El bosque de los gritos

Capítulo 2

No tardamos mucho en llegar a casa. Más que una humilde morada, era una mansión. Mi hogar consiste en siete habitaciones, más dos que son para los huéspedes, cada habitación tiene su baño y armario. Es inmensa y lujosa con detalles del siglo XVIII muy acorde con el pueblo que parece haberse quedado estancado en el tiempo.

Mi madre nos recibió con la mirada fruncida y los brazos cruzados.

Es una mujer elegante alta, rubia, de ojos azules y tez pálida. Es también una mujer extremadamente dura y exigente especialmente para con sus hijos.

–Tardaron demasiado –nos dice apenas nos ve –. ¿Qué les tomo tanto tiempo? no importa. Ve a cambiarte, rápido, debes ponerte algo más decente que eso.

Aprieto los labios. No le veo el problema a mi ropa. Solo llevo unos jeans, un top azul con una chaqueta beige.

– ¿Qué esperas, Isabel? ¡Ve rápido! –Mi prima ríe, pero el gozo no le dura lo suficiente. Mamá alza una ceja en su dirección –. Cristal, ayuda a tu prima a cambiarse. ¡Rápido! No sé tarden demasiado. Toda la familia debe estar reunida.

Cristal bufa, pero asiente. Ambas no dirigimos a mi habitación en silencio. Entramos y enseguida Cristal fue a mi armario a buscar que ponerme, yo por otro lado guardo mi cámara y mi bolso poniéndolo a un lado de la cama.

–Ten, creo que esto es lo suficientemente "decente" para la tía Camile –me tiende un vestido color azul pastel con estampado floreado en los pliegues de la falda. Me gusta mucho, no es muy corto ni muy largo –. ¿Sandalias beige o tacones blancos? –Inquirió, mostrándome ambos pares.

–Sandalias –digo, mientras me cambio. Habíamos crecido juntas y no es la primera vez que me cambio enfrente de mi prima –. ¿Por qué mamá está tan ansiosa?

Cristal chasquea la lengua.

–De verdad que se te olvido, eres tan olvidadiza. Muy olvidadiza.

–Por favor, ilumíname. Ya que te veo tan divertida con la situación –masculle mientras me pongo las sandalias.

–Tu hermano, el chico prodigio, vuelve a casa por fin –Cristal tiene razón, ¿cómo pude haberlo olvidado? Tuve mi cabeza tan ocupada en mis cosas que he olvidado por completo el regreso de mi hermano. Ríe divertida por mi reacción –. Será mejor que cierres la boca; las moscas podrían entrar y no querrás eso. Por eso la tía Camile ha estado algo histérica, por así decirlo.

–Mi madre no es histérica… Solo le gusta que todo sea perfecto –defiendo muy a mi pesar –. Te agradezco, prima, que guardes tus comentarios. Además, tu madre tampoco es una blanca paloma que digamos.

Sé que fue infantil de mi parte pero, en mi defensa, Cristal siempre ha sido una chica con la lengua afilada. Dando comentarios sin escrúpulo alguno seas quien seas.

Lejos de molestarse mi prima parece divertida, casi complacida.

–Lo sé. Es más, tu madre puede ser mejor que la mía –mira la puerta como si temiera que alguien nos estuviera escuchando –. Será mejor que bajemos, ya estás decente. Vamos, vamos antes de que nos maten.

Ambas bajamos rápidamente a la sala. Toda la familia parece estar aquí; mamá nos indica que tomemos nuestros lugares. Unos pocos minutos después, mi padre entra a casa seguido de mi hermano mayor, Héctor.

Todos gritamos el típico "Bienvenido a casa Héctor", saltamos en aplausos y abrazos.

Mi hermano rápidamente esboza una sonrisa, para luego abrazar a mamá primero y luego a mí.

–Has crecido demasiado, pitufa –me dice al oído, suelto una risilla.

– Y tú sigues igual de tonto, te extrañe mucho –profundice el abrazo, después de unos segundos nos soltamos –. Ve y saluda los demás. Después nos ponemos al día.

Me regala una sonrisa antes de ir a ver a nuestros tíos, tías, primos y primas.

Mamá camina hacia mí, me examina por unos momentos y asiente en aprobación.

–La familia al fin está completa, tu hermano acaba de terminar su carrera. Ya era hora de que volviera a casa –asiento, mientras espero que terminen de hablar –. Ahora que ha vuelto ejercerá su carrera administrativa, será el nuevo CEO para tu padre y todo será perfecto –aprieta ligeramente mi brazo –. No quiero que hagas algo para perjudicar su imagen. Necesita una imagen impecable.

Sabía que mi hermano no había vuelto porque extrañaba su hogar.

–No estoy haciendo nada que pueda perjudicar su imagen, mamá.

–Lo haces –dice severamente –. Lo haces al ir a ese bosque. Los ancianos te creen una bruja y los demás una loca o una delincuente. Si no fuera porque a tu padre le desagrada la idea te habría mandado a un internado.

Reprimí las ganas de rodar los ojos. Siempre me ha amenazado con mandarme a un internado.

Gruñí.

–Dijiste que son solo unos viejos supersticiosos –alegue en voz baja, controlada, sin dejar mirar como Héctor saludaba cariñosamente a nuestros primos –. Dijiste que no importaba lo que dijeran de mí. O de cualquiera de nosotros. Que estábamos por encima de ellos.

–Pues ahora importa. Tu padre es el dueño de la empresa familiar, la que empezó todo está aquí y tu hermano debe seguir sus pasos, ya es hora de que tome la batuta, por ende; debemos dar la mejor imagen. Somos numerosos y por eso estaremos en el foco de atención. Somos la familia más intachable del pueblo. Debemos seguir así –hace una pausa, me suelta y acomoda un mechón de mi rubia cabellera tras mi oreja –. Lo entiendes, ¿verdad?

Suavizo su tono a uno dulce, empalagoso.

Asiento levemente.

–Si mamá –digo lo que quiere oír.

La veo asentir y, con voz alta pero melodiosa indica a la familia a trasladarse al jardín; allí continuaría la fiesta de bienvenida y donde cenaríamos juntos bajo el manzano.

Suelto un suspiro y me preparo mentalmente para una larga noche. En el jardín me topo con mi prima favorita, Lisa. Ambas soltamos unos chillidos antes de abrazarnos.

–Por Dios, actúan como si no se hubieran visto en años –comentó Cristal sosteniendo una soda.




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