A LA MAÑANA SIGUIENTE, Taeyong comprobó aliviado que Jungwoo ardía radiante y alegre. Si no estuviera harto de Jaehyun, se habría sentido casi conmovido al advertir cuánto se alegró el mago al ver a Jungwoo.
—Pensé que este hombre había acabado contigo, vieja bola de fuego —dijo Jaehyun, arrodillándose junto a la chimenea con las mangas de la camisa entre las cenizas.
—Solo estaba cansado —dijo Jungwoo—. Parecía que el castillo se resistía, nunca lo había llevado tan rápido.
—Bueno, pues no permitas que te obligue otra vez —advirtió Jaehyun. Se puso de pie, sacudiéndose con elegancia la ceniza de su traje gris y escarlata—. Empieza con ese conjuro, Mark. Y si viene alguien de parte del Rey, le dices que estaré fuera por asuntos privados hasta mañana. Voy a ver a Jaemin, pero no hace falta que se lo cuentes.
Cogió su guitarra y abrió la puerta con la mancha verde hacia abajo, hacia las amplias y nubosas colinas.
El espantapájaros estaba allí otra vez. Cuando Jaehyun abrió la puerta, se lanzó hacia él de lado y lo alcanzó en el pecho con la cara de nabo. La guitarra emitió un horrible tañido. Taeyong soltó un gritito de terror y se agarró a la silla. Uno de los brazos de palo del espantapájaros estaba moviéndose para agarrarse al marco de la puerta. Por la forma en que Jaehyun había afianzado los pies, estaba claro que le estaba empujando con mucha fuerza. No había duda de que aquella cosa estaba decidida a entrar en el castillo.
El rostro azul de Jungwoo asomó por la chimenea. Mark estaba paralizado un poco más lejos.
—¡Era verdad lo del espantapájaros! —dijeron los dos a la vez.
—¿Ah, sí? ¿En serio? —Jaehyun jadeaba. Apoyó con un pie contra el marco de la puerta y empujó.
El espantapájaros salió volando de golpe hacia atrás y aterrizó con un ligero crujido sobre los brezos, unos pasos más allá. Enseguida se puso de pie y se acercó a saltos al castillo. Jaehyun dejó apresuradamente la guitarra en el suelo y saltó para encontrarse con él.
—No, no vas a entrar, amigo mío —dijo levantando una mano—. Vuelve al lugar de donde hayas venido.
Avanzó despacio, todavía con la mano levantada. El espantapájaros se retiró un poco, saltando lenta y temerosamente hacia atrás. Cuando Jaehyun se detuvo, el espantapájaros también lo hizo, con su pata plantada entre el brezo y los brazos harapientos moviéndose de un lado a otro como una persona preparada para luchar. Los jirones de tela ondeaban al viento sobre sus brazos y parecía una imitación disparatada de las mangas de Jaehyun.
—¿Así que no te quieres ir? —preguntó Jaehyun.
Y la cabeza de nabo osciló de derecha a izquierda. No se iría.
—Me temo que tendrás que marcharte —dijo Jaehyun—. Le das miedo a Taeyong, y cualquiera sabe de qué será capaz si está asustado. Y ahora que lo pienso, también me das miedo a mí.
Jaehyun movió los brazos pesadamente, como si estuviera levantando un gran peso, hasta elevarlos por encima de la cabeza. Gritó una palabra extraña, que quedó medio oculta en el restallar de un trueno repentino, y el espantapájaros salió volando por los aires. Se elevó hacia arriba y a lo lejos, con los harapos ondeando y agitando los brazos a modo de protesta, hasta que no fue más que una mota en el aire, y luego un punto que se desvaneció entre las nubes y se perdió de vista.
Jaehyun bajó los brazos y se acercó a la puerta, secándose la cara con el dorso de la mano.
—Retiro mis duras palabras, Taeyong —dijo, jadeando—. Esa cosa era alarmante. Puede que estuviera frenando el castillo durante todo el día de ayer. Poseía una de las magias más poderosas que he visto nunca. ¿Qué era? ¿Lo que quedaba de la última persona a la que le limpiaste la casa?
Taeyong soltó una risita ronca. Su corazón se estaba comportando otra vez de forma extraña.
Jaehyun se dio cuenta de que le pasaba algo. Saltó dentro por encima de la guitarra, lo cogió por el codo y lo sentó en la silla.
—¡Ahora tranquilízate!
Entonces algo ocurrió entre Jaehyun y Jungwoo. Taeyong lo sintió, porque Jaehyun lo estaba sujetando y Jungwoo estaba todavía asomando la cara por la rejilla de la chimenea. Fuera lo que fuese, su corazón empezó a comportarse debidamente casi de inmediato. Jaehyun miró a Jungwoo, se encogió de hombros, y dio media vuelta para darle a Mark un montón de instrucciones sobre cómo mantener a Taeyong quieto el resto del día. Luego cogió la guitarra y por fin se marchó.
Taeyong se quedó en la silla fingiendo sentirse el doble de mal de lo que se sentía. Tenía que esperar a que Jaehyun se marchara. Era una molestia que él fuera también a Upper Folding, pero como Taeyong iría mucho más despacio, llegaría más o menos cuando Jaehyun iniciara el camino de vuelta. Lo más importante era que no se encontraran por el camino. Observó a Mark en secreto mientras extendía el papel del conjuro y se rascaba la cabeza al leerlo. Esperó hasta que sacó grandes libros de cuero de las estanterías y empezó a tomar notas con aire frenético y deprimido. Cuando parecía estar totalmente absorto, Taeyong murmuró varias veces:
—¡Qué ambiente tan cargado!
Mark no lo oyó.
—¡Es horrible lo cargado que está el ambiente! —insistió levantándose y encaminándose hacia la puerta—. Aire fresco —abrió la puerta y salió. Jungwoo obedientemente paró el castillo en seco. Taeyong aterrizó entre los brezos y miró a su alrededor para orientarse. El camino que llevaba a Upper Folding sobre las colinas era una línea de arena entre los arbustos que partía cuesta abajo justo desde donde estaba el castillo. Claro, Jungwoo se lo había puesto fácil a Jaehyun. Taeyong avanzó hacia allí. Se sentía un poco triste. Iba a echar de menos a Mark y a Jungwoo.
Editado: 07.06.2025