LO QUE IMPIDIÓ QUE TAEYONG SALIERA hacia Market Chipping aquella misma tarde fue un ataque intensísimo de dolores y achaques. La llovizna de Porthaven le había calado hasta los huesos. Se tumbó en su cubículo con sus dolores y se dedicó a preocuparse por Donghyuck. A lo mejor no era tan malo, pensó. Solo tenía que decirle a Donghyuck que el mago Jaehyun era el pretendiente del que no estaba seguro. Aquello lo asustaría. Y le contaría que la mejor manera de alejar a Jaehyun de su lado era confesarle que estaba enamorado de él, y tal vez amenazarlo con alguna tía.
A Taeyong le seguían crujiendo todos los huesos cuando se levantó a la mañana siguiente.
—¡Maldita Bruja del Páramo! —le murmuró a su bastón cuando lo sacó, listo para marcharse. Oyó a Jaehyun cantando en el baño como si no hubiera tenido una pataleta en toda su vida. Se acercó a la puerta de puntillas, tan deprisa como pudo.
Naturalmente, Jaehyun salió del cuarto de baño antes de que llegara. Taeyong lo miró irritado. Estaba todo elegante y deslumbrante, ligeramente perfumado con flores de manzano. El sol de la mañana hacía brillar su traje gris y escarlata y le daba a su pelo un halo ligeramente rosado.
—Creo que este color me favorece bastante —dijo.
—¿Ah, sí? —gruñó Taeyong.
—Le va bien al traje —dijo Jaehyun—. Eres muy hábil con la aguja, ¿verdad? De alguna manera le has dado al traje más estilo.
—¡Ja! —dijo Taeyong.
Jaehyun se detuvo en la puerta con la mano sobre el taco de madera.
—¿Tienes algún dolor o achaque? —preguntó—. ¿O es que te ha molestado algo?
—¿Molestado? —preguntó Taeyong—. ¿Y por qué me iba a molestar? Alguien acaba de llenar el castillo con un pringue asqueroso, ha dejado sordos a todos los habitantes de Porthaven y ha reducido a Jungwoo a cenizas, y además ha roto unos cuantos cientos de corazones. ¿Por qué me iba a molestar?
Jaehyun se rió.
—Lo siento —dijo, girando el pomo hacia el rojo—. El Rey quiere verme hoy. Probablemente me haga esperar en Palacio hasta la noche, pero cuando vuelva me encargaré de tu reuma. Y no se te olvide decirle a Mark que le he dejado el conjuro sobre la mesa.
Sonrió alegremente a Taeyong y salió a las calles engalanadas de Kinsbury.
—¡Y te crees que así se arregla todo! —gruñó Taeyong mientras se cerraba la puerta. Pero su sonrisa había conseguido suavizarlo—. ¡Si esa sonrisa funciona conmigo, no me extraña que el pobre Donghyuck no sepa lo que hace!
—Necesito otro tronco antes de que te vayas —le recordó Jungwoo. Taeyong le puso otro tronco en la bandeja. Luego se volvió hacia la puerta. Pero entonces Mark bajó corriendo las escaleras y cogió lo que quedaba de una barra de pan de camino a la puerta.
—¿No te importa, verdad? —dijo de forma agitada—. Traeré una nueva cuando vuelva. Hoy tengo que hacer una cosa muy urgente, pero volveré por la noche. Si el capitán del barco pide su conjuro para los vientos, está en el extremo de la mesa, con el nombre puesto —hizo girar el pomo con el verde hacia abajo y saltó a la ladera ventosa, apretando el trozo de pan contra el estómago—. ¡Hasta luego! —gritó mientras el castillo seguía avanzando y la puerta se cerraba.
—¡Qué lata! —se quejó Taeyong—. Jungwoo, ¿cómo se abre la puerta desde fuera cuando no hay nadie en el castillo?
—A Mark o a ti os la abro yo. Jaehyun lo hace él mismo —contestó Jungwoo. Así que nadie se quedaría sin poder entrar si él salía. No estaba seguro de querer regresar, pero no tenía intención de decírselo a Jungwoo. Le dio a Mark tiempo para que llegara a donde fuera que se dirigiese y volvió a encaminarse a la puerta. Esta vez lo detuvo Jungwoo.
—Si vas a estar mucho tiempo fuera —dijo—, podrías dejarme unos troncos donde los pueda alcanzar.
—¿Puedes cogerlos tú solo? —preguntó Taeyong, intrigado a pesar de su impaciencia.
Como respuesta, Jungwoo estiró una llamarada azul en forma de brazo terminada en varias llamitas que parecían dedos verdes. No era ni muy larga ni tenía aspecto fuerte.
—¿Ves? Casi llego a las piedras —dijo con orgullo.
Taeyong apiló unos troncos delante de la bandeja para que pudiera coger, al menos el que estaba arriba.
—No los quemes hasta que no los tengas sobre la bandeja —le advirtió, y se dirigió a la puerta una vez más
Entonces, alguien llamó a la puerta antes de que llegara.
«Menudo día», pensó Taeyong. Debía de ser el capitán. Levantó la mano para girar el taco con el azul hacia abajo.
—No, es la puerta del castillo —dijo Jungwoo—. Pero no estoy seguro…
Entonces sería Mark, que había regresado por algún motivo, pensó Taeyong mientras abría la puerta.
Una cara de nabo le hizo una mueca. Olía a moho. Con el amplio cielo azul al fondo, un brazo maltrecho que terminaba en el muñón de un palo dio media vuelta e intentó agarrarlo. Era el espantapájaros. Solo estaba hecho de palos y harapos, pero estaba vivo y quería entrar.
—¡Jungwoo! —gritó Taeyong—. ¡Haz que el castillo vaya más deprisa!
Los bloques alrededor de la puerta crujieron y rozaron unos contra otros. Los brezos verdes y pardos pasaban a toda velocidad. El brazo de palo del espantapájaros golpeó la puerta y arañó el muro del castillo cuando este lo dejó atrás. Entonces movió el otro brazo como si quisiera agarrarse a la piedra. Tenía toda la intención de meterse en el castillo.
Editado: 07.06.2025