El cazador es mi destino

6

Abro los ojos de repente y reviso a mi alrededor. El ambiente se siente cálido y confortable, un pequeño brasero desprende calor junto a mis pies. Los carbones emiten crujidos a la vez que desprenden brillos rojizos. La ventana ubicada a la izquierda de la habitación permanece abierta. Supongo que para evitar que los gases tóxicos se acumulen y puedan causarme daño.

Una capa de sudor resbala por mi frente y siento el cuerpo húmedo. Destapo las múltiples frazadas que me envuelven y poco a poco respiro con tranquilidad. Froto mis párpados que pican y llevo las manos a la cabeza para retorcerme los cabellos. También permanecen húmedos y algo pegajosos, un olor a rancio se desprende de cada uno de los poros de mi piel.

¡Demonios! Sí que necesito una ducha, pienso sentándome sobre el espantoso catre. Mi espalda duele como el infierno y siento el cuerpo tan entumecido como si hubiera estado aquí durante horas. Todas mis extremidades se sienten amortiguadas como si me hubiera pasado una máquina topadora por encima.

De pronto unos pasos se oyen.

—Eh, Jake. Veo que ya has despertado —dice un compañero entrando a la habitación.

—¿Qué me pasó? Siento que mi cabeza explota —masajeo mi sien.

—Te has desmayado, viejo. Bueno, eso es al menos lo que me dijeron.

—¿Quién me encontró?

—El mestizo. Se preocupó mucho por tu ausencia. Mandó a todos a buscarte. Él mismo te encontró cubierto por la nieve. Si no fuera por tu arma...

—¿La Sentinel? Dime que la rescataron intacta.

—Como nueva —rio por lo bajo—. El caso es que todos pensamos que te había dado un infarto. Teníamos mucho miedo de sacarte de allí.

¿Desmayado? ¿Yo? No podía creerlo...

Un trozo de cuero cubierto de pelos oscuros fue a parar a mis pies.

—La bestia fue exterminada —agrega señalándolo.

Levanto el trozo de cuero sintiendo su textura. Una suave caricia se detiene entre mis dedos a medida que paso la mano por el mismo. Los recuerdos comienzan a llegar de golpe y sin pausa a mi mente: el combate entre fieras, la nieve bordeando el curso de agua, el oso cayendo, esos ojos tan blancos...

—Viejo, eh, ¿estás bien? —agita una mano frente a mi rostro—. Te decía que la bestia ha sido aniquilada. El mestizo nos aseguró una buena paga.

—Pero no la matamos —aclaro—. Es más, yo ni siquiera la toqué.

—Qué más da... El caso es que estás a salvo. Ten, bebe —me ofrece una cantimplora.

Bebo el contenido y lo escupo al primer sorbo.

—¿Qué es esto? Sabe a... café —pronuncio con repelús.

—No te quejes. ¿Acaso querías alcohol? —pregunta con gracia y suelta una corta risa—. Acabamos de finalizar una misión. Solo es para calentar tus fríos huesos.

Continúo bebiendo hasta que siento cómo el calor empieza a circular por mi cuerpo.

—Gracias por el dato, y por el café.

—De nada, Jake —contesta saliendo por la puerta.

Regreso mi cabeza a la dura almohada y vuelvo a recostarme. Mientras apoyo una mano debajo de la nuca, no puedo olvidar esos ojos blancos y a esa bestia... ¿Cómo es que me ha perdonado la vida? No podía comprenderlo. De lo que estaba seguro, era de que no podría olvidarlos fácilmente y de que me perseguirían adonde fuera que viera un atisbo de luces entre la nieve.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.