el beso de un conde

capitulo 29

El rostro de Kiara cambió por completo. En ese momento no podía pensar, el dolor la invadió y las palabras de Stapleton se hacían lejanas, de pronto todo se volció oscuridad y se desvaneció en sus brazos.

Kiara no despertaba y los demás se enteraron cuando llegaron. La otra misión difícil fue decirle a Diana que su hijo ya no estaba y era de esperarse que sufriera un desmayo también.

[…]

Mientras los días pasaban, todo se iba desenrollando. Con las pruebas en contra de Vladimir, el Duque pudo zafarse de ser castigado por un tiempo, la que no podía despertar de esa terrible pesadilla era Kiara, días y noches sin comer ni dormir, no salía de su cuarto, no quería hablar con nadie, ni siquiera la compañía de Mía le llenaba.

Una mañana, Diana decidió entrar a su cuarto y abrir las cortinas, estaba decidida a sacarla de su de prisión, aunque debía salir de ella también.

—Basta ya, Kiara.

—¿Qué haces? Ciérralas, duele mucho.

—No, no eres la única que está sufriendo aquí, mírame, perdí a mi único hijo y Mariksa perdió a su esposo; no quiero perder a mi hija también, así que levántate de esa cama y ve a ver a esa niña, ha llorado todo el día, sabes que solo tus brazos la calman.

—No quiero, no quiero vivir sin él, no puedo.

—Corazón, sé lo que sientes o al menos lo deduzco porque jamás tuve ese amor que tú y mi hijo se tiene, él te amó tanto que fue capaz de enfrentarse a su peor enemigo, ahora levántate, no permitas que haya sido por nada.

—¿Cómo podría? Nunca tuve nada hasta que el me encontró, creí que lo odiaría, pero no fue así, él no pudo haber muerto, sé que él no está muerto.

—Pero lo está, lo está, hija—se lamento Diana, dándole un abrazo.

Diana salió del cuarto con el corazón roto y al salir se topó con Stapleton, quien, como prometió, velaba por ella.

—¿Aún no sale?

—No, lo lamento, no tuve suerte.

—¿Quieres que hable con ella?

—De hecho, sí, a ver si a ti te hace caso.

Stapleton golpeó la puerta, pero no obtuvo respuesta. Abrió la puerta y pasó, pronunciando su nombre.

—¿Qué haces aquí? Vete, dije que no quería a nadie.

—No, hice una promesa y la cumpliré, además, necesito que hablemos ¿Me escucharías?

—Está bien ¿Qué deseas?

—Sé por lo que estás pasando—empezó, sentándose a su lado.

—¿Cómo lo sabes?

—Yo también perdí a alguien. Sé que no es lo mismo, pero cuando Olivia abortó yo me sentí igual, iba a tener un hijo y no llegué a tiempo para salvarlo. Kiara, sé que no hay nada que yo pueda decir para consolarte, pero…

—Nada, no puedes decir nada, solo dime ¿Quién los mató? ¿Quién me arrebató a mi esposo?

—Aún no lo sabemos, pero lo encontraré, Kiara, encontraré al culpable.

Mariska también se derrumbaba mientras mudaba a su hijo. El llanto brotaba al recordar y ese día Igor decidió confiar en ella, rebelándole la verdad.

—¿Mariksa?

—Igor ¿Qué ocurre? — le preguntó, mientras se secaba las lagrimas.

—Creo que tú y yo necesitamos hablar.

—Lo sé. Lo lamento, sé que debo ser fuerte, pero ¿Cómo podría? Lo perdí todo en muy poco tiempo, mi casa, mi esposo, mis padres… Todo

—No toda, hija, a mí no me has perdido.

—¿Y quién eres tú? Perdóname Igor, pero solo eres el sirviente de Vladimir, es mi prima quien tiene todo y si se lo merece, ya que perdió a sus padres siendo pequeña y era acosada por mi padre, pero…

—Entonces fue por ti, tú te sacrificaste por ella ¿Verdad? Tú…

—Disculpa, Igor, pero eso no es de tu incumbencia.

—Basta ya, Mariksa, seamos honestos, ya has sufrido mucho sola, hija, es hora de que sepas que no estás sola y no lo digo por Kiara, Mariksa, mi nombre no es Igor Rabicha, mi nombre es Zachari Schneider, soy…

—El padre de Kiara—culminó, sorprendida.

—Es hora de que se lo diga a alguien, ahora que Vladimir no está.

—¿Por qué yo? ¿Por qué no a Kiara?

—Porque no solo soy su padre, también el tuyo. Sé que es dificil de creer, pero…

Mientras las palabras de Zachari le rebelaban la verdad a Mariksa, Stapleton miraba por la ventana del cuarto de Kiara, tratando de razonar con ella, pero ella no hacía el mínimo caso.

—¿Por qué no sacas a Mía al jardín?

—Porque no lo deseo, por favor Stapleton, déjame en paz.

—Está bien, pero hazme un favor, levántate y mira lo hermoso que está el día, solo unos minutos con tu hija, ella no tiene la culpa de tu dolor.

—Es cierto, pero…

—¿Pero qué? Kiara, deja de pensar solo en ti y piensa en los demás ¿Crees que a esa niña le hace bien que te alejes? Bien—espetó—Me rindo. Espero que cuando al fin razones, Mía no te haya abandonado también.

—¿Tampoco tuviste suerte? —le preguntó Diana cuando salió.

—No, pero no me rendiré, le prometí a Vladimir que la cuidaría y eso haré.

—Aún si eso pasa ¿Crees que ella se enamoraría de ti?

—No, no es lo que piensas, jamás le haría eso a Vladimir.

—Pero Vladimir está muerto.

—Lo sé, pero no pasará.

[…]

—Kiara no dejaba de pensar en Vladimir, no creía que él ya no estuviera; recordaba el día que lo vio por primera vez, los momentos en que llegó a odiarlo por solo ser producto de la codicia de su tío, el momento en el que él la beso en aquel barco.

Mientras eso pasaba, Igor llevaba a Mariksa a un encuentro que ella no esperaba, llegaron a una clínica y entró nerviosa, hasta que abrió puerta de un cuarto allí estaba, en una cama: era su madre.

—¡¿Madre?! ¡Dios mío, madre, estás con vida!

—Lo estoy, mi amor, lo estoy gracias a Igor.

—A Zachari, querrás decir, mi padre y el de Kiara ¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Mariksa, corriendo a abrazarla.

—Porque no podía, Mariksa, mi hermano me traicionó, me envió a la cárcel y jamás supe la verdad hasta que tu madre me lo dijo. La salvé de él y la tenemos escondida hasta atraparlo—contestó Igor.




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