El cazador es mi destino

7

—¡Maldita ladrona! —escucho el grito de una mujer que se aproxima.

Arranco la última prenda de su tendedero y emprendo la huida a toda marcha bajando por el valle. Giro la cabeza hacia atrás y la veo agitar en lo alto una escoba. Suelto una risa y corro aún más rápido. Cuando se rinde y me libro completamente de su alcance, me detengo y ajusto el cinto a mi cintura. De esta manera ya me veo medianamente decente como para entablar conversación con el humano.

Aún puedo percibir su aroma. Es fresco y embriagante, una mezcla de menta y madera. Puedo distinguirlo incluso a kilómetros de entre todos los habitantes de la comarca. Nadie desprende esa esencia que le caracteriza. Me concentro de nuevo en el olor que le pertenece y renuevo mi marcha.

Salto sobre una valla metálica que me obstruye el paso y aterrizo sobre una capa de asfalto. Una bocina estridente resuena a mi izquierda. Me giro y veo un vehículo con un acoplado larguísimo detrás que parece poder impactarme en cualquier momento. Sin embargo, continúo mi marcha hasta salir de ese camino. En el siguiente, los vehículos bastante numerosos lo atraviesan en sentido contrario.

—¡Eh, loca suicida!

Me volteo y el conductor me dirige una seña extraña con sus dedos a través de la ventana. El viento fuerte se levanta por acción de los vehículos y agita mis cabellos dispersándolos hacia un costado. Espero pacientemente a que transiten todos los vehículos y luego continúo corriendo hacia la depresión del terreno que dirige hacia el pueblo.

Me acuclillo en una pequeña colina algo elevada. Hay varias cabañas con techos revestidos de teja. Parecen firmes construcciones de aspecto bastante similar. El reflejo de un lago se asoma en el horizonte donde los rayos de un sol bastante luminoso dibujan patrones sobre el agua. Sé precisamente adonde dirigirme.

Troto ingresando al pueblo. Atravieso casas y puestos de ventas. La gente humana se detiene al verme, ya que parece que llamo mucho su atención. Sigo mi trayecto evitando a los autos hasta perderme por un camino de tierra alejado del resto. Una fila de árboles lo delinea de ambos lados. El follaje de color óxido se deshoja de los mismos hasta cubrir el suelo.

Me detengo. Aquí el olor se profundiza. Él está cerca. Está allí.

Dirijo mi mirada hacia la cabaña. Luce rústica y sencilla, al igual que las otras. Un vehículo enorme y de aspecto bastante diferente al resto que conozco se estaciona al costado izquierdo de la misma. De allí proviene gran parte del aroma. Me acerco. Huele demasiado a él.

Un rechinido seguido de un golpe hace que regrese la vista a la cabaña. Hay una ventana así que me acerco a la misma. Espío a través del vidrio.

Allí está mi humano.

Este se pasea por el salón principal mientras logro escuchar que tararea una canción. Su voz es armónica, clara y firme. Lo cierto es que jamás había visto a un humano sin tanta vestimenta cubriéndolo. Suelen llevar muchas capas de ropa encima y, ahora en mi forma humana a la intemperie, puedo comprenderlos por el frío que hace. Solo una especie de paño blanco lo cubre de cintura para abajo.

Observo detenidamente sus movimientos. Él continúa entonando una melodía a la vez que sonríe. Luce feliz al tiempo que derrama una especie de bebida sobre un recipiente. Un vapor humeante se desprende de ella.

Me gusta su sonrisa. Él es grande y está bien definido. Sus músculos son amplios en gran parte de su cuerpo. Una porción de vellos oscuros nace en su pecho y finaliza más allá de su vientre bajo. Su barba también es negra, al igual que el cabello, y enmarca su mentón. Me agrada su aspecto.

Sin poder evitarlo, un calor sin igual parece irradiar desde él directo hacia mí y logra atravesar la estancia que nos separa. Un rubor se concentra en mis mejillas mientras lo miro con determinación. ¡El momento ha llegado! Es la hora de llamar a su puerta.

De repente, mis dedos se contraen y el dolor habitual emerge de mi cuerpo. Lanzo un quejido imposible de aguantar. Tapo mi boca con las manos y me agacho de inmediato. Por suerte, no me ha visto.

—¡No, ahora! ¡No, ahora! —susurro con impotencia.

Pero es demasiado tarde. Me recargo sobre la pared a la vez que la transformación sigue su curso. Mi forma alternativa ha tomado el dominio otra vez. Las ropas que tomé en el cerro quedan desprendidas sobre el suelo bajo la ventana.

Mis patas negras se apoyan ahora sobre el cristal. Mi interior se lamenta profundamente. Justo cuando tenía la absoluta certeza de que podría comunicarme con él...

El humano continúa cantando en la soledad de su cabaña. Mi plan ha fracasado. Huyo frustrada hacia el lago que se encuentra al fondo de la casa.




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