el camino de Alessandra

capítulo 30

— Espero que estés lista para comenzar con tu verdadero entrenamiento— mi madre esta frente a mi sosteniendo uno de los arcos con flechas que empacamos de la habitación secreta de nuestra casa.

— ¿no deberíamos ir donde Druwid a entrenar?

— Aún no, Ethan tiene que estar completamente recuperado.

— ¡Pero no creo que… AH! — mi madre acaba de lanzar una de las flechas, la cual me da directo en mi pierna izquierda. Caigo al suelo, sosteniendo ese lugar, viendo como sale sangre. Me duele, pero no voy a llorar

— MAMÁ, pero ¿qué haces?

— Sácala

— ¿qué?

— Que saques la flecha de tu pierna

— ¿yo?

— Claro que tú, hazlo.

Sosteniendo la respiración y entrecerrando un poco los ojos, saco rápidamente la flecha de mi pierna, el dolor me hace soltar un pequeño alarido, aun así, comienzo a ver como la herida se va cerrando poco a poco.

— Levántate y defiéndete. Eres muy blanda, te descontrolas fácil, te falta actividad física, en estos momentos no podrías acabar ni con una mosca.

— Que amable eres, madre

— ¡no te di permiso para hablar! — salto en mi sitio ante su grito, no es nada extraño verla en esa forma tan autoritaria, pero si me sorprendió un poco.

Me pongo en pie y muevo mi pierna hacia adelante y atrás unas cuantas veces, verificando que este completamente curada, miro a mi madre con decisión y me concentro completamente en la posición de sus manos puestas en el arco, pendiente de el momento en que lance otra flecha. Mueve su mano derecha tensando la cuerda, me preparo sabiendo que esta a punto de disparar, pero, inesperadamente, en un abrir y cerrar de ojos, sonríe y manda su mano derecha a la parte trasera de su pantalón sacando una ballesta y disparando con una sola mano.

La flecha me da esta vez en el hombro izquierdo, el impacto me hace caer al suelo nuevamente, saco la flecha con fuerza y enseguida me levanto, con enojo tiro la flecha al suelo.

— ¡Eso es trampa, no sabía que tenías una ballesta!

— En una batalla no vas a saber nunca que tipo de trucos escondidos tiene el oponente, tienes que estar lista para todo, ahora, no te quejes como una pequeña y sigamos.

Suelto una maldición, sin embargo, sé que tiene razón. Veo que vuelve a posar sus dos manos en el arco, y esta vez me preparo para cualquier cosa. En un segundo mi madre vuelve a lanzar otra flecha, y aunque veo el momento en que lo hace, no logro esquivarla y me da en mi otro brazo, maldición, sé que esta evitando puntos vitales, pero igual duele.

Sin hacer ningún sonido, solo con una pequeña mueca, saco la flecha y la tiro al suelo junto con las otras dos.

— ¿cómo es que las lanzas tan rápido?

— No lo estoy haciendo, tú eres muy lenta— saca otra flecha y la ubica en el arco— ahora, si no quieres que te siga lastimando, esquívalas o detenlas— la lanza.

Nuevamente, veo el momento en que lo hace y la dirección que toma la flecha, pero sigo sin poder esquivarla y vuelve a darme.

De esta forma continuamos el resto de la tarde, no pude detener o esquivar ninguna flecha y siento mis músculos adoloridos. Caída la noche, regresamos junto con mi madre.

— La próxima quiero ser yo la que te lance flechas— le digo antes de entrar al castillo, ella sonríe, aunque no dice nada.

— Alessa ¿qué te paso? — todos están reunidos en el primer cuarto de estar del castillo y Coral no tarda en acercarse a mí al ver mi sudadera manchada completamente de mi sangre.

— Ella ya no es mi madre, es un monstruo— respondo señalándola

— No exageres, fui suave contigo— responde antes de saludar a mi padre y subir a su habitación, abro la boca indignada.

Levanto a Sasuke que viene corriendo desde el segundo piso.

— Pequeño, te extrañé— lo abrazo, camino hasta uno de los sofás, el más lejos de donde esta Connor y me tiro como saco de papas— estoy muerta, no quiero dar ni un paso.

Coral se sienta a mi lado y Sasuke salta de mi barriga para acercarse a la de ella, frunzo el ceño.

— Es extraño que Sasuke este tan pegado a ti estos días

— Yo estaba pensando lo mismo, aunque no me incomoda, es tierno— veo como el conejo se acerca a su barriga con cautela y con cuidado se acuesta ahí, Coral sonríe y lo acaricia con ternura.

Asher y Samantha, sentados frente a nosotras dos, se quedan viendo la escena igual de curiosos y confundidos que yo, veo a Samantha algo pensativa, aunque no le presto mucha atención. Ethan viene hacia mí y me abraza.

— ¿te sientes mejor? — le pregunto mientras le acaricio el pelo y dejo que recueste su cabeza en mis piernas, él asiente.

— Papá me contó todo lo que sucedió mientras estuve inconsciente— suspira— siento mucho que hayas recordado todo, sé que querías olvidarlo.

— No lo sientas, yo me alegro de haberlo hecho. Es verdad que no son buenos recuerdos, pero no quiero volver a olvidar a mí hermano, además ahora sí sé quien soy y ya no me siento tan perdida como antes.

Ethan va a responderme algo, pero una nueva persona irrumpe en la sala. Muevo mi cabeza en su dirección y noto que es Ana, frunzo el ceño.

— Tuve que curarla, el señor Frederick me lo pidió— me informa Samantha.

— Esta bien, no es como si la fuéramos a dejar dormida para toda la vida.

Ella carraspea, dándonos a entender que nos esta escuchando. La miro de forma fría, sigue sin caerme bien, ella enseguida desvía la mirada y noto como le tiemblan ligeramente las manos, detrás de ella veo que el señor Frederick se acerca.

— Señor Asher, señorita Samantha— hace una ligera reverencia hacia ellos— Ana ya no quiere quedarse más en el castillo, la voy a llevar al pueblo.

Samantha asiente y Asher solo mira para otro lado. El señor Frederick les vuelve a hacer una reverencia y sale con Ana, tomando su abrigo y el de ella. Ethan se levanta de mis piernas y dice que va a descansar, sube al segundo piso seguido de los Kim.



#10650 en Fantasía
#2253 en Magia

En el texto hay: romance, suspenso, hibrida

Editado: 31.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.