El cazador es mi destino

2

Un ambiente agradable se cuece en la posada al igual que el delicioso aroma de la comida de Felicity y su padre. A mi lado, el viejo Buck, no hace más que contar un chiste de lo más aburrido acerca de patos. Los demás comensales ríen sin parar. Ruedo los ojos mientras no dejo de imaginar que algunos ya deben de estar bastante ebrios. ¿Quién en su sano juicio se ríe de los chistes de Buck?

La mesa de madera sobre la que me apoyo está adornada con un ramo de flores de lavanda recién cortadas en el centro. El aroma que desprenden es incluso más fuerte que el de la cerveza que bebemos.

—Y entonces, le apunté a este pato y le dije: ¿Quieres ser un tío multimillonario, Donald o la carne en mi plato? —luego Buck ríe al igual que los otros dos.

Niego con la cabeza al tiempo que se acerca Felicity con una canasta y el pan. Trae también unos trapos coloridos y a cuadros.

—Eh, los codos no van sobre la mesa —me reprende con una sonrisa danzando en sus labios.

—Pero...

—Nada de nada. Y esta vez vas a aceptar el mantel sí o sí —amenaza con su cuerpo rodeando el mío casi demasiado cerca.

—Uhh, uhh —dicen los estúpidos peones del rancho Fitz.

Los fulmino con la mirada mientras obedezco. solo porque es Felicity y la conozco desde hace años.

—Así está mejor —luego su mano se posa en mi hombro y descansa allí por unos momentos—. La comida ya está casi lista. Mi padre está terminando de asar esas carnes. ¿Más cerveza, señores? —ofrece a esos dos.

Los dos bobos asienten y sé que se están imaginando cosas involucradas conmigo que no deberían. Veo sus caras y sus estúpidas sonrisas a la vez que Felicity les sirve más bebida. Luego ella se aleja.

—Vaya, ya funcionan como marido y mujer.

—Son un par de tórtolos.

—Cállense los dos. Ella es solo mi amiga. La conozco desde que era una niña, por favor.

Aguanto sus estúpidas risas y sus miradas de complicidad. Solo cuento los segundos en que beban sus cervezas y se marchen de aquí. Una vez que lo hacen, pagan y salen del local.

—Sabes que tienen razón, Jake.

—Ay, no, Buck... por favor. ¿Tú también?

—Estás demasiado solo y los años te pasan. Mírame. No soy más que un anciano solitario sin pena ni gloria. Además, a mí no puedes engañarme... Te veo agotado de este trabajo. ¿No es así?

—Te odio, Buck. No puedo creer que me hagas soltar la lengua así, viejo espantoso.

Él se ríe como si ahora yo bromeara de los dichosos patos. Pero tiene razón. Jamás imaginé que a mis cuarenta y un años mi prodigiosa vista de águila se nublara y mi pulso temblara como una débil gelatina al empuñar un rifle. Mucho menos soportar el gélido frío canadiense de las madrugadas o empujar el jeep cuando se atora en un camino.

—La verdad... es que sí. Ahora cuesta un poco más levantarse por las mañanas para hacer lo único que sé hacer. Cazar bestias. Pero lo de asentarme, de eso nada.

Buck se ríe a la vez que Felicity se acerca con la comida. Deposita los platos con alce asada y una apetitosa sopa de verduras para nosotros.

—Que lo disfruten —dice, aunque me dedica un guiño y su mirada se clava en mí. Luego se retira.

No me gusta para nada la expresión de Buck. Yo con Felicity, jamás. No podría siquiera pensarlo. Nos criamos desde niños y fuimos vecinos en los ranchos de la zona. Asistimos a la misma escuela hasta que tuve que dejarlo. Es una locura que ella albergue sentimientos por mí. No podría ser... no serían correspondidos.

Mastico la carne con deleite, cortesía del señor Bob Parker, a quien le dedico un pulgar arriba mientras sonríe y continúa cocinando carnes en la gran parrilla. Luego pruebo la sopa que está en su punto justo, caliente y espesa, como a mí me gusta.

Bebo un sorbo más de cerveza junto a Buck y entonces deposito los billetes de la cuenta de ambos para Felicity. Ella los toma y los guarda en el bolsillo de su delantal.

—Esperen, aquí les dejo estos caramelos que he estado experimentando. Elaboración casera, ya saben —acerca una canasta así que me tomo el atrevimiento de alzar solo unos tres.

—Gracias —digo alejando a Buck, quien parece querer llevárselos a todos.

—Vuelvan pronto.

Asiento con la cabeza y salgo con Buck fuera de la posada. Le dedico una mirada desaprobatoria.

—¿Qué?

Niego con la cabeza y bajo los pocos escalones. Luego Buck me alcanza.

—Es una linda chica. Es amable, servicial y los años no han pasado mucho para ella. Todavía es joven...

—Buck, basta. Deja de intentar convencerme.

—Jake, en verdad, ya necesitas asentarte. Conseguir una buena mujer y prosperar —finaliza palmeando mi hombro.

Luego lo veo alejarse con las manos en los bolsillos. Pobre infeliz. Dejo de pensar en sus palabras porque tengo trabajo que hacer.

*****

Desde que camino a mi casa, la nieve no ha dejado de caer. El pronóstico lo ha anunciado, pero no le he hecho caso.

Llego a mi cabaña y apenas logro ingresar. Por lo tanto, debo buscar mi pala y me pongo a retirar el excedente de nieve de la entrada. Cuando logro sacar todo, veo el buzón semiabierto. Alguien ha venido por aquí hoy...

Hay un encargo nuevo después de varios días. Ya creía que se habían olvidado de mí. Alisto mis cosas y preparo el jeep. Ahora tengo que ir al bosque en plena tormenta de nieve.

Cuando arranco el motor después de varios intentos, voy de camino al bosque. El vehículo se abre paso entre serpenteantes giros y el parabrisas expulsa nieve y restos de agua de los vidrios. Cruzo un puente y alcanzo a ver entre la oscuridad las luces del campamento.

Estaciono bajo un galpón de techo de chapa y bajo del jeep. Tomo mi maleta y sale a mi recibimiento un viejo amigo.

—Jake, contaba contigo. Sabía que vendrías —dice el hombre mientras sujeta mis hombros.

—Yo nunca fallo.

—Pues me alegra. Espero continuar diciendo lo mismo de tu puntería —añade luego caminando a la par mía—. Bien, escucha, como te mandé a avisar... Hay una fiera bestia que ha estado acechando y ha destruido las chozas de una comunidad cercana allá en lo alto de las montañas. Pensé que podrías ir y luego tú con mi equipo de...




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