El buen doctor [chenmin]

Capítulo Tres

De vuelta en su oficina, el médico pervertido sonrió para sí mismo mientras de nuevo olía el olor a almizcle dulce en sus dedos. Gimió de placer mientras se frotaba el olor acre por los labios y la lengua. Se desabrochó los pantalones del traje, sacó su grueso pene y se acarició a sí mismo con el recuerdo del agujero rosa que se había aferrado tan incitante a sus dedos.

El Dr. Jongdae no dejaba de pensar en esos preciosos ojos azules y la forma en que lo miró con total confianza. Sólo acababa de cumplir dieciocho años, Xiumin era muy ingenuo y actuaba mucho más joven. Era la viva imagen de la inocencia. Su precioso niño había sido tan dulce, tan hermoso. Era todo lo que el Dr. Jongdae había esperado, y más.

Se había obsesionado con el joven hace meses, cuando lo vio saliendo de la oficina de otro psiquiatra; un idiota que se creía el rival del Dr. Jongdae, (como si alguien pudiera rivalizar con el Dr. Jongdae, ja!).

Había conocido al otro médico y sabía que no sería capaz de ayudar a Xiumin. No podía ayudar a cualquiera de sus pacientes porque no estaba dispuesto a escucharlos.

Por lo tanto, el Dr. Jongdae sobornó a la secretaria de su rival con chocolates para obtener el programa de citas de Xiumin y efectivamente, unas semanas más tarde, Min se había quedado sin sus citas con el hombre que parecía una mala imitación de Dumbledore. El Dr. Jongdae se rio de buena gana ante el insulto. El parecido con el personaje de ficción era extraño.

Su obsesión con el chico solamente había crecido desde entonces, ya que en secreto le observó en el patio de la escuela y jugando con sus amigos. Por último, había logrado robárselo al otro médico sólo para poner sus manos en el chico. Él envió a su madre un certificado de regalo para una sesión gratuita que supuestamente había ganado en un sorteo al que nunca había entrado. Y finalmente, después de toda la planificación; había llegado a tener al chico sentado en la silla, solo y sin vigilancia.

El médico sabía que las cosas pudieron haberse salido de sus manos, pero nunca había estado tan excitado en toda su vida. Había estado esperando desde hace mucho tiempo poner sus manos en el hermoso cuerpo de Min. Su verdadero propósito de someter al joven encantador para un examen físico era determinar la verdad en su declaración de que no estaba siendo abusado sexualmente.

Examinó la garganta de Min y el paladar superior en busca de eritema o petequias (5) que podrían resultar de la felación forzada. Parecía que el cuerpo del joven, estaba libre de hematomas. El médico examinó cuidadosamente cada milímetro de su recto para detectar signos de dilatación que indicarían la penetración anterior, así como signos de inflamación o cicatrización interna (6).

No había palabras para explicar lo aliviado que se sintió al descubrir que su pequeño ángel era virgen y confirmaba que la afirmación de Min de que no estaba siendo abusado era verdad.

Otra ventaja es que el examen físico había confirmado sus sospechas sobre la causa de la frustración de Min y sus episodios. El pobre muchacho estaba tan reprimido sexualmente que estaba a punto de explotar. Min estaba intensamente frustrado y era demasiado inocente para saber qué hacer al respecto.

Estaba corriendo lejos de su familia, pero no por las razones que otros médicos sospechaban. No tenía absolutamente ninguna privacidad para explorar su sexualidad floreciente, por lo que su frustración se elevó al no hallar forma de tratar con sus necesidades, dando lugar a una compulsión severa como una forma de disipar el exceso de energía y frustración acumulada.

Era peligroso y podría resultar en que Min terminara en lugares peligrosos, o con lesiones en sus delicados pies y piernas.

No, eso no era aceptable en absoluto. El Dr. Jongdae frunció el ceño con dureza ante la idea de que su hermoso paciente fuera perjudicado de alguna manera. Intolerable. No, él seguiría administrando tratamientos regulares para evitar que eso sucediera.

Los médicos de la época victoriana se referían al problema de Xiumin como “estado de frustración sexual extrema o histeria”. Era, por supuesto, considerada una enfermedad mental y sólo afectaba a las mujeres. Las mujeres eran consideradas como seres completamente asexuales, que no eran capaces de tener deseos sexuales o apetitos.

Los síntomas de la histeria incluían irritabilidad, agresividad, nerviosismo, insomnio y una tendencia a causar problemas.

Comportamientos estándar prácticamente para cualquier persona a la que se le niegue la libertad sexual durante años y años.

En casos extremos, la mujer frustrada podría verse obligada a entrar en un manicomio o a someterse a cliterodectomia quirúrgica (7) en un intento de “cura”. Afortunadamente, la mayoría de los psiquiatras preferían una ruta más integral y tratamientos mediante la inducción de la histeria lo que llamaron “paroxismos histéricos” (8). Eran simplemente orgasmos, pero los médicos no los llamaban orgasmos, ya que las mujeres, siendo los seres angelicales y asexuales que eran, no podían tener orgasmos.

Estos médicos se ganaban la vida administrando “masajes pélvicos” a las amas de casa de buena familia, sexualmente frustradas que no podían buscar la satisfacción en sus maridos por miedo a ser vistas como anormales. De hecho, así fue como se inventó el vibrador.



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En el texto hay: medicos, pacientes

Editado: 11.05.2023

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