el beso de un conde

capitulo 24

—Lo sabía, lo sabía—susurró Mariksa.

—Duque, cuéntame más—le alentó la mujer con la que estaba.

—No, yo quiero… Ponte de espaldas—le ordenó—, quítate la ropa y haz tu trabajo.

En ese momento, la madame se acerca a ellas y las guía hacia una puerta en medio de los cuartos; había un cuarto de baño que se compartía, pero que según dijo la madame, estaba cerrado y así ellas podían observar lo que sucedía.

—¿Para qué lo haríamos? —indagó Mariksa, escandalizada.

—Shh, si usted no quiere, no, pero ella debe hacerlo, ya que verá lo que le interesa.

—¿Qué? —inquirió Kiara.

—Lo que le expliqué esta mañana, lo que probablemente le hará su marido hoy.

—¿Hoy? —volvió a preguntar Kiara, algo asustada.

Kiara vio tal violencia como una aberración, pero lo que más le llamó la atención fue el rostro de aquella mujer, no parecía sentirse satisfecha, pero tampoco sufrida; no pudo quitarse las manos de la boca al escuchar todo, se volteó y vio en los ojos de su prima aquel sufrimiento. Salieron del cuarto de baño y Kiara miró a su prima con seriedad.

—¿Aún lo amas?

—¿Amarlo? Kiara, mi vida con él fue difícil, era una niña cuando él me engatusó, me enamoré de él, pero descubrí que todo era una mentira. Prima, si querías ayuda con eso, creo que yo soy la indicada para decírtelo; con Dimitri aprendí que también se puede disfrutar el sexo rudo.

—Entiendo.

Más tarde, cuando el Duque ya se había marchado al puerto, Kiara y Mariksa comían y hablaban en su cuarto cuando escucharon a sus esposos llegar. Kiara corrió hacia él, bajo las escaleras con velocidad y lo emboscó con un fuerte abrazo.

—¡Hey! ¿Y ese recibimiento? ¿Qué te ocurre, mi cielo?

—Es que ahora más que nunca sé que no me mentiste, mi amor—le respondió ella antes de besarlo.

—¿De qué hablas?

—Leopoldo estuvo aquí.

—¿Las vio? —preguntó Dimitri.

—No, pero…

—Bien ¿Ya entendieron el plan? —cuestionó Vladimir.

—Sí, pero no estoy muy convencida.

—Kiara, solo fingirán ¿O es por el…?

—No, claro que no, eso es lo más divertido, pero ¿Dolerá?

—No mucho, solo molestará…

—Ya, mi amor, dejémoslos solos para que practiquen, regresaremos mañana—le cortó Dimitri.

—Bien, nos retiramos—concluyó Mariksa, antes de emprender su salida.

Kiara miraba nerviosa y con curiosidad por la ventana, cuando las manos de Vladimir las calmaron, besando su hombro; ella se volteó y lo miró a los ojos.

—¿Segura que quieres hacer esto? No será bonito, será muy violento, debemos hacerlo, para que cuando mi tío te envie con sus médicos noten el rasgo de abuso.

—Lo entiendo, pero ¿No tendría que ser en el momento? Es decir ¿Cuando se supone que lo hagas?

—Sí, pero la idea es que cuando pase, debes pelear o al menos intentarlo, para que sea más creíble.

—De acuerdo ¿Ahora lo haremos?

—No, ahora intentaré hacerlo violentamente—contestó, mientras la sujetaba de las muñecas con violencia; la empujó hacia la cama mientras la besaba desesperadamente.

—Esto puede gustarme—susurró Kiara.

—Shh… Calla. Si me sobrepaso dímelo, no te calles, dímelo, así sabré hasta donde puedo llegar ¿Okey?

—Sí, mi amor.

Los labios de Vladimir exploraban su cuello. Él la volteó boca abajo y entró una de sus manos bajo el vestido, ella comenzó a jadear, sintiendo sus manos tocarla en su intimidad; de una vez bajó sus pantaletas y la embistió, sin previo aviso, comenzó a irrumpir en ella con violencia y desesperación.

—Dime, dime si me sobrepaso, Kiara, no lo calles.

—Es que… ¡Dios, Vladimir, me encanta! No pares—gimió.

—Lo siento, Kiara, no puedo—se lamentó, apartándose de ella—, perdóname.

—¿Qué? —cuestionó ella, desorientada—Pero, Vladimir, eso fue… Salvaje.

—No, eso no fue salvaje, solo… No puedo ser así, no puedo abusar de lo que más amo, creo que mejor…

—No, no lo sientas.

—Pero Kiara, si mi tío nos descubre, no podremos atraparlos, es la única forma.

—Lo sé y prometo hacer mi mayor esfuerzo, cuando lo hagas gritaré y lloraré lo que quieras, pero tu asegúrate de ser así de salvaje, me encantó ¿Lo hacemos otra vez’?

—¡Kiara! —rió.

Continuaron disfrutando de la noche, hasta que Kiara susurró algo en el oído de Vladimir; él la miró fijamente y sin decir nada obedeció. Poco a poco introdujo su hombría en medio de sus nalgas y mientras los dos disfrutaban, él voltea el rostro de ella y sonríe.

—Pero amor, por aquí no se hacen los bebés.

—No, es cierto, pero es delicioso.

[…]

Igor recibió un telegrama. Pronto los Condes llegarían a casa y de inmediato se lo informó a Diana, quien se alegró de la noticia, pero ninguno se dio cuenta de que Olivia los estaba escuchando.

Estaban preparando todo cuando escucharon una moto llegar, ambos se miraron, bajaron hacia la entrada y allí estaba: Stephan había llegado en su motocicleta, se quitó el casco y los saludó.

—¿Stephan? ¿Qué haces aquí? —le cuestionó Igor.

—Recibí un telegrama de Vladimir, me pidió que me mudara a la casa, dijo que él encontró a Kiara y que la trae de regreso, pero me pidió que viniera, él quiere que este aquí para algo de la herencia de nuestro padre.

—Sí, es cierto, pero no me dijo que vendrías—agregó Igor.

—Bueno… Mejor bájate, necesito que los dos me ayuden, hay que preparar todo y dudo mucho que Lady Olivia quiera ayudar, está convaleciente con el embarazo—irrumpió Diana.

—Sí, pero tú no eres su empleada, Diana, eres la que manda en esta casa, ella debería…

—Ya, ya, vamos, entremos antes de que se despierte.

Esa noche Diana fue la última en acostarse. Caminaba por el pasillo cuando sintió unas manos que le taparon la boca, y la tironearon hacia una recámara, el desconocido la empujó hacia la puerta y la besó.




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