Para algunos, la actividad monetaria normal que realizaran en su rutina diaria es construir cosas, vender pan, hacer joyas, cocinar y vender sus productos. Para Alya, su actividad de trabajo difiere totalmente con ese concepto de normalidad.
Ella es una cazadora. Pero no una normal que va detrás de un ciervo y aves. No. Alya es una cazadora de demonios, aunque ese no es el término correcto con el que ella se refiere a aquellas criaturas. Estas criaturas tienden a escapar de su hogar, el caos abismal, para causar todo tipo de desastres en las aldeas cercanas a su entrada. Por ende, es muy fácil encontrar un trabajo en ese rubro y ganar una gran suma de monedas.
Su dificultad, como pueden imaginar, se encuentra en capturarlos y lograr matarlos. Eso es algo que muy pocos aldeanos logran hacer, pero de forma extraordinaria, Alya es una experta en donde muchos han fallado.
En ese momento, ella se encuentra terminando su último trabajo del día. Ya está por amanecer y por eso las criaturas nocturnas están sobrevolando el cielo buscando un refugio, pero lejos de la aldea. Mientras el cielo se tiñe de diversos colores, ella camina tranquilamente por el bosque, llevando su botín en una enorme mochila ubicada en su espalda. Sus botas negras evitan a toda costa hacer ruido, y el único sonido escuchado a kilómetros a la redonda es el roce de su delgada y larga espada al rozar con su vaina. Todo el mundo se ha preguntado de dónde proviene, ya que ninguno había visto antes una espada como aquella. De apariencia frágil, pero es todo lo contrario. Alargada pero nunca tanto. Un color rojo inconfundible.
De pronto, se detiene abruptamente al escuchar de improviso pasos apresurados. Toma su espada y la coloca en posición, orientada hacia el lugar proveniente del ruido. Pero nada más asoma la cabeza de Nina, una de las pocas niñas de la aldea que es lo suficientemente valiente para hablarle, guarda su espada de inmediato.
—¿Qué sucede, Nina?—Le pregunta al ver su rostro pálido y su respiración acelerada luego de la intensa carrera. Ella se detiene a descansar unos segundos apoyando una mano en un árbol cercano y cuando hubo recuperado el habla, contestó.
—Es Jason. Una de las Arpías vino hace unas horas, voló alrededor de la aldea. Todos estábamos asustados, hasta que salió Jason a ahuyentarla. No pudo lograrlo,—Una lágrima cae por la comisura de su ojo y sus labios tiemblan—se lo llevó.
Su mochila y espada caen al suelo. Jason está en un gran problema y Alys duda de tener el poder necesario para sacarlo de esa. Sus manos tiemblan y al ver a la niña igual de afectada que ella, no duda en atraerla a su cuerpo y darle un apretado abrazo.
Luego, sin querer, hace una promesa. Esta va dirigida a sí misma. <<Lo encontraré. No importa cuánto tarde, ni lo que sienta al volver a ese lugar. Saldremos vivos de esta>>.