El cazador es mi destino

15

El sol me da la bienvenida directo en la cara a través de la ventana. No recuerdo haberla abierto, pero entonces rememoro todos los sucesos ocurridos y toco la manta vacía a mi lado.

Me siento sobre la cama a la vez que rasco mi ojos. Un bulto de cobijas se acumulan como si fueran una pequeña montaña, varias toallas se extienden desde la mesilla de luz y el plato de anoche luce vacío a excepción de los restos de un largo hueso. Sonrío cuando veo que alguien lo ha masticado con bastante esmero.

No percibo señales de Atena por ninguna parte. Quien sabe, tal vez su forma lobuna tomó nuevamente el control y ella huyó hacia alguna parte. Muerdo mi labio un poco decepcionado, ya que no debería tener estos pensamientos, pero lo cierto es que no me gustaría que se marchara tan pronto. En verdad, me siento muy solo en esta cabaña tan gigante. Vaya, creo que ya empiezo a creer con toda seguridad lo de su transformación.

El ruido del sanitario me devuelve a la realidad y me indica que aún no estoy tan solo como me había imaginado. Otra serie de ruidos en el baño me ilusionan de que podría tratarse de ella. Hasta que la veo aparecer y juro que ella se ve ardiente.

Una de mis típicas camisas celestes cubre su cuerpo y apenas alcanza a tapar sus muslos. Me quedo sin habla mientras ella seca su cabello. Tal vez no tiene idea de lo sensual que se ve cuando se para al frente de mi cama. Qué buena manera de despertar por las mañanas...

Además de su encantadora sonrisa.

—Hola, Jake —me gusta cuando lo dice. Suena bien.

—Atena, ¿cómo te sientes?

—Mucho mejor. Totalmente restablecida. Nuevamente gracias por tus cuidados.

—Ya deja de repetirlo. Lo habría hecho de todas maneras.

—Tomé una de tus camisas, así que espero no te importara —no hay seducción en su voz, pero esta chica no sabe cómo me tiene. Absolutamente hechizado.

—No hay pr-problema —mi voz sale como un susurro. Carraspeo y luego inquiero—: ¿Así que te gusta el pollo?

Ella abre grandes los ojos sin comprender.

—Me refiero a la pierna de pollo —le señalo.

—Sí. Me gustó. Aunque prefiero más el pescado. Me gusta mucho cazar pescados.

—¿Pescado? ¡Genial! —me entusiasmo por la idea que surge en mi mente—. Puedo llevarte a cazar pescados un día de estos al centro del lago.

Una sonrisa radiante se refleja en su rostro, pero entonces comprendo que meto la pata enormemente. Se supone que soy una persona solitaria que vive para su trabajo y que no tendría que encariñarse con nadie. Mucho menos con una persona que asegura ser una cambiaformas que peregrina por este mundo desde hace siglos.

—¿Sucede algo, Jake? ¿Dije algo malo?

Paso las manos frustrado por mi rostro a causa del malentendido. Yo y mi tonta bocota... Ahora ella se siente culpable por mi causa.

—Entiendo lo difícil que debe ser para ti mi repentina aparición —dice acercándose a mi lado—. Sobre todo la revelación del por qué acudo a ti en busca de ayuda. Pero tienes que creerme porque solo tú puedes ayudarme... —añade agachándose junto a la mesilla de luz.

Entonces ella toma una de mis manos entre las suyas y me mira casi con súplica. El tibio calor de sus dedos envuelve a los míos.

—Permíteme convencerte, Jake. Confía en mí —implora arrodillada a mi lado.

Miro su rostro preocupado a la espera de una respuesta. Sin embargo, mis ojos pronto viajan al inicio de la curva de sus senos casi expuesta por mi camisa.

Finjo una tos y suelto sus manos con brusquedad. No puedo permitirme encariñarme con ella, debo mantener sí o sí las distancias. Antes de abandonar mi habitación, suelto las siguientes palabras:

—No te prometo nada, pero puede que lo piense un poco.




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