el beso de un conde

capitulo 27

—Ella… Ella lo mató, ella mató a nuestro—musitó.

Cuando escucharon el llanto de la cría, fueron a ver qué pasaba; Vladimir se quedó Kiara y fue en ese momento en que ella le dijo todo lo que Olivia le había dicho. Unos minutos después, Kiara logró ver a la bebé y Vladimir corroboró sus pensamientos: Kiara era la mujer más buena del mundo, porque a pesar de todo, no le importó y miró a esa niña con amor de madre.

—Es preciosa. Mira Vladimir ¿No crees que es hermosa?

—Lo es.

—Bueno, creo que es mucho por hoy—comentó el juez—Señor Page, hablaremos mañana, por ahora, me temo que deberá quedarse en custodia aquí; lo siento Conde, pero no podemos moverla. Si no le molesta, dejaremos unos guardias para que la custodien hasta que se mejore y veamos lo de la criatura.

—¿Qué pasará con ella?

—Me temo que depende de la Duquesa—respondió Stapleton— ¿Por qué?

—Porque es mía, Olivia me la regaló, ella es mía y yo la quiero, Vladimir, enserio la quiero.

—Amor, es una locura, quizás lo dijo sin pensar.

—Hablo enserio Vladimir, ella es mía.

—De acuerdo, te ayudaré en esto; ahora ve a limpiarla y cálmate, no te la quitaran por ahora ¿Verdad?

—No, no lo harán. Ve, Condesa y avísenlos cuando Olivia despierte, podría escaparse—le contestó Stapleton.

[…]

Los días iban pasando y para Kiara fueron unos días soñados, esa niña le había robado el corazón, pero temía que pronto se la quitaran. Mientras, la búsqueda del Duque se hacía más furtiva, nadie podía encontrarlos; Leopold se reunió con Adolf y le informó de todo. Los días pasaban y Olivia no quería darle pecho a su hija, mucho menos mirarla.

—¿Por qué no la miras? Es tu hija. Mírame, Olivia, mírame.

—No tengo porqué mirarla, es un engendro, no la quiero.

—¿Cómo puedes ser tan mala? Tiene hambre.

—Aliméntala tú, es tuya ahora.

—Dios, que testaruda—resopló, sostenido a la bebé—Estaré en mi cuarto—le avió a los guardias que estaban en la puerta—No hagas ninguna tontería.

—¿Qué caso tiene? Me iré en unos días. Ganaste, ahora lo tienes todo, él te ama y tienes a esa niña.

—En primer lugar, no debiste hacer tanto daño.

Kiara llegó a su cuarto sosteniendo a la bebé, quien lloraba de hambre, la mucama la miraba sin saber qué hacer.

—¿Qué hará, mi Lady? No para de llorar, no come nada más, tendremos que buscar una nodriza.

—No, espera—la detuvo, tocando su pecho—Aún… ¿Y si intento…?

—¿Darle usted? Es imposible, han pasado meses.

—Intentemoslo—propuso, sacando uno de sus pechos.

—Oh, creo que iré por la señora Diana

La mucama bajaba las escaleras cuando Vladimir llegó con Stapleton, quien venía con noticias y la decisión del juez.

—Brit ¿Y mi esposa?

—Arriba, señor, tiene que ir a ver algo.

—Iré a cambiarme, hablamos después—se despidió Stapleton.

—Está bien.

Cuando Vladimir subió las escaleras y llegó al cuarto, vio algo mágico, fue allí cuando se dio cuenta de que esa niña era lo que necesitaban; Kiara le daba de su pecho a una hija que no era de ella.

—Kiara ¿Qué haces?

—No lo sé, creo que aún tengo… Aún sale algo, no es mucho, pero…

—De verdad la quieres ¿No es cierto?

—¿Tú no? Solo piénsalo ¿Qué pasará con ella? Estará sufriendo, sin amor, abrazada por el abandono, no quiero eso para ella, ella es mía y tuya, si la aceptas.

—Sí, por supuesto—sonrió antes de darle un corto beso.

—Perdona, no te saludé.

—Lo sé y te castigare por ello, más tarde—sonrió—pero ahora, en cuanto termines de alimentarla, necesitamos hablar contigo, Stapleton y yo, te esperaremos en la biblioteca.

—De acuerdo.

Kiara llegó a la biblioteca y Stapleton y Vladimir la esperaban, ella los miró, sin entender lo que pasaba, pero sentía en su corazón que era algo que cambiaría su vida.

—Buen día, Condesa—le saludó Stapleton.

—Buen día ¿Qué pasa? ¿Alguna noticia?

—De hecho, sí lamentablemente no encontramos al Duque, y…

—Dile—le animó Vladimir.

—Bueno, al faltar el Duque, la duquesa es quien decide, Kiara. Si deseas que ella les de a la niña, debes hablar con ella y quien más que tú para hacerlo.

—¿Yo?

—No te preocupes, yo iré contigo y créeme, ella no es tan mala; si tu amor por esa niña la convence, será tuya… Bueno, de ustedes.

—Lo haré ¿Cuándo?

—Mañana, ya que hoy debo ir por mi madre a la estación del tren.

—Tráela aquí y mañana vuelven a su casa.

—Buena idea, y descuida, no la dejaré sola—agregó, dirijiéndose a Vladimir.

—Bueno. Vamos a comer algo—comentó, siendo interrumpido por el sonido del teléfono. Dimitri les avisaba que el embarazo de Mariksa tenía complicaciones.

Se apresuraron para llegar al hospital y Dimitri los esperaba afuera, nervioso, resulta que el parto se había adelantado dos meses, pero todo estaba bien.

—¿Cómo está? ¿Qué pasó? —indagó Kiara.

—Están bien. Es un niño, es un niño, tengo un niño—celebró, con ojos llorosos.

Se acercaron a Mariksa mientras ella lo sostenía en sus brazos, acariciándolo. Kiara miró a Vladimir y como si él le leyera la mente, la abrazó y le dio un beso.

—Aún no es tarde—le susurró.

Kiara entendió lo que decía, eran jóvenes aún podían tener más hijos, pero antes ella quería a esa niña, quien le había robado el corazón en el momento en que nació.

—Qué irónico ¿No? Dimitri me dijo que esa mujer dio a luz una niña—articuló Mariksa.

—Sí—contestó Kiara mientras acariciaba al niño—, pero ella no la quiere y no se la merece.

—¿Y quién se la merece, tú? —cuestionó Dimitri.

—No sé si este bien, pero tiene que ser mía, es que…

—Lo sé y es una buena obra, pero ¿No sentirás rabia la verla crecer y que se parezca a ella?

—No, no soy tan cruel, además… Es lindísima, es preciosa. Mariksa, ya eres mamá.




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