el beso de un conde

capitulo 25

—Escúchame… Es complicado, pero la amo, Vladimir, me enamoré de ella, lo juro—se defendió Stephan.

—Ya lo sabía, idiota ¿Quién soy, Stephan?

—¿Qué?

—Hermano, soy el Conde, además de los placeres que me doy, puedo hacer más cosas y una de ellas es tener gente que vigila por mí y investiga lo que quiero ¿Por qué crees que confío en ustedes?

—Pero ¿Qué piensas hacer?

—Nada, Stephan, mi madre es dueña de sus actos y tú también, solo no lo hagan en mi presencia ¿Sí?

—Bien, mejor vayamos a comer algo—sugirió Stapleton.

[…]

Diana consolaba a Kiara y Mariksa como una madre podía hacerlo, ya que la única madre que había conocido se había ido.

—¿Cómo pudo? Sé que fue el, fue mi padre, él la debió haber golpeado hasta matarla, es un maldito.

—¿Dónde está mi tío ahora?

—Nadie lo sabe, salió en un viaje de negocios, pero no ha vuelto—respondió Diana.

—Hay que encontrarlo, hay que meterlo a prisión, sí debo hablar de lo que me hizo, lo haré. Se acabó, ya no soporto más.

—Lo sé—musitó Dimitri, acabando de llegar. Caminó hacia ella y la abrasó fuertemente—Te juro que los atraparemos, a todos, si he de matarlo yo mismo, lo haré.

—No, Dimitri, tú tienes que encargarte de tu familia ahora—intervino Diana—Y tú, mi niña ¿Me dirás que paso allá? ¿Dónde estabas? ¿Por qué huiste?

—Porque me cansé, si Olivia quiere ser la esposa de Vladimir, pues que lo sea, yo ya no quiero más esto—espetó Kiara.

—¿Y a él, lo quieres?

—No lo sé, ha habido mucho daño entre nosotros, Vladimir ya no es el mismo, Diana, ahora solo quiero divorciarme y salir de aquí; te aprecio muchísimo, pero tu hijo ya no me ama, lo siento.

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué les está pasando a los dos?

—¡Bueno! Al fin te diste cuenta de que no puedes competir conmigo, niña—comentó Olivia, sonriente.

—Lárgate, sal de mi cuarto, ahora.

—No es tu cuarto, no es tu casa, lárgate tú ¿No te da vergüenza ver que estoy embarazada y es de tu esposo?

—Lárgate y agradécele a ese niño que no te doy… Maldita.

—Basta, ya Olivia, mejor baja a comer.

[…]

Por otro lado, dos hombres se reunían para planear su siguiente movimiento.

—¿Cuánto tiempo tendré que quedarme aquí? —se quejó Adolf.

—Cuanto sea necesario, mañana iré a visitar a mi sobrino y voy a implantar la intriga y lo celos en él—le respondió Leopold.

—No lo soporto más, quiero estar en la sima.

—Calma, amigo mío, eso pasará pronto, luego me desharé de mi recién llegado sobrino, todo lo  tengo bajo control; en cuanto Vladimir se divorcie y se case con esa zorra, morirán y el titulo de mi sobrino será tuyo.                                                            […]

Los días pasaron lentamente, hasta el día de la primera audiencia con Stapleton, quien los iba a divorciar, lo extraño fue que a la audiencia se presentó el Duque, decía que iba por el título de Vladimir, debía estar presente.

—El título de su sobrino no está en cuestión aquí, Duque, es el arreglo de divorcio, así que si no le molesta puede…

—Lo sé, pero me permitiré quedarme, abogado, es por el bien de mi sobrino.

—Por favor, tío, esto no te incumbe.

—Está bien, no importa, solo no se entrometa, por favor. Conde, Condesa, ya que por ambas partes han llegado al acuerdo de que yo los represente, ya que su divorcio en es mutuo acuerdo, veamos las partes: el Conde desea darle, además del divorcio, la casa y la mitad de su fortuna a su esposa.

—No la quiero, no quiero nada, solo quiero mi libertad.

—¿Tan mal te he tratado que solo quieres alejarte de mí?

—Ese ya no es tu problema, tú preocúpate por tu hijo que viene en camino, no por mí.

—Entonces haz lo que te pido, quiero que la casa y la mitad de mis bienes sean para ti. Asegúrate de que firme el acuerdo que te pedí, Stapleton.

—¿Cuál acuerdo?

—El acuerdo que obliga al Conde y a usted a no contraer matrimonio mientras ambos estén vivos, y el titulo de Condesa permanecerá en su poder, hasta que el Conde lo decida.

—¡¿Qué?! No, eso no, me niego a firmar esa petición.

—Pero ya lo ha firmado, Condesa, lo hizo el día de su boda—agregó Stapleton, observándola.

—¡Esto es imposible, yo no permitíre eso! —se interpuso Adolph.

—No tienes porqué, tío, soy adulto, capaz de tomar mis propias decisiones. Continúa, Stapleton.

—Bien, dicho esto, no se le permitirá casarse al Conde, pero si darle su apellido a su hijo, si este es su hijo legítimo. Si ambas partes están de acuerdo, tramitaré el divorcio.

—¿Qué? Pero yo no estoy de acuerdo ¿Que no me escuchan?

—No, si quieres divorciarte será bajo mis términos, sino te quedarás pegada a mí de por vida, así que dile a esa escoria que te buscaste que jamás te dejaré ir con él ¿Escuchaste?

—Él… Es mucho más hombre que tú, él no me obligaría a nada, él no me hubiese engañado, primero que nada, y él…

—Él es un pirata, un asesino a sueldo, un don nadie, así que mejor acepta mis términos.

—Esto es un ardir, es un embuste ¿Acaso están jugando?

—Duque, esto es una audiencia de divorcio, nada que ver con el título de Vladimir.

Cuando la audiencia terminó y comenzaron a salir, el Duque fue tras Kiara y la detuvo antes de llegar a las escaleras, la tomó del brazo para llevarla a un pasillo donde nadie estaba, le tapó la boca y la miró, furioso.

—Vaya, sí que la supiste hacer, niña, pero descuida, pronto tu vida cambiará y tú serás libre, pero te diré una cosa, no te metas con la fortuna de tu esposo, esa será mía.

—¿Qué quiere decir?

—Ya lo verás—culminó, antes de irse.

Kiara salió de ahí asustada, no podía acercarse a Vladimir, así que buscó a Stapleton y sin pensarlo lo abrazó, diciéndole al oído lo que el Duque le había dicho; el rostro de Vladimir cambió por completo, la furia y los celos se apoderaron de él, pero no podía decir nada mientras Stapleton abrasaba a kiara y lo miraba a él con el rostro preocupado.




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