El Canto de la Sirena

Capítulo 3

3

El dolor fue desapareciendo, y sus ojos me sonreían, sus labios en silencio, sus cabellos sobre mí, y antes de que me desvaneciera, apoyó su cabeza sobre mis hombros, sus manos aún sobre mi corazón, y volví a sentir aquella cálida sensación recorrer todo mi cuerpo, ella me estaba abrazando, fue entonces que caí en sueños.

Desperté en mi recámara, recostado en el piso y con las ropas húmedas, me sentí abrumado y fascinado por una alucinación terroríficamente real y maravillosa. No quería que fuera producto de mi imaginación, pero me dije a mí mismo que estaba loco si llegara a pensar que podría ser otra cosa, tan sólo fue una noche perturbada por mis dolores físicos típicos de la enfermedad de mi corazón, y del debilitamiento progresivo de mi salud, mis padres sólo pensaban en mi educación, en mi futuro, cuando yo no creía que hubiera un mañana destinado para mí.

Ese sábado estaba tan adormecido por la tormentosa noche anterior que no quería hablar  ni ver a nadie, viajaba con mi tío, quien era un hombre de negocios muy prestigioso y adinerado, y teníamos las mejores habitaciones de la embarcación. Mi familia siempre había gozado de una clase social elevada y de una fortuna importante, pero la salud siempre había sido afectada por raros e incurables padecimientos.

En vano la esperé y la busqué aquel día entero, en la siesta cuando dormían, durante la noche, pero ella no apareció. El domingo volví a hacer lo mismo, la busqué todo el tiempo, sabía que sólo podría volver a mí en los momentos en que nadie más estuviera cerca, pero no apareció.

El lunes ya estaba desesperado, y ya había aceptado que la bella sirena había sido sólo el resultado de mi imaginación. Pero esa tarde, cuando el sol caía, escuché su canto nuevamente, a lo lejos, y mi tío no me permitió salir de la recámara por mi salud, estaba afiebrado, tenía una infección seguramente. El médico de la embarcación me visitó y le dijo que no debía moverme, que debía hacer reposo absoluto de ahora en más hasta que estuviéramos en tierra. Yo no quería hacer caso, y escuché su voz metálica por tres horas, a ratos era intensa, a ratos era suave como una dulce caricia, a ratos era triste, como de añoranza. Mi tío parecía no escucharla, ni nadie más en el barco, ¿acaso ella había venido sólo por mí?, ¿eso no podía ser posible?, ¿tendría eso algún sentido?. Y no pude abandonar la habitación, estaba acostado con los ojos cerrados, pero la oía, ella me acompañó hasta que me quedé dormido. A la mañana siguiente los marineros dijeron que habían oído un sonido extraño, que era aterrador y estrepitoso, cuando para mí fue mágico y sublime. Ya podía caminar un poco, dar al menos una recorrida corta, el médico me lo había permitido a fuerza de mi insistencia, y anduve como un fantasma pálido y con los cabellos enredados por mi cuello húmedo de la fiebre, no hice caso y recorrí todo el barco, desde el frente hasta el fondo. Vi a las personas que estaban con nosotros, a los marineros, a familias, niños, jóvenes, ancianos, pero no vi a mi sirena encantadora. La extrañaba, y aún me preguntaba si había sido todo un sueño, imaginación, delirio, ¿qué me estaba pasando?, ¿significaba esto estar cerca de la muerte?, ¿y si fuera cierto, por qué ella volvió a mí?. Me torturaba que no hubiera podido estar frente a ella, y que mi tío me hubiera confinado a mi dormitorio.

Pasaron tres días más y no tuve noticias de ella, ni cantos, ni apariciones, y me escapaba para poder esperarla, pero no la hallaba. Pasaron luego tres días más y eran las diez en punto de la noche, otra vez una noche helada, y entonces su voz me despertó en un segundo, me puse mi abrigo y me escapé de la recámara. Todo estaba en silencio, y la luz de la luna iluminaba el barco desde lo lejano del cielo, ella estaba sobre las olas, esta vez calmas, y su voz era triste, apagada, me miró con ojos llenos de nostalgia, fui lo más cerca de ella que pude estar, y no me percaté de mis pasos. El agua me cubría hasta los hombros cuando percibí que había caído del barco. El frío entumecía mis piernas, no podía nadar, pero ella me sostuvo, y cuando unos marineros escucharon mis gritos de auxilio, y vi las luces de la embarcación encendidas, ella me arrastró a lo profundo de la oscuridad del océano.

Ya no podía sostener la respiración y creí que estaba muriendo, pero de pronto, ella posó sus aterciopelados labios sobre los míos y sentí una ráfaga de aire fresco en mi piel, ese beso no sólo me devolvió la vida, sino que me hizo querer vivir, sólo anhelaba estar con ella. Realmente no me importó en ese momento si me llevaba a su mundo, si desaparecía de la tierra, sólo deseaba que aquella visión fuera real y eterna.***

 

 




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