El beso de la libélula

Capitulo 85

ADEM SADIK

No puedo creer que mi pequeño esté en esa incubadora, llena de tubos. Pego mi rostro al vidrio, que nos separa. Las lágrimas ruedan por mis mejillas. Siento un dolor tan grande en mi pecho, que no podría describirlo con palabras.

Intento ser fuerte, sobre todo por Laia, sé que ella la está pasando mal. Ahora esta con su familia, preferí dejarlos solos en intimidad. Su madre acaba de llegar del sur, y no se despega de ella.

En este momento tengo que cuidar, aunque sea a distancia, de mi pequeño hijo. Mi Murat, solo deseo que estés bien, porque si te llegara a pasar algo, no podría vivir tranquilo por el resto de mi vida.

Mientras seco mis lágrimas, viendo como las enfermeras controlan que todo esté bien con él. Siento una mano que se posa en mi hombro, giro mi rostro y lo siguiente que ven mis ojos me dejan paralizado.

Un rostro duro, con sus ojos avellana penetrantes, y su barba crecida, y su pelo revoltoso canoso, estaba observándome, con sus ojos humedecidos.

Mis piernas temblaban, sentía que estaba soñando, pero despierto con su caricia. Cierro y abro mis ojos, y luego no lo dudo, lo abrazo, aferrándome a su cuerpo. El hace lo mismo, mientras besa mi cabeza, y su corazón no para de latir.

-[1]Oğlum… -Me susurra al odio-.

El escucharlo pronunciar “hijo mío”, es como una inyección de energía para mí, me siento volver a vivir. Entonces le respondo:

-Baba… -Con lágrimas en mis ojos-.

Siento el cálido abrazo de mi madre y mi hermana Cansu. Los cuatro lloramos desconsoladamente, mientras nos damos contención los unos a  los otros.

Segundos después, mi padre se separa de mí, con su semblante serio, el cual lo caracteriza; seca sus lágrimas, mientras se acomoda su traje gris.

Mi madre, me mira con sus ojos pardos, mientras peina su pelo corto, con ondas de color negro. Me llena de besos por toda la cara, mientras, me aferro a ella, recordando su hermoso olor. Extrañaba el olor de mi madre, la amaba demasiado y cuanto la necesitaba.

Nos despegamos, y ella besa mi frente, mientras me dice cuanto me quiere. Mi hermana, mi pequeña hermanita, me observa con sus ojos pardos, humedecidos. Estaba echa toda una mujer, atrás quedo esa niña rubia, que solía correr por el jardín de nuestra casa.

-¿Estas bien, hermano? –Me dice, con un poco de español, mezclado con su acento Turco-.

-Si…pero, ¿Cómo fue que supieron dónde estaba? –Le pegunto, mientras mis padres nos observan atentos conversar-.

-Mariano nos contó todo, entonces decidimos venir a verte. Pero cuando llegamos, nos encontramos con la noticia de que Laia había sido madre, y que tu hijo es prematuro. –Asiento con la cabeza un poco ido-.

-Sí, mi pequeño Murat está luchando por su vida en esa incubadora que está detrás de mí. –Le respondo, con lágrimas en mis ojos-.

-¿Murat? ¿Le pusiste Murat como nuestro difunto abuelo? –Asiento con la cabeza-

-Tranquilo, yo sé que todo va a salir bien… -Caen lágrimas de sus ojos-. Allah, él va a protegerlo… -Me responde, mientras junta su mano y mira hacia el cielo-.

- [2]inşallah…-Le respondo, mientras seco mis lágrimas con mi mano-.

-¿Cómo está tu esposa?-Me pregunta mi madre con poco español-.

-Ella está triste y además…bueno, estaba en una crisis, en cuanto se enteró lo del bebe. Tuvieron que sedarla; ahora esta con su familia. –Le respondo, mientras beso las manos de mi madre y apoyo mi frente en ella-.

-Pobre niña, no imagino su dolor. –Me responde, mientras sus ojos se humedecen-

Entonces mi padre, se acerca hacia la ventana, que nos separa de Murat. Y con sus manos hacia atrás, sin voltear me pregunta:

-¿Cuál de todos esos niños es mi nieto?- Me acerco, y le señalo donde está mi hijo-

En cuanto lo observa, traga saliva, suspira profundo y sus ojos se humedecen. Entonces comienza a orar, con sus manos elevadas, mientras cierra sus ojos.

Yo lo imito, cierro mis ojos y comienzo a orar, mientras le pido a Allah que proteja a mi hijo.

Una hora después, estamos sentados en el pasillo, mi padre conversa con mi madre. Al parecer aún no se soltó del todo conmigo, tampoco lo quiero presionar. Voy a dejar que todo fluya solo. Agradezco que haya dado el primer paso, eso para mí, vale oro.

Mi hermana me sostiene la mano, mientras apoya su cabeza en mi hombro. Entonces, aparece Elián con Thomas. Me observan serios. Me levanto, y me acerco hacia ellos.

-¿Cómo está, Laia? –Le pregunto a Thomas-.

-No está muy bien, pero creo que te necesita. No deberías dejarla sola, está muy sensible y susceptible. Me parte el alma verla triste, sin contar lo de mi sobrino. –Dice, mientras lleva sus manos a la cara-.

-¿Cómo está mi hermano, Adem? –Me pregunta Elián, con sus ojos humedecidos-

-Murat está bien, en esa incubadora. Pero sé que va a mejorar, él es fuerte. –Elián me abraza, entonces me aferro a él con fuerza-.




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