El beso del infierno

Capitulo 5

Para cuando entré en clase de Biología detrás de Stacey, quería pegarle un puñetazo. No dejaba de hablar de Roth, como si yo necesitara ayuda para preguntarme si realmente aparecería hoy. Me había quedado despierta toda la noche pensando en esa maldita serpiente en el árbol. ¿Habría estado ahí todo el tiempo, observándome mientras dormía y escuchando mi conversación con Zayne? Qué mal rollo. Todo aquello era aún peor cuando recordaba cómo Roth se había apretado contra mí en el lavabo. Porque cada vez que pensaba en él, pensaba en cómo me había sentido entonces. Nadie se acercaba tanto a mí, ni siquiera Zayne. Quería arrastrarme hasta el interior de mi propia cabeza, borrar el recuerdo quirúrgicamente y después lavarme el cerebro con lejía.

—Más vale que haya venido —estaba diciendo Stacey mientras se derrumbaba sobre su asiento

—. No me he escapado de casa vestida de este modo para nada.

—Sin duda. —Eché un vistazo a su falda corta, y después a su escote

—. No querríamos desperdiciar tus tetas. Me dirigió una sonrisa lasciva.

—Quiero que se pase toda la noche pensando en mí. Saqué mi libro de texto y lo dejé sobre el pupitre.

—No, no quieres eso.

—Lo decidiré por mí misma. —Se movió en su sitio y se tiró de la falda hacia abajo

—. En cualquier caso, no me puedo creer que no te parezca que está bueno. Tienes algo mal en la cabeza.

—No tengo nada mal en la cabeza. —La miré, pero tenía los ojos pegados a la puerta. Solté un suspiro

—. Stacey, no es un buen tío, de verdad.

—Hum… Mejor todavía.

—Lo digo en serio. Es… es peligroso. Así que será mejor que no se te pase ninguna idea pervertida por la cabeza.

—Demasiado tarde. —Hizo una pausa, y después frunció el ceño

—. ¿Te ha hecho algo?

—Es solo una sensación que tengo.

—Yo tengo un montón de sensaciones cuando pienso en él. —Se inclinó hacia delante, plantó los codos sobre la mesa y puso la barbilla sobre las manos

—. Un montón. Puse los ojos en blanco.

—¿Qué hay de Sam? Está completamente enamorado de ti. Sería una opción mejor.

—¿Qué? —Arrugó la nariz

—. No lo está.

—En serio, sí que lo está. —Comencé a garabatear en el libro, manteniendo mi atención alejada de la puerta

—. Siempre te está mirando. Stacey se rio.

—Ni siquiera me miró dos veces al ver mi falda…

—O tu falta de ella.

—Exacto. Eso sí, si llevara un código binario en las piernas, entonces se fijaría en mí. La señora Cleo entró apresuradamente, terminando con nuestra conversación. Casi me dio un mareo de lo poderosa que fue la sensación de alivio, y ni siquiera me importó cuando la profesora me miró con extrañeza. Pensé que Roth se había ido, y dibujé unas caritas sonrientes gigantes por encima de un diagrama. A lo mejor su estúpida serpiente se lo había comido. Stacey dejó caer el brazo del pupitre.

—Supongo que hoy va a ser un asco de día.

—Lo siento —gorjeé, haciendo girar el bolígrafo entre los dedos

—. ¿Quieres ir a…? La puerta se abrió de golpe mientras la señora Cleo sacaba el proyector. Roth entró tranquilamente en el aula, con el libro de Biología en la mano y una sonrisa arrogante que cubría toda su cara.

El bolígrafo se me resbaló de la mano, salió volando hacia delante y golpeó la cabeza de una chica que se sentaba dos asientos por delante de mí. Se giró rápidamente, levantó los brazos y me lanzó una mirada envenenada. Stacey se apresuró a enderezarse en su asiento, soltando un gritito por lo bajo. Roth le guiñó un ojo a la señora Cleo mientras pasaba junto a ella, y la mujer se limitó a sacudir la cabeza y rebuscar entre sus notas. Todos los ojos estaban fijos en el demonio mientras recorría el pasillo central. Las mandíbulas se quedaban desencajadas, y las chicas se giraban en sus asientos. Algunos de los chicos también lo hacían.

—¿Qué hay? —le murmuró a Stacey.

—Hola. Los codos de mi amiga se deslizaron a través del pupitre. Después, él volvió esos ojos dorados hacia mí.

—Buenos días.

—Mi día está completo —susurró Stacey, sonriendo a Roth mientras él soltaba el libro y se sentaba.

—Bien por ti —le solté, sacando otro bolígrafo de la mochila. La señora Cleo apagó las luces.

—Todavía no he corregido los exámenes, ya que algunos de vosotros vais a recuperarlos el viernes. El lunes os daré las notas y las tareas para conseguir créditos extra si los necesitáis. Algunos alumnos gruñeron, mientras yo me imaginaba clavando el bolígrafo en la parte posterior de la cabeza de Roth. ¿Qué había planeado la noche anterior? Absolutamente nada, porque me quedé dormida mientras maquinaba en la plataforma de observación.

Tras unos diez minutos de la pesada lección de la señora Cleo sobre la respiración celular, Stacey dejó de botar en su asiento. Yo todavía no había apartado los ojos de Roth, que ni siquiera se molestaba en fingir estar tomando notas. Al menos yo tenía un bolígrafo en la mano. Inclinó la silla hacia atrás hasta que quedó apoyada contra mi mesa, plantando los codos sobre mi libro de texto para apoyar su precaria posición. Una vez más olí algo dulce, como vino azucarado o chocolate negro. Me planteé moverle los brazos, pero para eso tendría que tocarlo. Podría pinchárselos con el bolígrafo con fuerza. Se había arremangado, mostrando unos bonitos brazos.

Una piel suave se tensaba sobre sus bíceps bien definidos. Y ahí estaba Bambi, enroscada alrededor del brazo. Me incliné hacia delante, un tanto fascinada por los detalles. Cada onda de la piel de la serpiente había sido sombreada, de modo que realmente parecía tridimensional. La zona del vientre era gris y de aspecto suave, pero dudaba que la piel de Roth fuera muy suave. Se veía tan dura como la de un Guardián. El tatuaje parecía muy real. «Porque es real, idiota». En ese momento, la cola se movió y se deslizó por encima del codo. Con un jadeo, me recliné de golpe sobre mi asiento, y Stacey me lanzó una mirada de extrañeza. Roth giró la cabeza.




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