El castillo ambulante | Jaeyong [adaptación]

CAPÍTULO CINCO. Demasiado que limpiar

DECIDIÓ que lo único que podía hacer era demostrarle a Jaehyun que era un excelente limpiador, un auténtico tesoro. Se ató un trapo viejo sobre el pelo blanco, se remangó las mangas de la camisa sobre los brazos arrugados y delgaduchos y se colocó un mantel que sacó del armario de las escobas como si fuera un delantal. Era un alivio que solo hubiera cuatro habitaciones que limpiar en lugar de un castillo entero. Agarró un cubo y una escoba y se puso manos a la obra.

—¿Qué haces? —gritaron a coro Mark y Jungwoo horrorizados. —Limpiar —replicó Taeyong con firmeza—. Esta casa es un desastre. Jungwoo dijo:

—No hace falta.

Y Mark murmuró:

—¡Jaehyun te va a echar!

Pero Taeyong los ignoró a los dos y empezó a levantar nubes de polvo. En medio de todo esto, se oyeron nuevos golpes en la puerta.

Jungwoo ardió con fuerza:

—¡Puerta de Porthaven! —con un gran estornudo llameante que lanzó chispas púrpuras a través de la polvareda.

Mark dejó la mesa y fue hasta la puerta. Taeyong espió a través del polvo que estaba levantando y vio que esta vez Mark giraba el pomo cuadrado de madera de forma que el lado con la mancha azul apuntara hacia abajo. Cuando abrió la puerta, la calle era la misma que se veía por la ventana y se encontró con una niña pequeña.

—Por favor, señor Lee —dijo—. He venido por ese conjuro para mi madre.

—Un conjuro de seguridad para el barco de tu padre, ¿no? —dijo Mark—. Un momentito —volvió a la mesa, cogió una jarra de las estanterías y de un frasco vertió una cantidad del polvo en un trozo de papel. Mientras tanto, la niña observaba a Taeyong con tanta curiosidad como Taeyong a ella. Mark retorció el papel con el polvo dentro y regresó dando instrucciones—: Dile que lo espolvoree por todo el barco. Durará para la ida y la vuelta, incluso si hay tormenta.

La niña tomó el papel y le entregó una moneda.

—¿El hechicero ahora tiene también otro mago trabajando para él? —preguntó. —No —respondió Mark.

—¿Te refieres a mí? —preguntó Taeyong—. Ah, sí, hijita. Soy el mago mejor y más limpio de todo Ingary.

Mark cerró la puerta, con expresión exasperada.

—Ahora se enterarán en todo Porthaven. Puede que a Jaehyun no le agrade —volvió a girar el pomo con el verde hacia abajo.

Taeyong se rió un poco para sus adentros, sin arrepentirse lo más mínimo. Probablemente había permitido que la escoba que estaba utilizando le diera ideas. Pero también podría convencer a Jaehyun para que lo dejara quedarse si todo el mundo pensaba que trabajaba para él. Su comportamiento le parecía muy raro. Cuando era joven, Taeyong se habría muerto de vergüenza al ver cómo estaba actuando, pero ahora, al ser un anciano, no le importaba nada de lo que hacía o decía. Sintió un gran alivio.

Cuando vio a Mark levantar una piedra del hogar y esconder la moneda de la niña debajo, se acercó con curiosidad.

—¿Qué estás haciendo?

—Jungwoo y yo intentamos guardar un poco de dinero —dijo Mark en tono culpable—. Si no, Jaehyun se gasta todo lo que tenemos.

—¡Es un manirroto irresponsable! —crepitó Jungwoo—. Se gastará el dinero del Rey en menos tiempo de lo que tardo yo en quemar este tronco. No tiene cabeza.

Taeyong esparció agua del lavadero para que el polvo se asentara, lo que hizo que Jungwoo se encogiera en la chimenea. Luego volvió a barrer el suelo. Fue avanzando en dirección a la puerta, para ver mejor el pomo cuadrado del dintel. El cuarto lado, el que todavía no había visto usar, tenía una mancha de pintura negra. Preguntándose adonde conduciría, Taeyong se puso a retirar con energía las telarañas de las vigas. Mark se quejó y Jungwoo volvió a estornudar.

Justo en ese momento, Jaehyun salió del baño envuelto en un vaho perfumado, con una elegancia extraordinaria. Hasta los bordados de plata del traje parecían más brillantes. Echó un vistazo y volvió rápidamente al cuarto de baño protegiéndose la cabeza con una manga azul y plateada.

—¡Párate quieto, hombre! —dijo—. ¡Deja en paz a esas pobres arañas!

—¡Estas telarañas son una vergüenza! —declaró Taeyong, mientras las desgarraba todas a la vez.

—Pues quítalas, pero deja las arañas —ordenó Jaehyun.

A Taeyong le pareció que sentía una simpatía malvada por las arañas. —Pero entonces tejerán más telas —replicó.

—Y matan a las moscas, lo cual es muy útil —dijo Jaehyun—. Deja de mover la escoba mientras cruzo mi propio salón, por favor.

Taeyong se apoyó en la escoba y observó cómo Jaehyun cruzaba la habitación y cogía la guitarra. Cuando puso la mano en el picaporte, le dijo:

—Si la mancha roja conduce a Kingsbury y la azul va a Porthaven, ¿adonde lleva la mancha negra?

—¡Qué hombre más fisgón! —dijo Jaehyun—. Esa conduce a mi escondite particular y no te voy a decir dónde está.

Abrió la puerta hacia las colinas que se deslizaban en perpetuo movimiento.

—¿Jaehyun, cuándo volverás? —preguntó Mark en un tono un poco desesperado. Jaehyun fingió no haberle oído y se dirigió a Taeyong.



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En el texto hay: nct, taeyong, jaehyun

Editado: 07.06.2025

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