el beso de un conde

capitulo 32

Kiara calló en cuenta de lo que había hecho, todo la incriminaba. Ella levantó la mirada y vio a Stephan asustada y cuando Vladimir se acercó todo fue más rápido, el Conde se arrodilló a su lado y el llanto desgarrador salió de él.

—Yo no la maté, lo juro—balbuceó—No sé qué pasó, yo…—Mariksa llegó a la escena y la abrasó.

—¡Dios mío! ¿Quién le hizo esto? —inquirió Igor, escandalizado.

—Fue Kiara, yo la vi—respondió Stephan.

—¡No fui yo! Llegué y ya estaba aquí, yo…

—¡Basta ya! ¿Que no ven? Está muerta, mi madre está muerta—sollozó Vladimir, abrasando el cuerpo.

La policía llegó y lo más doloroso para Vladimir fue ver como la ambulancia se llevaba el cuerpo de su madre; de inmediato, Zachary llamó a Stapleton para que los ayudara, ya que la policía se llevó a Kiara para interrogarla.

Cuando Stapleton llegó, Vladimir y él se enceraron en un salón para hablar, cuando salieron de allí el rostro de Vladimir estaba totalmente transformado. Llegó hasta una la sala de interrogación junto a Stapleton.

—Lo siento señor, pero no puede pasar—intervino uno de los oficiales.

—Viene conmigo—le avisó Stapleton.

—¿Y quién es usted?

—El abogado de la señora Patchenco.

—Pase entonces.

—Bien ¿Ya terminaron de interrogarla, teniente?

—Sí, señor Page.

—Él es el Conde Patchenco—le presentó Stapleton.

—Vladimir—susurró Kiara al verlo y se levantó de la silla para abrasarlo, pero él no se inmutó. La apartó de él y la miró distante. Después de que se cerró la puerta y solo se quedaron ellos, ella lo miró con fijeza, sabía que algo malo pasaba.

—¿Por qué lo hiciste, Kiara?

—¡¿Qué?! Ya te dije que yo no la maté, créeme Vladimir, no lo hice, jamás lo haría.

—Basta, Kiara, no mientas, tus manos estaban llenas de sangre tenías el cuchillo ¿Cómo pudiste?

—Vladimir por favor, no la juzgues tan pronto—le pidió Stapleton.

—¿Juzgarla? ¿Tú que harías? Todos la vieron, Stapleton, yo la vi. Lo siento, Kiara, pero ya no seré más un imbécil.

—Lo eres, si no eres capaz de esperar a las averiguaciones—espetó Stapleton.

—¿Qué demonios te pasa? ¿Acaso tú y ella están juntos en esto?

—Cálmate Vladimir. Mejor vete a tu casa y déjame hacer mi trabajo.

—Tú no me das órdenes y recuerda—lo enfreentó—Tu lealtad está conmigo.

—Mi lealtad sí, pero mi trabajo es defender al inocente y lo haré, sé que ella no es culpable y la defenderé, me pagues o no.

—Bien, como quieras.

—Por favor Vladimir, créeme, no la maté, lo juro.

—Ya, Kiara, se acabó.

—¡No, Vladimir, no me dejes, no por favor! —gritó ella desconsolada— Esto tiene que ser una pesadilla ¿Por qué me hace esto? —Stapleton se iba a acercar a ella para calmarla, pero ella se desmayó en sus brazos.

[…]

Las horas pasaron y no tenían noticias. Mariksa se encontraba en la mansión cuidando a los niños, angustiada por no saber nada, mientras Angélica la acompañanaba para ayudarla con los niños.

—¿Usted cree que lo hizo? —preguntó Angélica

—Aún no sabemos nada—entró Miriam.

—¿La ayudo en algo, mi Lady?

—No, solo ayúdame dame a la bebé, creo que tiene hambre o extraña a su mamá—respondió miriam.

—Sé que mi hermana no lo hizo, algo me dice que fue mi padre—expuso Mariksa.

—Yo también, no es coincidencia que él se escapara, se notaba que él quería algo de ella.

—¿Crees que venga aquí?

—No lo creo, hay policías por toda la mansión más los guardias de la casa, no creo que se atreva.

—Iré a preparar los biberones—anunció Angélica.

—Sí, ve. Lo siento, no sé donde tengo la cabeza, esto me tiene preocupadísima, además, Dimitri y Zachary no nos llaman—comentó Mariksa, angustiada.

—Puedes llamarlo padre ¿Sabes?

—Madre, no tengo cabeza para pensar en eso ahora.

—Lo sé, hija, pero no podemos hacer nada. Vladimir no la dejará desamparada, la ama.

[…]

Stapleton buscó a Vladimir en su oficina para comunicarle las novedades, él había pasado la noche con los médicos forense, quienes le practicaron la autopsia a Diana.

—¿Qué novedades traes?

—Mi teoría era cierta, Kiara no asesinó a tu madre.

—¿Qué?

—A no ser que Kiara la haya violado antes de matarla, ella no la asesinó.

—Dios…—suspiró pesadamente—¿Cuánto tiempo tardarás en lograr que caiga mi tío y el tio de Kiara?

—No lo sé, Vladimir, meses quizás, pero ahora tenemos un problema más grabe.

—¿Qué? ¿Ahora qué pasa?

—Vladimir, anoche, cuando te fuiste, Kiara se desmayó, la revisaron y…

—¿Qué? ¿Qué tiene mi esposa?

—Kiara está embarazada.

—Por Dios… Un hijo—sonrió—Tendremos un… Demonios Stapleton, sácala, lo lamento, pero ya no lo haremos, no arriesgaré la vida de ellos, saca a mi esposa de allí.

—No tendremos otra oportunidad, tu tío se escapará.

—Al diablo mi tío, si es posible yo mismo cazaré a esos malditos, pero no quiero que mi esposa pase un día más en esa prisión.

—De acuerdo, tú mandas, pero no garantizo que ella te perdone por como la trataste.

—Lo sé, pero prefiero que me odie unos meses a perderla para siempre.

[…]

Adolf planeaba tomar un avión a américa, cambiando su apariencia y nombre, pero la policía ya lo había encontrado.

—¡Page, Page! —gritó el teniente Davis—¡Lo encontraron, encontraron al asesino!

—¿Quién es? —indagó Vladimir.

—El señor Adolf Schneider.

—¿Qué?

—Según las pruebas, es el asesino.

—Vamos Vladimir, atrapemos a ese desgraciado—sostuvo Stapleton.

Cuando llegaron a la escena, Adolf estaba siendo acorralado, antes de levantar las manos sacó un arma y en ese instante la policía no dudo en dispararle. Stapleton alcanzó a detener a Vladimir para que no se cruzara entre las balas.




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