— ¿qué te paso en la mejilla? — me pregunta Ethan ignorando mí orden
— Un tipo me golpeo.
—¿por qué siempre eres tan impulsiva?
— ¿por qué estás en esta casa y no conmigo?
— Porque es tu hermano, no tu juguete, loquita— lo único que hago es mirar muy mal a Connor, pero no le digo nada porque sé que es verdad, es mi hermano y no va a estar conmigo por siempre, aunque es la única persona en el mundo que me entiende y la idea de ya no importarle me lastima mucho.
— Si como sea— ruedo los ojos y me acuesto en la cama de Connor como si fuera mi casa— qué le ves a esta gente Ethan, son tan aburridos, no puedo creer que prefieras estar con ellos y no conmigo.
— Yo no prefiero estar con ellos, y no seas grosera pequeña, te he explicado varias veces que no insultes a la gente.
— ¡no soy pequeña, solo soy cinco minutos menor que tú!
Ethan se ríe y no me dí cuenta el momento en el que Connor se fue de la habitación, pero ahora está de pie frente a mí con un botiquín de primeros auxilios supongo que para la herida de mi labio y mejilla.
— Levántate, hay que curarte esa herida— dice Connor mientras saca un copito con alcohol y se acerca lentamente a mí.
— Si te atreves a tocarme, te mato.
— ¡Alessa!, ¿qué acabamos de hablar?, deja Connor yo lo hago, de verdad es mejor que no la toques.
Ethan se acerca a mí y cuidadosamente me limpia la sangre del labio, luego desinfecta con el copito de alcohol que anteriormente tenía Connor en las manos y finalmente me da un besito en la mejilla diciendo que pronto va a sanar. Me trata como a una bebe, lo miro mal fingiendo que es muy infantil, pero muy en el fondo me gusta que me cuide.
— Bueno, nos vamos— digo cogiendo a Ethan de la mano y saliendo de la habitación de Connor. Al salir, Coral está en la mitad del pasillo con la cabeza agachada y algo en las manos.
— Muévete— le digo, y le paso por el lado.
— O...oye, mmm, toma— murmura, mientras me muestra lo que tiene en las manos. Me detengo y doy la vuelta mirándola directamente, suelto a mi hermano y levanto la mano para que me de lo que me tenga que dar y poder irnos rápido. Me alcanza un dibujo de un cachorro de lobo blanco, tiene ojos de color azul y está sentado, la forma en la que esta dibujado crea la ilusión de que está moviendo la cola feliz. Nuevamente siento algo que no logró identificar.
— Yo lo hice hace algún tiempo, es mi favorito y te lo doy en agradecimiento por salvarme— la miro
— ¿tienes cinco años? Que cosa más infantil— De todos modos, lo acepto y lo miró fijamente por un segundo.
— Tengo diecinueve ¿y tú? — la miro muy mal
— Estaba siendo sarcástica, cómo no entiendes el sarcasmo, eres la persona más inocente o idiota que he conocido. — Ahora si paso por el lado de ella, bajamos al primer piso y salimos de la casa con mi hermano.
— Te agradan— menciona Ethan
— ¿qué? Pero claro que no, la niñita es rara e infantil, muy estresante, y el otro actúa como si supiera todo de mí, cuando a duras penas me acuerdo de su nombre, doblemente estresante.
— Puedes mentirte a ti misma, pero no a mí, te conozco muy bien. No habrías recibido el dibujo si no fuera así, además la ayudaste.
— Sabes que a mí no me agrada nadie, no te hagas ideas— cerramos la conversación, y nos acercamos a nuestro feo y muerto jardín.
Siento una mirada detrás de mí, y cuando volteo me encuentro a Connor mirándome desde su ventana, extraño. Entramos a la casa y voy directo a la cocina a saludar a mi madre y mirar de donde proviene ese rico aroma.
— Hola mami— la abrazo por detrás y disimuladamente me robo una de las galletas de la encimera.
— Por la nota que dejaste pensé que no estabas con tu hermano— me mira y abre los ojos— ¿qué te pasó en la mejilla?
— No estaba con él, nos encontramos en el camino, y me caí— prefiero no decirle el incidente en el pueblo para no preocuparla.
— Si me necesitas, voy a estar en mi habitación.— Salgo de la cocina y subo las escaleras que, a diferencia de la casa de Connor, no tienen ni una solo foto. Llego a mi cuarto y voy hasta el tocador color blanco, miro la única foto mía que tengo de pequeña y la saco del porta retrato, la miro unos minutos, tendría unos seis años, un chico rubio de ojos azules esta al lado mío, los dos miramos a la cámara, lo extraño es que no recuerdo nada de ese día y no reconozco a ese chico, tiene cierto parecido a mi papá, un día le pregunte quien era, pero no me dio una respuesta clara y dijo que nadie importante.
Meto la fotografía a uno de los cajones y en su lugar pongo el dibujo en el portarretrato y lo vuelvo a dejar en el escritorio. Puedes mentirte a ti misma, pero no a mí. Las palabras de Ethan vuelven a mi cabeza, pero decido olvidarlas, me pongo mi pijama de perrito rosada con blanco y me acuesto a dormir.
Estaba en una habitación hecha de ladrillo, hacía mucho calor y no había aire acondicionado, el piso estaba muy caliente y solo había una manta cubriéndolo. Sentía que me estaba asfixiando, el calor era cada vez más insoportable y gotas de sudor recorrían desde mi frente hasta mi cuello perdiéndose en mi pecho o en el suelo.
¿dónde estoy? Pienso y miro mis manos, son mucho más pequeñas, no las reconozco parecen las de una niña.
— Quédate quieta o te va a dar más calor— salto y miro aterrada el lugar de donde proviene la voz. Era un chico de unos ocho años, esta recostado en el piso de espaldas a mí, solo le veía el cabello rubio que se me hacía algo familiar.
— Matt, ¡despertaste! — alcanzo a decir cuando el mareo por el calor me hace cerrar los ojos poco a poco.
— Despierta, ¡despierta!, ¡Alessa! — un fuerte sacudón me hace abrir los ojos, pero no puede ver nada, mis manos tiemblan y no sé quién me está tocando los brazos.
Editado: 31.08.2021