El Bosque Acecha

La recuperación de Marcos fue lenta pero constante. Aunque sus pesadillas y alucinaciones disminuyeron con el tiempo, una sombra de inquietud permanecía en sus ojos. Víctor y Elena lo cuidaban con dedicación, sabiendo que cada día era una batalla contra los recuerdos oscuros del bosque.

Sin embargo, la calma en La Sombra fue efímera. Apenas unas semanas después del ritual, se empezaron a reportar más desapariciones en el pueblo. Primero fue María, una joven madre que había salido a buscar leña y nunca regresó. Luego fue el turno de Don Pedro, un pescador veterano que solía caminar cerca del bosque al amanecer.

Los habitantes del pueblo estaban aterrados. El bosque parecía tener vida propia, extendiendo sus oscuros tentáculos para llevarse a aquellos que se acercaban demasiado. A pesar de las advertencias y las precauciones, las desapariciones continuaban, y una atmósfera de pánico se apoderó de La Sombra.

Víctor sentía una creciente urgencia por detener lo que estaba ocurriendo. Sabía que el bosque estaba detrás de las desapariciones, y que debía encontrar la manera de enfrentarlo. Recordando las palabras de Don Eusebio, Víctor decidió reunir a un grupo de voluntarios para realizar una exploración más exhaustiva del bosque, con la esperanza de encontrar alguna pista que pudiera ayudarles.

El grupo estaba compuesto por Víctor, Elena, Marcos (quien insistió en unirse a pesar de su reciente recuperación), y dos jóvenes valientes, Carlos y Ana. Equipados con linternas, provisiones y mapas, se adentraron en el bosque, decididos a desentrañar sus misterios.

A medida que avanzaban, la familiar sensación de inquietud volvió a envolver a Víctor. Las sombras parecían moverse entre los árboles, y el susurro del viento llevaba consigo voces que eran difíciles de ignorar. A pesar del temor, el grupo se mantenía unido, avanzando con cautela pero con determinación.

Después de varias horas de caminata, llegaron a una zona del bosque que parecía diferente. Los árboles eran más altos y antiguos, y el aire estaba cargado con una energía extraña. De repente, Ana señaló algo en la distancia: una pequeña cabaña de madera oculta entre la espesura.

Cautelosamente, se acercaron a la cabaña. La puerta estaba entreabierta, y un olor rancio emanaba de su interior. Al entrar, encontraron un espacio oscuro y claustrofóbico, lleno de objetos antiguos y símbolos grabados en las paredes.

Víctor sintió un escalofrío al ver las inscripciones. Eran similares a las que habían encontrado en el árbol retorcido, pero más elaboradas. Parecían contar la historia de un antiguo ritual, uno destinado a invocar y controlar la fuerza del bosque.

Mientras exploraban la cabaña, escucharon un ruido sordo proveniente del exterior. Al salir, encontraron a Carlos inconsciente en el suelo, con una expresión de terror grabada en su rostro. A su alrededor, la niebla se enroscaba como serpientes espectrales, y las sombras parecían acercarse más.

El grupo decidió que lo mejor era retirarse y llevar a Carlos de vuelta al pueblo. Al levantarlo, Víctor notó una marca extraña en el brazo de Carlos, una especie de símbolo que brillaba con una luz tenue. No sabían lo que significaba, pero intuían que estaba relacionado con el poder del bosque.

De regreso en el pueblo, Carlos fue llevado a casa de Don Eusebio, quien intentó descifrar el significado de la marca. El anciano, aunque sorprendido, reconoció el símbolo como parte de una antigua leyenda.

—Esta marca es un signo de maldición —explicó Don Eusebio—. Se dice que aquellos que llevan esta marca son elegidos por el bosque para ser sus guardianes, destinados a servirle por toda la eternidad.

El grupo se quedó en silencio, asimilando la gravedad de la situación. Sabían que debían actuar rápidamente para salvar a Carlos y detener las desapariciones. Víctor, cada vez más determinado, decidió que el próximo paso sería encontrar la fuente de poder del bosque y destruirla.

Mientras planeaban su próximo movimiento, otra desaparición sacudió al pueblo. Esta vez fue Juanita, la hija pequeña del herrero. La niña había estado jugando cerca del borde del bosque y desapareció sin dejar rastro. La desesperación de la niña impulsó a Víctor y a su grupo a actuar con mayor urgencia.

La semana siguiente reuniendo todas sus fuerzas y su coraje, Víctor, Elena, Marcos, Carlos ya un poco recuperado y Ana se adentraron una vez más en el bosque. Sabían que el tiempo se estaba agotando y que cada segundo contaba. Con el corazón lleno de temor y esperanza, se dirigieron hacia el centro del bosque, donde creían que encontrarían la fuente de su poder.

A medida que avanzaban, la energía del bosque se volvía más intensa. Las sombras eran más densas, y los susurros más claros. Víctor sintió que el bosque estaba tratando de comunicarse con él, de advertirle o de intimidarlo, no podía estar seguro. Sin embargo, su resolución no flaqueó.

Finalmente, llegaron a un claro en el corazón del bosque. En el centro, se alzaba un árbol gigantesco y retorcido, cuyas raíces se extendían como garras por el suelo. Los árboles que rodean este árbol eran también de un tamaño impresionante, los árboles en lo más profundo del bosque eran cada vez más gigante. El aire estaba cargado de una energía casi palpable, y las sombras se movían con vida propia.

Víctor se acercó al árbol, sintiendo que había llegado al centro del misterio. Sabía que debía hacer algo, pero no estaba seguro de qué. Al tocar el árbol, una visión se apoderó de su mente: vio a las personas desaparecidas, atrapadas en una especie de sueño eterno, sus almas alimentando al bosque.

Con renovada determinación, Víctor supo que debía encontrar una manera de liberar a las almas atrapadas y destruir el poder del bosque. El camino sería difícil y peligroso, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo para salvar a los desaparecidos .

El destino de muchos dependía de su valentía y de la unión del grupo. La batalla contra el bosque apenas comenzaba, y Víctor sabía que no podía permitirse fallar. El tiempo corría, y la pero en el fondo de sabía que la lucha con el bosque estaba lejos de concluir.