ABRIERON LA FLORISTERÍA al día siguiente. Como Jaehyun había señalado, no podía haber sido más fácil. Todos los días, por la mañana temprano, no tenían más que girar el pomo con el púrpura hacia abajo, abrir la puerta y salir a la pradera a coger flores. Pronto se convirtió en una rutina. Taeyong cogía su bastón y sus tijeras y avanzaba con cuidado, charlando con el bastón y usándolo para comprobar que el suelo estaba firme o para alcanzar las rosas más altas y más hermosas. Mark salía con una invención propia de la que se sentía muy orgulloso. Era una gran cubeta de latón, con agua dentro, que flotaba por el aire y seguía a Mark por donde quiera que iba entre los arbustos. El perro-hombre también los acompañaba.
Se lo pasaba en grande corriendo por los senderos de hierba húmeda, cazando mariposas o intentando atrapar a los diminutos pajarillos de brillantes colores que se alimentaban de las flores. Mientras el perro corría, Taeyong cortaba montones de iris, lirios, frescas flores de naranjo o ramas de hibisco azul, y Mark cargaba el barreño con orquídeas, rosas, flores blancas estrelladas, de color bermellón o cualquier otra que le llamara la atención. Todos disfrutaban del paseo.
Luego, antes de que el calor se hiciera demasiado intenso, volvían con las flores del día a la tienda y las colocaban en un surtido de jarras y cubos que Jaehyun había encontrado rebuscando en el patio. Dos de los cubos eran en realidad las botas de siete leguas. Taeyong pensó que aquello demostraba cómo había perdido Jaehyun su interés en Jaemin. Ahora no le importaba si Taeyong usaba las botas o no.
Mientras ellos cortaban las flores, Jaehyun solía desaparecer. Y después, el pomo de la puerta solía estar apuntando hacia el negro. Casi siempre regresaba para tomar un desayuno tardío, con aspecto soñoliento y todavía ataviado con su traje negro. No quería decirle a Taeyong cuál de los dos trajes era. Lo único que consiguió sacar al respecto fue: «Todavía estoy de luto por la señora Lee». Y si Taeyong o Mark le preguntaban por qué siempre salía a aquella hora, Jaehyun ponía expresión ofendida y decía: «Si uno quiere hablar con un maestro de escuela, tiene que pillarlo antes de que empiecen las clases». Y luego desaparecía en el cuarto de baño durante dos horas.
Mientras tanto Taeyong y Mark se ponían su ropa elegante y abrían la tienda. Jaehyun insistió en lo de la ropa elegante. Dijo que así atraerían a más clientela. Taeyong insistió en que todos llevaran delantal. Y al cabo de unos días en los que los habitantes de Market Chipping se limitaron a mirar por el escaparate sin entrar, la floristería se volvió muy popular. Se extendió el rumor de que Jeong tenía flores que no se habían visto nunca. Gente que Taeyong conocía desde siempre entraba en la tienda y compraba flores en grandes cantidades. Nadie le reconoció, y aquello lo hizo sentirse muy raro. Todos creían que era el anciano padre de Jaehyun, pero Taeyong ya se había cansado de ser su padre.
—Soy su tío —le dijo a la señora Choi. Y desde entonces empezaron a llamarlo tío Jeong.
Para cuando Jaehyun llegaba a la tienda, con un delantal negro a juego con su traje, solía encontrársela bastante ajetreada. Pero él conseguía que aumentara la actividad. Entonces fue cuando Taeyong empezó a pensar que el traje negro era en realidad el traje encantado gris y escarlata. Cualquier persona a la que Jaehyun atendía se marchaba al menos con el doble de flores de las que había pedido. Casi siempre, Jaehyun las camelaba para que compraran diez veces más. Al poco tiempo, Taeyong empezó a notar que la gente miraba dentro de la tienda y decidía no entrar si veían que Jaehyun estaba allí. Y no le extrañaba. Si solo querías una rosa para la solapa, era una lata verse obligado a comprar tres docenas de orquídeas. Así que cuando Jaehyun empezó a pasar horas en el taller al otro lado del patio, no se lo reprochó.
—Antes de que preguntes, estoy preparando defensas contra la bruja —dijo—. Cuando haya terminado, no habrá manera de que entre por ninguna parte.
A veces las flores que sobraban eran un problema. Taeyong no soportaba verlas marchitarse durante la noche. Pero descubrió que aguantaban más tiempo si les hablaba. Desde ese momento, habló mucho con las flores. Hizo que Mark le hiciera un conjuro para la nutrición de las plantas y experimentó con cubos en el fregadero y barreños en la alcoba donde solía adornar los sombreros. Así supo que podía mantener a las plantas frescas varios días. Así que, naturalmente, decidió experimentar un poco más. Limpió el hollín del patio y plantó cosas en él, murmurando sin cesar. Así consiguió cultivar una rosa azul marino, lo cual le produjo gran placer. Los capullos eran de un negro azabache y sus flores se abrían volviéndose cada vez más azules hasta que adquirían el mismo color que Jungwoo. Taeyong estaba tan contento que cogió raíces de todas las hierbas que colgaban en las vigas de madera y experimento también con ellas. Se dijo a sí mismo que no había sido más feliz en toda su vida.
Pero no era verdad, no se sentía bien, y ni siquiera él mismo sabía por qué. A veces pensaba que la causa era que nadie en Market Chipping lo conocía. No se atrevía a ir a ver a Donghyuck, por miedo a que tampoco su hermano supiera quién era. No se atrevía a vaciar las botas de siete leguas e ir a visitar a Jaehyun por la misma razón. Tampoco podría soportar que sus hermanos lo vieran como un anciano.
Mark salía a ver a Donghyuck con ramos de flores cada dos por tres. A veces Taeyong sospechaba que aquello era lo que le molestaba. Mark estaba tan contento, y a él lo dejaban en la tienda solo cada vez más tiempo. Pero tampoco parecía ser eso. A Taeyong le gustaba vender flores él sola.
Editado: 07.06.2025