el beso de un conde

capitulo 12

La cena había empezado, todos los invitados esperaban las doce de la noch. Kiara deslumbraba de felicidad y Vladimir no dejaba de sonreír, tendría su primer hijo y se los dejó saber a todos esa noche.

—Felicidades amigo mío—le felicitó Dimitri.

—Gracias, pero no te veo contento ¿Qué pasa?

—Muchas cosas—confesó mirando a Mariska—¿Cuándo nos vamos?

—En un par de meses, después de que nazca mi hijo.

—¿Tanto tiempo?

—Quiero estar aquí, no me perderé el nacimiento de mi hijo porque mi tío quiera.

—Tu tío, tu tío, ese bastardo es el causante de toda mi maldita desgracia.

—Cálmate Dimitri ¿Quieres hablarlo?

—Sí, pero otro día, no quiero echarte a perder la fiesta. Además, él no está ¿Por qué no habrá venido?

—No lo sé, pero me tranquiliza, porque Olivia tampoco llegó y Kiara no la quiere ver aquí.

—Bien, ya casi es hora ¿Dónde se metió mi mujer?

—Allí esta, con mi esposa.

Mientras esperaban las doce, en otro lado estaba pasando lo inesperado, el duque y Olivia no solo se habían hecho cómplices, también amantes, mientras ella gemía fuerte cuando él la embestía salvajemente, él dijo algo que alarmó a Olivia.

—¿Te complazco más que tu Conde?

—Dios, sí—gimoteó.

—Quiero que te preñes de mí—musitó mientras ella perdía la cordura por el orgasmo que venía.

Para cuando había pasado, ella se cuestionó las palabras del Duque.

—¿Quieres que me embarace de ti? ¿Para qué?

—Para que cuando llegue el momento, seas tú la que reclame la posición del heredero de mi sobrino.

—¿Qué te hace pensar que resultara? Vladimir ni siquiera me ha tocado, no se acerca a mí, solo para trabajo, está embobado con su esposita.

—Pero pronto ya no lo estará, acabo de sembrar una duda en mi sobrino y si sale como lo planeé, pronto la dejará.

—Sí, entiendo, pero... ¿Cómo harás para que Vladimir se acueste conmigo si resulta que me embarazaste?

—Eso déjamelo a mí, sabes que Vladimir no se niega a ninguna de mis órdenes y conozco un burdel donde ellos siempre se alojan.

—No lo sé, es muy arriesgado, además debemos esperar a ver si en verdad me preñaste.

—¿Acaso dudas de mi virilidad?

—No sé—susurró tocando su miembro—Solo sé que ya sé de donde viene la virilidad de Vladimir.

—Escúchame bien—espetó tomándola del pelo—Si alguna vez se te ocurre decírselo a él o a cualquiera, te mato ¿Entendiste?

—Por supuesto, tonto… Tú y tus secretos ¿Ahora me cogerás o no?

—Claro—respondió, empujándola de nuevo a la cama.

Mientras el conteo pasaba, muchas miradas se encontraban, Dimitri miraba con odio a su esposa, Igor y Mirian también, pero esa mirada tenía algo más; no era odio, sino esperanza. Mientras Adolf miraba a Diana con desdén y lujuria sin ser correspondido, Stephan aún estaba al lado de su hija en el hospital, Vladimir solo tenía ojos para su esposa y mientras empezaban los fuegos artificiales y se daban el primer beso de fin de año, él tocaba el vientre de Kiara, agradeciendo la vida que tenía.

—Es hermoso—se maravilló ella.

—No más que tú ¿Sabes lo feliz que me haces, Kiara?

—Y tú a mí.

[…]

Las horas pasaron y después del festejo cada uno se fue a su casa. Los Condes al fin se retiraron a su recámara, mientras que Dimitri no hablaba durante el camino de regreso. Dejaron a los padres de Mariksa en su casa y se dirigieron a la suya.

—¿Contento? Espero que hayas pasado una linda noche—bramó la mujer.

—Cállate—espetó Dimitri, deteniendo el auto de golpe—¿Crees que es fácil para mí? Mariksa, te amaba, te idolatraba. ¿Sabes cuánto moría por estar contigo? No lo sabes, por eso te acostaste con ese imbécil.

—Dimitri, ya me cansé de rogar tu perdón o disculparme, te he dicho miles de veces que solo fue una vez y lo primero que hiciste fue lo mismo que mi propio padre, abusaste de mí.

—Lo sé, y por dentro me muero cada vez que lo pienso, pero estoy tan lleno de rabia y de celos, celos que solo acabarán cuando lo mate.

—Ya no te creo.

[…]

Mirian, después de que Adolf terminara de hacerla sufrir, él salió de la casa y ella se quedó en su cama, recordando las caricias y besos de otro hombre, del único hombre que la hizo feliz. Su nombre era Zachary Schneider, su cuñado, su primer amor, hacía ya veinte años de eso y a pesar del disfraz de Igor, aún tenía ese aroma que le encantaba.

Aprovechó que su esposo no estaba en la casa y lo llamó, por suerte en la mansión contestó él mismo y decidieron verse en un lugar apartado, ella se ocultó en un manto blanco y asistió allí; los nervios la carcomían ¿Cómo reaccionaría al verlo de nuevo? Estaba sentada en aquel cuarto de hotel e iba a prender un cigarrillo cuando él llegó.

—No deberías fumar así.

Ella se levantó y lo abraso sin pensar, en minutos ese abraso se convirtió en besos y excitación, de pronto ella le quitaba el bigote y la barba falsa… Y poco más, al final quedaron completamente desnudos, uno frente al otro y fue cuando el vio las marcas en su cuerpo, su hermano la había golpeado tanto que ella se avergonzaba de mostrarse ante él.

—No, no lo hagas. Mirian, aún eres hermosa, mi hermano es una bestia, pero te prometo que pronto lo pagará.

—¿Hasta cuándo, Zachary? Tu hermano…

—Lo sé, no hablemos de eso ahora, ahora solo quiero sentirte otra vez, hace mucho que lo deseo—susurró antes de tomarla en sus brazos para llevarla a la cama.

Los segundos eran eternos en aquella cama. Los años pasaron, pero su amor jamás se acabó. mientras él le hacia el amor apasionadamente, algo que ella había olvidado por completo, sintió lo que jamás pensó volver a sentir, un orgasmo pleno que la hizo estremecer.

—Oh… Zachary, creí… Creí que jamás podría volver a sentir esto, creí que estaba seca por dentro.




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