El cazador es mi destino

12

El humano no regresa.

En fin, lo entiendo. ¿Quién creería en la maldición que me consume por dentro?

Permanezco sentada a la expectativa de algún rugido de motor. El camino es ancho y estoy situada en el medio. No permitiré que ningún vehículo más pase por aquí. Mis fieros colmillos lo amenazarán hasta que Jake regrese. Olfateo en el aire mientras pequeños copos de nieve comienzan a caer y a poblar el suelo. Lucen como pequeñas manchitas blancas que contrastan con mi pelo oscuro. Sé que él regresará en cualquier momento, puedo presentirlo...

Horas después, nada ha circulado por aquí. solo hay un manto blanco que me rodea y ralentiza mis movimientos. Un espeso vaho surge de las fosas nasales de mi hocico y tirito de frío de igual manera en mi forma lobuna. Debería sentirme humillada después del rechazo de aquel humano. Creí en él...

Lloro de impotencia al imaginar que me ayudaría en mi misión. Se suponía que él confiaría en mí y me ayudaría a llegar a ese punto geográfico oculto en las montañas donde está mi némesis, mi mayor enemigo, quien me maldijo hace siglos. La profecía está mayormente escrita... ¿Qué es lo que no he comprendido?

Me doy la vuelta y corro en dirección a la cabaña de Jake. A medida que empiezo a trotar sobre la nieve, mi cuerpo va entrando en calor y siento cómo la adrenalina junto con la rabia contenida dentro de mí, se liberan. Si no fuera por este estado, dudo que mis esfuerzos hubieran valido la pena, y supongo que ya estaría sepultada metros bajo tierra por la nieve. Mi voluntad es enorme, pero ahora se encuentra demasiado vulnerable. ¿Por qué me importan tanto la opinión y la aceptación de ese humano? Pudiera haber sido cualquier otro, y no precisamente Jake.

Me muevo a mayor velocidad mientras mi cabeza no deja de pensar. Le fallo nuevamente a mis hermanos con cada nuevo fracaso. ¿Para qué se supone que soy la más astuta e inteligente de la manada? Ni siquiera puedo entenderme a mí misma.

Si renuncio a mi propósito, ellos nunca conseguirán liberarse de la maldición que nos mantiene en esta forma y nos ata a esta época de carros de metal rodante y comida de lo más extraña.

Debí haberlo matado, pienso renegando de mis decisiones. Tuve su cuello expuesto, la sangre fluyendo a gran velocidad por sus arterias, los ojos aterrados de verme doblegar su fuerza, sus probabilidades de supervivencia casi nulas... Eso debí hacer, pero acabé perdonándole la vida... ¿En qué pude haberme equivocado?

Detengo un poco mi velocidad cuando llego hasta la cabaña. Desde el exterior las luces están apagadas y no hay más que una huella de su vehículo en la proximidad. Es el único rastro visible, aunque no esté y toda su casa huela a él.

Me dirijo hacia el lago. La noche abarca el horizonte y una luna brillante se recuesta sobre el cielo. Ha dejado de nevar y la capa nubosa se ha esfumado dejando un espacio libre para las estrellas. Qué noche más linda, pienso mientras oscuros pensamientos se ciernen sobre mí...

Si no puedo librarme de esto, si no puedo ayudar a los míos... entonces qué sentido tiene para mí seguir por aquí, en este mundo terrenal marcado por la sombra de aquel maleficio. Mis ojos se pierden en el brillo serpenteante del lago y lo miro con detenimiento, absorta de las promesas silenciosas que solo las pequeñas corrientes de agua pueden ofrecerme. Me acerco despacio e ignoro lo gélida que se siente la superficie al hacer contacto con mis patas. Comienzo a adentrarme cada vez más y más al centro hasta empezar a nadar. Luego percibo la tensión incontenible que amenaza con succionar mi existencia hasta lo más profundo del espejo de agua.




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