El beso de la libélula

Capitulo 92

ADEM SADIK

Estaba en la oficina, y recibo la llamada de mi hija llorando. Me cuenta todo lo sucedido hace unas horas atrás entre India y Laia.

Intento consolarla, pero India le saca el teléfono y comienza a insultarme y amenazarme. Corta la llamada, al instante que Mariano entra a la oficina.

-¿Pasó algo con Murat? –Me pregunta, mientras se sienta en frente de mí-

-No, gracias a Allah mi hijo está bien, al cuidado de su tío. –Me levanto molesto de la silla-.

-¿Entonces por qué estas molesto? –Me pregunta, mientras se para junto a mí-.

-Deje que Laia lleve a Aylin a su casa, y entonces, no preví que India la provocaría, y ella la enfrentaría. En resumen, mi mujer termino golpeando a mi ex mujer, y mi hija viendo todo ese maldito espectáculo. –Mariano abre grande sus ojos-.

-¿Laia golpeó a tu mujer? –asiento con la cabeza- Pero, estimo que todo tiene que tener una explicación. –Me respondo, serio-.

-No lo sé, eso es lo que quiero averiguar. Ninguna me dijo el motivo por el cual comenzó la pelea. –Le respondo, mientras suspiro hondo-

-¿Le preguntaste a Laia?-Niego con mi cabeza- Tranquilo, todo tiene que tener una explicación. –Me dice, mientras pone su mano en mi hombro-.

-Mariano, no quiero que India convierta nuestras vidas en un infierno. Además, no quiero que mi hija sufra. –Le respondo, con mis ojos humedecidos-.

-Lamentablemente te casaste con un ser oscuro, y estas son las consecuencias. –Me responde, mientras palmea mi hombro con su mano-.

-Tenes razón, pero tenía la esperanza que esto se detuviera, pero parece que nunca va a terminar. –Le respondo, con mi semblante triste-.

Siento que la puerta se abre, y lo segundo que veo es a Laia entrar, con sus ojos llorosos. Sé acerca a mí, me abraza.

-Perdóname, mi amor. –Me susurra al oído-. Mariano se va de la oficina y nos deja a solas.

-¿Qué fue lo que pasó, Laia? –Le pregunto, mientras ella no se despega de mí-.

-Aylin me confesó algo, entonces sentí tanta impotencia, y luego cuando vi a India retándola por haber venido conmigo; no lo dude, baje y la enfrenté. –La observo sin entender el motivo-.

-No estoy entendiendo nada –Ella me mira fijo- ¿Qué fue lo que te confeso mi hija? –Ella me mira triste-.

-Prométeme que si te lo cuento, no vas a hacer nada… -La miro un poco nervioso-

-Laia, por favor, ¿Qué te dijo mi hija? –Le pregunto nervioso-.

-Me dijo que India se suele poner violenta cuando se trata de nosotros, entonces, cuando ella quiere defendernos, se pone agresiva, al punto de… -Se calla, y mi corazón comienza a acelerarse-.

-Laia, ¿al punto de qué? –La miro, serio-.

-La golpeá, ella me mostró sus marcas en el brazo y yo…no pude resistirme. Adem soy madre, me dolió a mi verla así, por eso la golpee. –Me quedo como ido-.

-¿Cuándo te confesó eso mi hija? –Le pregunto molesto, con lágrimas en mis ojos-

-Por la mañana, cuando salimos de compras… -La observo molesto-.

-¿Por qué no me comentaste primero? ¿Por qué decidiste ir a hacer justicias por tus propias manos? –Le grito molesto- Eso me correspondía a mí, no a vos. Ahora las cosas se complican, y peor aún, mi hija padece las consecuencias por tu malditos impulsos –Le respondo, colérico-.

-¿Es en serio? –Me pregunta con lágrimas en sus ojos- ¿Acaso me estas culpando a mí, en vez de a la loca de tu ex? –La miro serio, aun no caigo de todo lo que me confeso-.

-Laia, no quiero hablar ahora. Por favor, te pido que te vayas a la casa. Murat te necesita; yo voy a ocuparme de esto. –Ella me empuja con ambas manos-.

-No puedo creer que me estés culpando a mí, después de que intente darle su merecido por haber golpeado a tu hija. –Sostengo sus manos-. No necesito que me des órdenes. Yo voy a ver a mi hijo, y no quiero volver a hablar con vos. Me lastimaste con tus palabras. –Intento detenerla, pero se zafa de mi agarre, sale furiosa de mi oficina-.

-¡Laia! ¡Maldita sea! –Maldigo, mientras apoyo mis manos en el escritorio y me desahogo-.

Llego a la casa de India, me bajo furioso del auto. Ella me recibe; tiene su pómulo morado.

-¿A qué viniste, Adem? –Me responde, histérica-.

-Vine a ver a mi hija, y a hablar con vos de lo que paso por la tarde. –Ella me mira seria-. ¿Dónde está Aylin? –Le pregunto, entonces subo por las escaleras-.

Abro la puerta de su habitación, y encuentro a mi hija, echa un ovillo, recostada en la cama. Abrazada a su almohada, llorando. Esa imagen me parte por completo. Las lágrimas caen de mis ojos.

-Aylin… -Toco con mis dos temblorosos su pelo-.

-Baba… -Me dice, al instante que me abraza-.

-Tranquila mi amor, ya estoy con vos. Te prometo que nadie volverá a levantar la mano. –Ella se aferra a mi cuerpo, mientras que beso su cabeza-.

Ella me suelta, entonces beso su frente y mejillas. Seco sus lágrimas con mis dedos.




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