El camino a la libertad no es fácil

Capítulo 1: El despertar

Edgar Naos despertó mareado, todo le daba vuelta, era un nuevo día y su habitación seguía igual que el día anterior, botellas por el suelo, vasos de plástico y restos de hierba, entre otras cosas.

Aquello no era una casa, parecía que hubieran pasado por allí los cuatro elementos primordiales. Cortinas quemadas, el suelo mojado de bebida derramada, era como si hubiese habido un terremoto y un tsunami a la vez.

Se levantó y se dirigió a la cocina esquivando todo tipo de objetos rotos que ahora mismo no le preocupaban demasiado a preparar un café. Dejó el café haciéndose y fue a sentarse en lo que quedaba de sofá, descalzo y sin pantalones, pisó y se cortó con más de un cristal en su ida al sofá, pero no le importó. Estaba demasiado aturdido, demasiado caído.

La cabeza le daba vueltas y escuchaba un ruido, un zumbido que le penetraba el cerebro como si estuviera dentro de su cabeza. Tras un rato echado en el sofá esperando que el sonido dejara de torturarle y esperando a que se hubiera hecho el café, le sobresaltó el ruido de la cafetera, pensó que era un horror, la apagó y cogió el café que tanto deseaba. Le extrañó la luz que entraba por la ventana, miró por ella, hacía un sol resplandeciente, un día lleno de energía y alegría, cosa que Edgar no compartía.

-¿Qué hora es?- Se preguntó mientras llevaba su mano al reloj, miró la hora, no podía ser, ¿las dos de la tarde?

-Se me ha ido de las manos- Lamentó en voz alta, como si pidiera ayuda.

En su respuesta tuvo el sonido incesante del tráfico de las nueve. Se echó las manos a la cara y tras unos instantes volvió a mirar el reloj.

-No puede ser...- Miró extrañado el reloj.

-Pero si a medio día no pasan coches por aquí...- Volvió a pensar en voz alta.

El reloj seguía marcando las dos, algo había cambiado, la habitación seguía igual. Miró por la ventana, estaba amaneciendo, hora punta para todo el que estudiaba.

Su habitación seguía cerrada con llave, así que, cogió la llave, que a su sorpresa llevaba en el bolsillo, y según metió la llave, la puerta se abrió.

-Qué cosas más raras me están pasando- suspiró intentando olvidar lo sucedido el día anterior.

Entró en la habitación, allí no había ningún destrozo. No le costó llegar al armario, cogió una camisa, unos calzoncillos y unos pantalones. Se sentó en la cama y se vistió, se echó desodorante y colonia y se ató los zapatos y fue así cuando se dio cuenta de las heridas de las plantas de los pies, pero no les dio importancia, aunque algo si que le molestaban. Salió del piso que había alquilado, bajó las escaleras y salió a la calle, en dirección a ninguna parte.

Necesitaba andar, necesitaba pensar. Habían sucedido demasiadas cosas, se había enamorado de una chica que no conocía, se había enfadado con su mejor amigo, había hecho una fiesta que no había salido muy bien, y ahora ya no sabía qué hacer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.