó, y me parece muy bien redactada. Además, es muy expresivo, y usa un poco de modismo, utilizo argumentos de autoridad, y cito ejemplos.

-Me parece un excelente trabajo, y sobre todo para ser tu primer día en la editorial. –Él sonríe, y me mira con sus ojos vidriosos-.

-No hay nada que me dé más satisfacción, que mi trabajo esté bien hecho y reconocido por una profesional como vos. –Lo miro, y sonrío-.

-En esta editorial somos todos profesionales, pero agradezco tu halago. –Le respondo; entonces le entrego la hoja-.

Al agarrar la hoja, roza mi mano con sus dedos, suelto la hoja, nerviosa. Él se da cuenta y me mira.

-Te pido disculpas si te incomode… -Me responde; al momento que agarra la hoja del escritorio-.

-No me incomodaste…-Le respondo; mientras peino mi pelo-.

Pero cuando está a punto de irse, aparece Manuel y Ana. Mi amiga me mira y me hace señas que Joaquín esta fuerte. Sonrío por lo bajo, entonces Joaquín se da vuelta.

-Me parece que no deberías estar en esta oficina a solas con la Licenciada Salerno. –Le dice Manuel serio-.

-¿Por qué no puedo consultarle mis dudas de forma presencial? –Le responde, todo correcto-.

-Porque si el Sr. Sadik te viera tan cerca de ella, entonces estarías en problemas. Te lo digo por experiencia…-Lo fulmino con la mirada y él sonríe por lo bajo-.

-Eso no es cierto Joaquín. Mis amigos son un poco chistosos, ya te vas a acostumbrar. –Él sonríe nervioso, y luego sale de la oficina-.

Ni bien sale, lo fulmino con la mirada a Manuel y él se encoge de hombros.

-¿Por qué le dijiste eso a Joaquín? –Le respondo seria-.

-¿Acaso mentí? –Ana lo golpea por mí amistosamente en la cabeza y él sonríe-.

-Manuel, no estoy de humor para chistes. –Le respondo, y sujeto mi cabeza con ambas manos-.

Ellos se sientan en frente de mí y me hablan.

-¿Qué pasó? –Me pregunta, preocupada Ana-.

-Uff, la pregunta sería ¿Qué no pasó? –Suspiro profundo-. En realidad, estoy triste. –Mis ojos se humedecen-.

-¿Qué te hizo Adem ahora? –Me pregunta Manuel, un poco molesto-

-Me pidió un tiempo, pero porque su hija se lo pidió. Al parecer no me quiere, y lo puso en la difícil decisión de elegir entre ella o yo.

 –Una lagrima cae de mis ojos-.Se imaginaran la respuesta de él.

 –Seco mis lágrimas, mientras que mis amigos me miran con pena-.

-Lai, eso no significa que no te amé ¿lo sabes, verdad? –Me dice Ana, mientras acaricia mi mano-.

-Lo sé, pero eso no evita que el dolor sea menos fuerte. –Le respondo, mientras que sueno mi nariz con una servilleta-.

-Yo creo, que deberías olvidarte de ese otomano, y poner tus ojos en el nuevo. Parece que es un buen chico, y a juzgar por cómo te miraba, es evidente que le gustas. –Sonrío y él se encoge de hombros-.

-Manu, agradezco que quieras levantarme el ánimo, y hacerme reír con tus comentarios fuera de lugar. Pero resulta que no es fácil sacarlo de mi corazón. –Le contesto con una sonrisa, que esconde mi tristeza-.

-Lai, arriba ese ánimo. Tene paciencia, muy pronto van a poder estar juntos. –Nos damos la mano y sonreímos como tontas-.

-Mejor, no sigamos hablando sobre mis penas amorosas. Hablemos de cosas lindas, como por ejemplo… ¿Qué onda con la nueva secretaria de Adem, Manuel? –El me mira haciéndose el desentendido y sonríe-.

-Parece que alguien está dándose una oportunidad en su vida, deberías imitarme. –Me responde, entonces sonreímos los tres-.

Pasó lo que resta de mi tiempo laboral, conversando con ellos. Después nos despedimos y me marcho hacia mi casa.

Por el camino recibí dos llamadas de Adem, pero decidí no contestar, porque no me siento con ánimos. Si lo hacía, estoy segura que terminaría llorando, y ahora solo quería un poco de alegría en mi vida.




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