El cazador es mi destino

9

Estoy aquí sentado en Blues&Creams observando a mi alrededor, pero como si no estuviera realmente en el momento presente. Mi mano descansa en la mandíbula mientras el codo se apoya sobre la mesa viendo hacia la nada misma. He tenido jaquecas pronunciadas a lo largo de la mañana desde que vi esa maldita visión.

Estoy tan desorientado que ya perdí la cuenta de cuantas horas permanezco apoyando el trasero sobre esta silla. Bebo un sorbo más del agua que me ofreció tan amablemente la camarera mientras espero a Buck.

He tratado de ignorar la sensación todo el tiempo, una mezcla de alerta y peligro, como si algo me acechara en el exterior y solo esta cafetería fuera mi único refugio en el mundo. Miro nuevamente y sin pretenderlo a través del cristal de la ventana, pero nada parece extraño o inusual, ningún movimiento se desdice con el habitual. Aunque lo cierto es que desde que vi a ese animal, todo, casi cualquier cosa, me recuerda al lobo negro. Como si tuviera la capacidad de perseguirme a mí desde mis recuerdos.

Una mano cae sobre mi hombro y me sobresalto tanto que volteo el agua sobre la mesa. El bonito mantel celeste se humedece en el acto. Me quedo mirando sus ojos fijamente...

—Sé que soy un viejo, pero tampoco es que tenga tan mal aspecto —se presenta Buck burlón como siempre. Luego emite una corta risa y toma asiento enfrente—. Anda, ¿para qué querías verme? —pregunta observando el menú.

—Yo...

Me disculpo avergonzado y casi en silencio con la camarera, quien me envía un guiño a la vez que cambia el mantel. Luego ella toma nuestros pedidos a través de notas.

—Tráeme de orden un café extra grande con crema y dos donas de fresa bañadas con chocolate.

—Ajá... —asiente mientras mastica un chicle en su boca—. ¿Y usted? —me apunta con su bolígrafo a la vez que una sonrisa se estampa en su rostro.

—Tráele un té, del sabor más fuerte que tengas. Ah, y unos bollos con mermelada de naranja —interviene Buck.

—De acuerdo. Su pedido estará listo en unos momentos.

La joven se aleja y ambos nos quedamos en silencio por unos segundos.

—Tanta azúcar va a matarte... —añado entonces.

—Cállate —dice sonriendo—. Si no fuera un viejo, tendría tantos celos de ti... Mira a esa chica alejarse y menear sus caderas para ti.

Busco a la camarera con la mirada y apenas descubro lo que dice.

—Estás enfermo, Buck. Ves cosas donde no las hay.

—¿Y para qué nos reunimos aquí? —pregunta entonces.

—Hay algo de lo que quería hablarte respecto a un pago que me deben, pero... hay algo que me inquieta todavía más... —digo tratando de escoger bien mis palabras.

Me quedo en silencio con el viejo Buck mirándome con suspicacia.

—¿Qué diablos te pasa, Jake? Desde que volviste de esa montaña, ya no eres el mismo. Actúas algo extraño.

—Siento que hay algo que está persiguiéndome...

—¿Cómo qué?

—Una presencia, todo el tiempo, puedo sentirla alrededor mío —susurro para que solo él pueda oírme. Luego Buck estalla en risas y todos en el bar le miran. Entonces lo miro bastante molesto.

—En serio, Jake... te hace falta una mujer —dice mientras recibimos los pedidos.

—Lo repites tanto que creo que ya empiezo a creerlo.

Miro de reojo a la camarera, quien me sonríe.

—Relájate, Jake —pide al masticar una dona—. Descansa de ese trabajo por un par de días y volverás a la más absoluta calma.

—De acuerdo, Buck. Ahora, con respecto a la paga...

*****

Mis patas sienten el frío contacto del remanso de agua dulce y cristalina debajo mío. Me miro en el reflejo. Un monstruo... Eso es lo que soy.

Mi largo hocico arrugado ostenta colmillos largos y capaces de triturar hasta un par de huesos, mis orejas son puntiagudas e intimidantes, pero lo perciben todo a mi alrededor... Desde la ligera brisa que desprende las hojas del roble más próximo hasta cómo se ondea con el viento, también el salto de los peces en algún punto más lejano del gran estanque. Y, mis ojos, dos esferas blancas brillantes que infunden temor a cualquiera que las ve.

Me siento sobre el agua mientras reniego de mi suerte. ¿Cómo no pude hablar con el humano a tiempo? Vaya, no es un asunto tan difícil... en cierto modo.

El silencio se extiende aún más con el paso de los días y mis hermanos de la manada dependen de mí. Con mis dudas y mi tan poca iniciativa, es como si estuviera traicionándolos, ya que la única forma de volver a nuestra forma original y romper la maldición de una vez por todas es pidiendo ayuda al humano.

Agacho la cabeza y miro nuevamente mi reflejo en el agua, donde unas pequeñas algas se enredan entre mis patas.

—Infinito universo, envíame una señal, aunque sea algo... —imploro temerosa.

Luego de unos instantes, algunas ondas circulares se forman sobre el agua. Enseguida otras más se suceden. Percibo una fuerte vibración bajo mis patas. Elevo mis orejas al tiempo que me paro desde mi posición.

Es el motor del vehículo del humano que ruge hacia aquí. Él... ¡Él regresa!




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