La noticia de que su querido hermano mayor iba a llegar a casa, lo tenía eufórico, cosa que se notaba en su rostro al ser una persona muy expresiva. Sí, a veces maldecía al mundo por no poder ser capaz de esconder lo que siente y ser un libro abierto, aunque eso no le importaba en estos momentos.
El día llegó, repetía en su mente una y otra vez, creyendo estar en un sueño.
La persona que tanto extrañaba estaba de regreso. Faltaban unas horas para su llegada y él corría por todas partes, ordenando cualquier cosa, en un nulo intento de calmar sus nervios que eran más que visibles.
—Halla la calma en ti, novia desesperada —se mofa de su amigo.
—Me es imposible halarla, Esteph —chilla.
El contrario rueda los ojos, dándose por vencido antes de si quiera intentar algo. Sí, es imposible calmarlo cuando entra en ese estado.
—Lean —llama y cuando obtiene su atención, palmea el sitio a su lado—. Tranquilo, no va a pasar nada, es solo tu hermano mayor, no hay nada por lo que debas estar nervioso —frunce el ceño parpadeando lentamente. Su actitud le desesperaba, eso estaba claro.
—No lo entiendes, es difícil actuar normal —se deja caer en el sillón.
—¿Desde cuándo es difícil para ti entablar una conversación o estar simplemente en frente de otras personas? Si tú eres un lobo social —hace mención del apodo que le pusieron unos compañeros de la escuela.
—No lo es cuando la otra persona te interesa demasiado y con solo hacer un mal uso de las palabras, puedes ser dejado de lado fácilmente —apoya su cabeza en el hombro del chico ave.
—¿Él es una buena persona? —indaga, preocupado.
—Lo es —asegura con firmeza.
—Entonces no hay nada por lo que debas estar preocupado —resuelve dando pequeños mimos a su cabellera llena de tinte color rosa.
—Quiero aullar de solo pensar en cómo era cuando vivía aquí —su respiración se acelera, volviéndose ruidosa—. Es muy guapo, ya lo verás —traga saliva, al notar que su corazón está más acelerado de lo normal.
—Mantén la compostura —ordena irritado—, pareces una colegiala de 15 años y tienes casi 3 años más que ellas, no debes mostrarte así, recuerda tu posición —reprende.
—Lo sé —su rostro se ensombrece, perdiendo su tan característica alegría.
—Aunque también puedes sacar todo tu nerviosismo por los próximos 15 minutos —ofrece comprendiendo su malestar.
Es difícil tener una carga tan pesada sobre los hombros. El estar a la altura de las expectativas de todos es lo más horroroso de ser un futuro líder. Todos te van a señalar con el dedo si te equivocas, no hay perdón. Tal cosa como cometer un error es impensable para ellos.
Lean lleva el peso de volverse un alfa y la presión de su madre no aminora la preocupación y estrés que se dejan ver por temporadas en él. Es consciente de cómo lo ven las personas que le rodean, su rostro infantil y poca altura, le resta autoridad; muchas veces escuchó los comentarios hirientes de quienes lo escogían como enemigo.
¿Cómo piensa proteger otros si es tan pequeño? Hay que mirarlo para darse cuenta que es un inútil.
¿Es de verdad un alfa? Que burla.
No me gustaría pertenecer a la manada de un ser tan incompetente como él, lo único bueno que posee es su excesiva amabilidad.
Son solo unos de los tantos insultos que se repiten en su mente. Lean odia su altura con todo su ser, si tan solo fuese más alto, tal vez la gente no fuera tan dura con él. Es la respuesta que da a sus pensamientos.
—Esteph, ¿crees que voy a volverme alguien del cual tú estés orgulloso? —formula la duda que le tiene inquieto tan de repente.
—Yo estoy orgulloso de ti, con el simple hecho de ver cuanto te esfuerzas, lo estoy —asiente repetidas veces.
El chico sospesa su respuesta, le hace feliz saber que su amigo está orgulloso.
Él de verdad desea ser un buen guía para su manada.
Un ruido se escucha y los dos chicos se paran del cómodo sillón como si fueses dos resortes y Esteph al ver que su amigo se quedó tan tieso como una piedra, toma la iniciativa de ir a abrir la puerta.
Está curioso de ver si cierto que el hermano mayor de Lean es tan guapo como dice. Claro, el muchacho no tiene mal gusto, de igual forma, no está de más ir a comprobarlo.
—Permanece sereno —advierte al ver que el muchacho comenzó a temblar ligeramente.
—Todo está bien —alza su pulgar con una temblorosa sonrisa en sus labios.
—Eres todo un caso —bufa abriendo la gran puerta.
—Hola, hermanito —un tipo alto se cuelga de su cuello y al instante lo aparta.