LA REINA ANA
La decisión se había tomado, esa misma mañana partió rumbo a la corte real la señorita Clemence, acompañada por Colette, ambas muchachas iban llenas de miedo pues era inevitable no pensar en todo lo que se rumoreaba sobre la reina.
Ana, conocida como la reina noble ascendió al trono a la corta edad de 12 años en el justo momento en que el pueblo estaba desesperado por un monarca, pues su padre el rey Felipe tercero había caído enfermo de gravedad, su reina consorte que en esas fechas esperaba la llegada de su primogénito luego de múltiples embarazos fallidos acudió a médicos para adelantar su parto con el fin de dar a luz mientras el rey aun siguiera con vida, triste fue saber que los intentos de la reina por darle un heredero a la corona habían sido en vano pues la reina consorte así como su criatura fallecieron en el parto. Poco se sabía sobre la existencia de Ana, era más como un rumor que en su juventud el rey Felipe había tenido un amorío y fruto de ello fue su hija bastarda Ana, que para aquellos entonces crecía junto a su madre en el campo, lejos, muy lejos de la corte real. Viendo que su muerte estaba próxima el rey Felipe hizo llamar a su hija Ana y ante una corte llena de nobles incrédulos el rey reconoció a la joven Ana como su hija y legitima sucesora al trono, el rey Felipe murió y con doce años la joven Ana se convirtió en reina. Muchos esperaban hallar una reina falta de astucia y pericia para reinar y se acercaban a ella buscando su favor, como buitres la asechaban buscando una oportunidad para arrebatarle el trono no obstante nadie esperaba que en las lejanías del campo esa joven Ana había sido educada por su madre justamente para que un día ella pudiera reinar, las ambiciones de su madre, su astucia y su notable belleza habían logrado que el rey procurara en secreto a su hija, Felipe frecuentaba a la madre de Ana, en secreto claro está y en sus encuentros la madre de Ana no dudaba en conseguir favores para su hija, tales como educación y riqueza.
Muchos cuestionaban sobre la legitimidad de aquel titulo real de Ana y decían que el rey Felipe había caído en la locura, que jamás tuvo una hija y que Ana en realidad era hija de un duque, el duque de Bridham al cual se le atribuían numerosos hijos bastardos. Ana desde el comienzo de su reinado trató de mostrarse ante el pueblo como una reina comprensiva y piadosa y el pueblo la amó, claro que sí pues también se decía que siendo que la reina Ana creció en el campo pasando aflicción y hambre, (lo cual no era del todo cierto) podía entonces comprender mejor a su pueblo y reinar sobre ellos con justicia y empatía. La joven Ana que ya había sido cortejada rechazaba la idea del matrimonio y no se sabe si era el miedo al matrimonio mismo o el miedo a compartir la corona, fue en el verano en que la reina Ana cumplía sus 19 años que quedó perdidamente enamorada del príncipe de Hungría, el único hombre al que le permitió cortejarla y cuyo cortejo llegó hasta los planes de boda ¡qué trágico fue el romance de la reina Ana! pues en las vísperas de sus nupcias descubrió que el príncipe planeaba su muerte justamente para la noche de bodas, apoyado por los condes de Hebex y Winsther, fue meramente fortuito que Ana descubriera el complot, en ese preciso momento la reina noble dejó de existir y surgió la reina sanguinaria, nunca más dejó que su nobleza interfiriera en su forma de reinar y no dudaba en darle muerte a cualquiera que quisiera arrebatarle su corona e increíblemente aun así eran múltiples los intentos por darle muerte a la reina o derrocarla. Ciertamente ser sanguinaria no era su naturaleza, pero estaba cansada de ser subestimada y aun mas de ser traicionada.
Cuando la reina Ana mandó llamar al padre de Clemence quien era precisamente el medico real, se hallaba convaleciente pues había sido envenenada y solamente el señor Berrycloth quien constaba del conocimiento en el arte de los venenos pudo librarla de la muerte. ¡Pobre Ana! Su cuerpo estaba fatigado de vivir alerta todo el tiempo, fatigada por no dormir, por no comer, por vivir prácticamente enclaustrada en sus aposentos siempre con temor a la traición. Los días en que el señor Berrycloth la trató y cuidó de ella, pudo darse cuenta la reina de que verdaderamente en él hallaba lealtad no solo a la corona, sino que a ella, debo decir que eso reanimó en gran parte a la monarca y las semanas que siguieron no se apartó del señor Berrycloth ni un momento y pasaban las tardes hablando de temas sin fin y cuando la presencia de la reina era requerida en la corte el señor Berrycloth iba con ella, un caballero siempre atento y perspicaz, analítico y poseía la gran habilidad de saber leer a las personas y siempre que podía aconsejaba a la reina, lo cual no era del agrado de los miembros de la corte porque a decir verdad la mayoría eran solo cuervos buscando un beneficio tal y como sucedió cierta tarde con sir Billinton quien con severidad reclamaba a la reina sobre conceder un lugar en la corte para sus hijas con el fin de asegurar matrimonios ventajosos para estas, la insistencia de sir Billinton por que alguna de sus hijas sirviera en la cámara real y en los aposentos de la reina era exagerada y ya que la reina hasta el momento se había negado él estaba dispuesto a conseguir dichos lugares ya fuera en esa corte o en alguna otra. La reina tenía sus motivos, no quería cerca a Billinton ni a ninguno de los suyos pues era sabido que él apoyó el movimiento que buscaba derrocarla y dejar en el poder a un tal Wood que se auto proclamaba hijo del rey Felipe, dos años mayor que Ana y por consiguiente legitimo heredero de la corona, todas infames falacias que se avivaron rápidamente como el fuego y que así mismo se apagaron. Por supuesto que Billinton nunca aceptó su complicidad y en su lugar culpó a uno de sus criados al cual dio muerte frente a quienes le acusaban para de este modo limpiar su nombre, la reina Ana jamás creyó en su inocencia y sabía que Billinton no la quería en el poder.